“Una vez Jorge Rial en un tuit me dijo que soy muy tibio y lo tomé como un elogio”, dice Joaquín el Pollo Álvarez, que se niega a hablar de “revancha” de cara al regreso de Nosotros a la mañana.
El conductor del programa que estuvo siete años al aire vuelve a la pantalla luego de quedarse afuera de la programación de 2021, y asume que por dentro es “pura felicidad”. Sin embargo, en línea con el tono medido de sus declaraciones, no se anima a arriesgar un número de rating. “Lo tengo en la cabeza, pero no lo quiero decir”, avisa.
Acompañado por Sandra Borghi, Carlos Monti, Ariel Wolman, Gastón Marote y Pampa Mónaco, Álvarez retoma su horario habitual de 9.30 a 11, en las mañana de El Trece, y promete más figuras exclusivas.
Además, en esta entrevista con Teleshow, el Pollo habla de su infancia apoyando a su hermana Victoria y de su presente junto a Tefi Ruso, a meses de cumplir dos años de casados.
—¿Cómo fue el llamado en el que te dijeron que volvían?
—(Risas) Venía hablando y molestando a mucha gente del canal y de la productora. Iba a hacer un programa de entretenimientos los fines de semana en el canal. Entonces tenía toda mi vida cerrada a eso, no escuchaba ninguna propuesta. Venían pasando las semanas y los meses, y me decían que esperara un poco. Hasta que un día me llama Martín Kweller y me dice: “Escuchá, no vamos a hacer el de entretenimientos, vuelve Nosotros a la mañana”.
—¿Hubo una cosa ahí de reivindicación?
—No sé cuál es la palabra exacta y quiero ser cuidadoso y criterioso porque siempre que empieza un programa, termina otro; por eso soy cuidadoso. Me han preguntado si sentía revancha y la verdad es que no porque me excede a mí. Laburo de esto hace un montón y sé que los programas terminan, por lo tanto, mañana puede terminar este. Simplemente, hay que hacer las cosas bien, ser responsable, laburante, criterioso y, sobre todo, buena persona.
—Uno no festeja nunca que le vaya mal al otro porque es el trabajo de un montón de gente, pero me refiero ante el canal que en algún momento, después de tantos años, te corrió. Y ahora, decir un “Ah, mira cómo volvieron…”. Aunque no me lo confieses hubo algo de eso.
—(Risas) La tele se mueve mucho. Hay un montón de cosas que van por dentro, eso ni hablar. Hay que tratar de ocuparse de lo que a uno le pasa. Sí por dentro hay algo de: “Qué lindo, que alegría poder volver”. Porque este programa yo lo amo con toda mi alma, marcó un antes y un después en mi carrera. Es como: “Está el pibito ese, bárbaro”. Y pasó algo. Sucedió algo. Positivo, desde mi punto de vista.
—¿Qué número de rating tenés ganas?
—No lo quiero decir porque… Quiero ganar, como nos pasó la gran mayoría de la estadía del programa, hacer un número digno.
—Marley nos dijo que quería hacer 18 con La Voz y lo viene superando. No seremos Mirtha, pero traemos suerte también.
—Marley, Tinelli, pueden decir y hacer lo que quieran, pero aparece este Pollo Álvarez, que arrancó hace un montón pero que lo conocemos hace poco: “Quiero hacer tanto”. “¡No! ¿Quién sos flaco? Laburá y después vemos”. La siento así.
—¿Cómo fue la infancia del Pollo Álvarez? Ustedes son cinco hermanos y Victoria, la más chica, tuvo problemas de salud que imagino generaron cierta atención por parte de la familia.
—La infancia fue feliz pero nosotros, toda mi familia, estuvo muy pendiente de mi hermana menor. Todo lo que pasaba en casa iba en torno a lo que pasaba con ella, que nació con inconvenientes, tuvo muchos problemas de salud. Nació con meningitis, con salmonella. Estuvo los primeros años de su vida en el hospital, estuvo muchas veces en coma. Toda una historia que no es muy feliz… Por lo tanto, toda la familia se movía en base a cuidar o no a Victoria.
—¿Había lugar igual para que fueras el otro hijo menor o perdieron mucho protagonismo todos?
—No, no lo sé. Todo lo que pasó es lo que tenía que pasar. Mis viejos y nosotros nos movimos en base a ella.
—Y hubo algo de eso que más allá de lo doloroso también fue de muchísimo aprendizaje para ustedes.
—Te diría que todo. A todo el mundo le pasan cosas y no importa qué grave es lo que te haya pasado, a vos te duele en base a lo que te haya pasado en la vida. Hay gente que la vida lo pasó por arriba y le duelen esas cosas, hay gente que no le pasó nada pero tal vez pierde una billetera y se pone mal porque nunca le pasó nada. Todo lo que nos pasaba a nosotros tenía que ver con ella. Y ella, a pesar de que siempre la estuvo peleando, siempre estaba de buen humor, siempre con buena predisposición. Hay algo ahí de ir para adelante, de ir al frente, de tener buena onda. Vos sos pendejo y tenés un problema que tiene que ver con la salud de alguien, quien sea, y te cambia, estás pensando en otra cosa.
—Te veo el tatuaje en el brazo de familia.
—Sí. Y acá, esta es mi hermana. Acá tengo a Vicky. Que esto es una promesa.
—¿Hoy está bien Vicky, está fuera de peligro?
—Sí, hace un montón que sí. La pelea, pero hace un montón que está impecable de salud, por suerte.
—¿Te mira en la tele?
—Siempre dijo una frase que a mí me encantó: “No te miro en la tele porque te veo en casa, que es mejor”. Ahora, en pandemia se enganchó y me dijo que miraba solo la segunda hora, porque policiales no miraba. Dice que era un plomo el principio y miraba cuando nos divertíamos o cuando yo bailaba.
