El caso de Julio “Chocolate” Rigau lleva más de un mes de idas y vueltas. Estalló en septiembre, con imágenes increíbles en un cajero platense, y este fin de semana añadió un capítulo fuerte con la búsqueda policial, de arranque infructuosa, para detener al puntero del PJ. La trama oscura de la política bonaerense suma así ingredientes paradójicos: las operaciones para frenar la causa amplifican el sentido de lo que se oculta. Dice mucho la protección y se verá cuánto dice la investigación, incluido su celular, que sería peritado dos días antes de las elecciones. Por lo pronto, reinstala un rubro que sólo compite en el cartel con la economía, es decir, la inflación y el dólar.
La campaña entra así en su tramo final, decisivo, en un clima de vértigo que potencia tensiones y proyecta incertidumbre sobre el día después del domingo 22. Hace una semana, el foco estaba puesto en la segunda entrega del debate nacional. Un día más tarde fue registrado otro pico del dólar. Y casi de corrido, llegó el dato oficial sobre la inflación, que puso en números la velocidad y persistencia de la escalada de precios.
La semana que viene, como la que termina, es corta en términos de actividad. La apuesta oficial, con nuevas medidas restrictivas y operativos en alguna cueva, es que alcance para sosegar al blue, después de haberlo colocado algo por debajo de los mil pesos. El interrogante más bien perverso, como en otras etapas políticas, es qué telón corre el control momentáneo de un tema. Dicho de otra forma: cómo se mueve el interés mediático.
En el terreno económico, ocurrió algo llamativo por el impacto de la cifra -lo más visible- y la inercia de un discurso ensayado desde Economía que, por encima de discusiones técnicas, ya venía a contramano de la experiencia diaria del común de la gente. La idea de realizar estimaciones semanales sobre la evolución de los precios -evaluaciones, no estadísticas oficiales- apuntó desde el inicio más que a fragmentar el número, a describir una tendencia, declarada a la baja, antes que someterse al dato mensual del INDEC.
Resultó por lo menos algo polémico de entrada, pero quedó desvirtuado además como elemento de campaña y hasta resultó negativo, sobre todo en las redes sociales. El IPC de septiembre anotó una suba del 12,7%, unas décimas más que agosto, el techo a partir del cual se estimaba razonable un leve descenso. La velocidad con que corre la inflación, con el dato interanual del 138,3%, sorprendió incluso al equipo económico hasta por lo menos unos días antes de su difusión. Esta vez, además, superó las proyecciones de consultoras privadas.
Con todo, el renglón más potente de la medición fue el de alimentos y bebidas, que escaló al 14,3%. Impacta especialmente en las franjas de menores ingresos. Y va más allá de la campaña: el miércoles próximo serán informados los índices de las canastas básicas Alimentaria (CBA) y Total (CBT), que marcan la línea de indigencia y pobreza. El cierre de este tercer trimestre indica que en los dos casos la cifra aumentó respecto del último registro oficial, que expuso el registro de pobreza por encima del 40% de la población.
No es ese un tema central del debate camino a las elecciones, pero resultará sin duda el principal desafío para el ganador de esta larga carrera electoral. Mientras tanto, el caso “Chocolate” Rigau vuelve a ocupar espacio. Agrava el contexto del a crisis y se conecta con el escándalo de Martín Insaurrale, porque los dos remiten a la corrupción sistémica, que incluye y desborda a la Legislatura bonaerense.
El temblor que genera la reprogramada pericia sobre el celular del puntero peronista es realmente significativo. El trámite fue frenado por recursos diferentes. La última vez, el miércoles pasado. Pero antes de fijar nueva fecha para el viernes previo a las elecciones, la Cámara de Casación revirtió la decisión inicial de otro tribunal, que con la firma de dos jueces había clausurado de hecho el caso. Eso repuso la orden de captura. Y sobre todo, por los argumentos, reforzó las sospechas acerca de las conexiones judiciales como parte de la oscura trama política.
Las reacciones sobre el asunto son por sí mismas significativas en la Legislatura y en general. El oficialismo espera sin éxito que el tema se desvanezca por el paso del tiempo. Llama la atención especialmente la actitud del espacio libertario, expresión del sentido selectivo de la acusación de “casta”, porque el silencio comprende desde la referencia local, Carolina Píparo, hasta el escalón nacional.
Juntos por el Cambio tuvo expresiones muy mínimas en la dirigencia local y denuncia directa con sello nacional. Tal vez anticipándose a las estribaciones del escándalo, Patricia Bullrich mantuvo la mira sobre “massistas y kirchneristas”, pero advirtió que promovería sanciones si aparece involucrado cualquier dirigente de su espacio. Fue una referencia sugestiva, después de que en el orden provincial fuera elegida como diagonal la propuesta de una reforma de la Legislatura como remedio de fondo.
En ese estado de cosas, la campaña encara su tramo final, sin espacio para pasos en falso.
Massa concentra sus esfuerzos en instalar una propuesta de sello individual, con eje en una promesa de particular llamado a la unidad nacional, que incluye el mensaje por ahora cuidado de juego propio y, más aún, de independencia para moverse en relación con los otros socios del frente gobernante. Asoma nada fácil en medio de una crisis que reconoce factores externos pero expone el resultado del total de la gestión.
Desde su círculo, se dejó trascender malestar por el llamativo intento de volver a escena protagonizado por Alberto Fernández. La denuncia contra Javier Milei en medio de la escalada del dólar fue descalificada desde las oficinas del candidato y ministro. De mínima, se consideró contraproducente por el “regalo” que significaría para el jefe libertario.
Milei aprovechó para confrontar y tratar de resumir todo en una cuestión estrictamente de campaña, sin efecto económico y social. Una manera de buscar la salida para el primer episodio serio que lo mostraba enredado con la idea de la conveniencia personal de la crisis, alentada con los mensajes para salir de posiciones en pesos, es decir, pasarse por completo al dólar. Quedaba así en medio de la tormenta sin poder atribuirla exclusivamente a la “casta”.
En el circuito de JxC abundaron los recelos sobre ese “supuesto” capítulo de la interna oficialista. Por el contrario, fue vista como un juego complementario del Presidete y el candidato para polarizar sólo con Milei. Bullrich, de manera abierta en el último debate y en los últimos días, expone un giro que reparte sus cargas entre Massa, por la gestión, y el candidato libertario, por las movidas consideradas “temerarias”.
Restan seis días de campaña y ocho para la elección. Lo dicho: nadie tiene margen para los errores.
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