No solo los velocistas lucharán en esta edición del Tour de Francia por el maillot verde, la tradicional prenda que distingue al líder de la clasificación por puntos. La organización de la Grande Boucle y sus patrocinadores también se esfuerzan por reducir el impacto medioambiental de la carrera.
Si el esloveno Tadej Pogacar, ganador de la carrera en 2020, atravesará Francia durante las tres próximas semanas con la fuerza de sus piernas, no es el caso de toda la caravana de vehículos, de la organización, de los equipos y de las empresas anunciantes, que acompañará al pelotón.
Eso ha provocado que en los últimos años, con el aumento de la representación política de los partidos ecologistas, que algunas ciudades prefieran no participar en la carrera. Sin ir más lejos, Rennes fue durante un tiempo favorita para albergar el ‘Grand Départ’ de la carrera este sábado, pero la mayoría ecologista del consistorio prefirió al final renunciar, temiendo el impacto medioambiental de la prueba.
Finalmente la prueba saldrá desde Brest con el apoyo… de los electos ecologistas. “En absoluto lo lamentamos”, asegura a la AFP Glen Dissaux, vicepresidente del EELV (principal partido ecologista en Francia) en esa región de la Bretaña francesa.
Dissaux destaca la actitud de “escucha” de ASO, la empresa organizadora de la carrera, y sus esfuerzos por reducir la producción de deshechos y las emisiones de CO2.
“La gestión de los residuos en el recorrido recae en los municipios por los que pasa, pero evidentemente ayudamos”, recuerda Karine Bozzachi, una de los responsables del Tour.
– Plan especial en Mont Ventoux –
Nueve coordinadores trabajan en este ámbito junto con la asociación Les Connexions, especialista en el reciclaje de deshechos. También se suministran basuras y otros elementos para favorecer la recogida de basura.
Bozzachi destaca que en esta edición se organizará un dispositivo especial en la etapa con final en el frágil Mont Ventoux, que “no será necesario en cada etapa”.
ASO trabaja desde hace años con asociaciones ecologistas “y todo ha ido bien, salvo en 2019 cuando un helicóptero de la organización tomó tierra en medio de un espacio protegido”, recuerda Thierry Decurningue, vicepresidente de France Nature Environnement (FNE) de la Alta Saboya.
En esta edición, la organización no contactó con esta asociación pese a que la carrera pasará por esa región alpina, aunque sin atravesar ninguna zona protegida. “Lo lamentamos porque nos hubiese gustado repetir la experiencia y sabemos movilizar a la gente”, dice Decurningue.
“Cuando miramos las montañas de la Vuelta a Suiza, todo está limpio; nosotros aún no llegamos a ese nivel”, admite Decurningue.
Otras asociaciones a nivel nacional lamentan que nunca hayan sido contactadas por el Tour: “Trabajamos con París-2024 (Juegos Olímpicos) o con el Campeonato del Mundo de Courchevel (esquí alpino), pero nunca hemos trabajado con ASO y no es porque no queramos”, dice Nicolas Imbert, director ejecutivo de Green Cross France.
– Reciclaje y –
También tiene que adaptarse a los nuevos tiempos la caravana de anunciantes que acompaña al Tour de Francia. En 2020, por ejemplo, la participación de la empresa de café Senseo representó el equivalente a la emisión de CO2 de 15 franceses en 2018, según los datos del Comisariado General de Desarrollo Sostenible. La empresa lo compensó integralmente con la plantación de árboles.
En esta edición hay otras iniciativas como un taller de reparación de bicicletas, para los aficionados, distribución de bolsas fabricadas con botellas de plástico recicladas, envoltorios alimenticios 100% reciclables, coches oficiales híbridos, campañas de sensibilización… cada empresa de la caravana publicitaria avanza hacia la reducción de residuos.
“Apostamos por el incentivo. Nuestros patrocinadores se han comprometido por varios años, pero hay que darles también tiempo para adaptarse”, explica Karine Bozzachi.
Eso no impedirá el tradicional reparto de miles de recuerdos y productos publicitarios de escasa utilidad. “Tenemos que reflexionar sobre el modelo económico de un evento como este, hay que poner en una balanza el beneficio publicitario y la sostenibilidad”, admite el político ecologista Glen Dissaux.
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