—Vicky se vacunó hace poco, ¿no?
—Se vacunó. Hice el reclamo en la televisión, en las redes sociales, que no se le daba mucha bola a las personas con capacidades diferentes. Son chicos que están todo el día en su casa y lo único que hacían era ir a un centro de día. La pandemia, al ser tan de riesgo, hace que no salgan, y mi hermana estaba terrible, triste, bajón, monotemática: quería la vacuna. Cuando llegó, la emoción de esa mujer, y cuando se la fuimos a dar, alegría pura. Por supuesto que ahora se tiene que seguir cuidando, pero cuando te llega una vacuna te sentís mejor, estás mejor. Todos nosotros nos quedamos más contentos, más tranquilos.
—¿Cómo es la convivencia en pandemia?
—Estamos súper bien, la llevamos muy bien. Las convivencias en pandemia entiendo que son más difíciles que fuera de la misma. (Estamos) con altos y bajos como cualquier pareja. Estamos juntos. En agosto cumplimos dos años de casados. En su momento se habló de si estábamos peleados…
—Sí, hablaste de crisis y te divorciamos casi…
—¡Qué boludo! Yo quise naturalizar lo que para mí pasa en todas las parejas del mundo, pero no crisis de peleas, discusiones, “andate”, y se malinterpretó.
—Si le pregunto a ella en qué momentos te quiere echar de la casa, ¿cuándo me va a decir?
—Siempre. Soy bastante intenso, soy muy cariñoso: todo el tiempo le ando mendigando cariño, soy medio pesadón. Te diría que casi siempre me diría: “Dale, rajá, andá a jugar al fútbol”. Que no se malentienda, no es todo el tiempo. En líneas generales, de los dos, soy el meloso.
—¿El más buscón a la hora del sexo también?
—No: ella. En eso, yo para atrás, olvidate. Ella.
—Ella arranca, a vos te cuesta, hay que convencerte.
—No sé quién arranca, pero de vuelta: si hay que decir quién, es es ella. Ella es más fogosa que yo.
—¿Romántico?
—Sí, soy yo. Siempre me dice: “Ay, te falta cariño”, porque a mí me das un abrazo y me hace bien. Soy romántico normal, tampoco la pavada. 2021.
—¿Y celoso?
—Cero, ninguno de los dos. A nivel que nos pedimos celarnos porque cero celosos los dos. Eso está buenísimo.
—¿Qué hacés si te dice de tener una pareja abierta?
—(Risas) No, no estoy preparado. No soy celoso pero tampoco… No, no estoy preparado. Hay gente que lo practica y sé que la pasa bien y que sus parejas funcionan perfecto. Nosotros todavía no estamos preparados. Por lo menos, nunca se habló.
—¿Te ves papá?
—Re. El concepto de la familia en líneas generales me encanta. No solo mi familia o la que estamos construyendo con Tefi. Me gusta, por lo tanto es obvio, cae de maduro, que me gustaría ser padre. Después, el tiempo dirá qué, cómo, cuándo, en qué circunstancia.
—Contabas que estuviste dos meses esperando que se concretara el otro proyecto antes de que te propusieran volver con Nosotros a la mañana. ¿Cómo te llevás con la inestabilidad de la profesión?
—Toda la vida fui clase media o clase media baja. Siempre tuve que laburar para estudiar o para vivir, para comprarme algo. No hay otro concepto en mi vida. Hoy, que me va un poco mejor, todavía me manejo como esa persona. Me preocupo, necesito tener una espalda, laburar muchas horas. Igual laburar me encanta, pero necesito generar porque nunca me sobró y a veces me faltó. Ese es un problema que tenemos todos los que venimos de abajo.
—¿Cuál es el canje más bizarro que te ofrecieron?
—Un flaco me dijo que si iba a una cena con él, como que hacía de amigo, él tenía una agencia de autos y me prestaba autos de canje. Tenía que ir a la cena y me daba autos.
—¿Y qué hiciste?
—No, no lo acepté, me daba vergüenza. Pero tengo un montón bizarros. No los puedo contar porque seguro los agarré y quedo mal con la marca (risas). Igual, me cuesta tener canjes bizarros, porque no uso mucho canje. No uso. Mejor que entre la plata a que entre el producto. En su momento usaba mucho, pero hoy casi que cero te diría.
—¿Cómo está el tema de los ataques de pánico?
—Por suerte superado, no tengo ahora. Me acompañaron muchos años. Cada vez conozco más gente que le pasa y recuerdo que tuve muchos años de mi vida pasándola muy mal. Hoy lo controlo pero no tiro la toalla nunca. Voy tranquilo, hago mi terapia. Me cuido. Hago deportes. No es tan fácil, es algo que lamentablemente nos acompaña bastante a los que tuvimos, pero no es el fin del mundo, se puede superar. Primero pensás que te morís, entonces aprendés a respirar. Después, sentía que se me dormía la cara y decía: “No, no se me duerme la cara”. Después, el brazo. Te va atacando distintos lugares, entonces vas controlando momentos. Es bravo.
—¿Cómo saliste?
—En principio con psicólogo y psiquiatra por mucho tiempo.
—¿Encontraste algún motivo, algún detonante?
—Sí, pero es demasiado privado. Hay un montón de cosas de mi pasado y la forma en la que me tomo mi laburo, mis cosas. El combo mató. Para estar bien de salud, hay que ser muy prolijo, hay que ser ordenado, hay que entrenar de vez en cuando. Hablo de ordenado en la vida, porque necesitás más que nunca estar en un eje.
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