El ‘paredão’, un muro de altavoces que convierte los automóviles brasileños en una fiesta

Mauá (Brasil), 10 dic (EFE).- El sonido de decenas de automóviles con equipos de sonido modificados con espectaculares murallas de altavoces, que pueden llegar a alcanzar dos metros, ensordecía a todo aquel que se atreva a no llevar tapones de oído este domingo en una concentración en Mauá, a las afueras de São Paulo.

Se conocen popularmente como ‘paredão’ (paredón, en español) y son auténticos transformers desplegables que desafían los límites auditivos y son cada vez más populares en las periferias de las grandes ciudades, donde los dueños de los coches hacen reuniones y concursos.

Este domingo, alrededor de 50 automóviles se citaron a las afueras de Mauá, en una zona verde en los límites de la zona metropolitana de São Paulo, para competir por el título a mejor ‘paredão’.

De los altavoces, cada uno de ellos con su propio estilo, retumbaba a la vez desde el forró más tradicional hasta el funk (música urbana) más moderno, en un caos que supera los 120 decibelios.

“Para nosotros, esto es amor. No hay otra palabra para explicarlo”, afirmó alejado del estruendo Weverton, dueño del ‘paredão’ Medeiros.

Algunos más principiantes instalan altavoces gigantes que apenas caben en los maleteros de sus coches.

Otros llevan años mejorando sus equipos y cuentan con más de una centena de altavoces en sus estructuras, acompañados de pantallas y luces. La pasión y el entusiasmo es el denominador común.

La inversión media para crear estos gigantes sonoros se mueve entre 3.000 y 2 millones de reales (entre 600 dólares/500 euros y  406.000 dólares/370.000 euros).

Cada uno de ellos tiene su propio nombre y estilo, lo que llena tanto de orgullo a sus propietarios que incluso crean camisetas personalizadas.

En competiciones como esta hay un público de lo más variado, incluso familias, que madrugan para presumir de su ‘paredão’ y reunirse alrededor de una barbacoa.

Esta cultura, originaria del noreste de Brasil, ha ganado popularidad y se ha extendido por el país hasta llegar a lugares como São Paulo, en especial a las zonas de periferia.

Para Neto, uno de los jóvenes participantes, tener un ‘paredão’ fue su “sueño desde que era un niño”.

Comenzó montando unos altavoces en su coche y fue mejorando hasta conseguir el sistema con el que cuenta hoy, que le costó alrededor de 100.000 reales (20.300 dólares). Ahora tiene 23 años y el alquiler de su equipo se ha transformado en su principal fuente de ingresos.

La economía generada por este fenómeno no se limita únicamente a aquellos que ponen a bailar a las personas con sus paredes de altavoces.

Sin embargo, la utilización de este tipo de dispositivos se encuentra mal vista en Brasil debido a que suele asociarse a la celebración de fiestas ilegales en favelas y muchas ciudades han prohibido su uso.

Cristiano es dueño de una tienda especializada en regular el sonido de los automóviles llamada Masteksound. Acudió a esta concentración organizada, como la mayoría de los asistentes, para reivindicar que “el ‘paredão’ no es delito”.

“Las personas acaban discriminando y se olvidan que detrás de esto hay muchas familias que dependen del sector para sobrevivir. Esto es un estilo de vida y, mientras no le quite el descanso a nadie, es un hobby como cualquier otro”, señala Cristiano.

En su opinión, el problema surge debido a “no tener un espacio propio” como con el que cuentan hoy, ubicado en medio de un bosque a las afueras de la ciudad, donde el estruendo no ensordece a nadie.

La mayor reivindicación de este colectivo es que se regularicen espacios adecuados para organizar estas fiestas y se les deje de considerar criminales.

Laura Rodríguez Blanco


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