Javier Romualdo
Los Ángeles (EE.UU.), 8 jul. El LACMA, el museo más importante del condado de Los Ángeles, reivindica en su última exposición el arte hispano de la época colonial, una etapa que revolucionó la pintura, la moda y la decoración al unir tres culturas -la europea, la precolombina y la asiática- en cada pieza.
La muestra “Archivo del Mundo”, que presenta por primera vez las obras que el museo ha ido recopilando en la última década, se inaugura en plena ola de revisionismo histórico en Estados Unidos, donde cada vez ganan más peso las corrientes que cuestionan el relato de la colonización europea de América.
“A raíz de ese proceso de colonización y conquista tan brutal que no se puede negar, también surgió otra cosa mucho más compleja. Desde nuestros tiempos no podemos crear una narrativa única de una realidad que fue muy compleja”, explica la mexicana Ilona Katzew, comisaria de la exposición.
Hasta hace unos años, el principal museo de Los Ángeles, donde casi el 50 % de la población se identifica como hispana, apenas contaba con arte de la época de Nueva España (1.500-1.800).
La poca originalidad de las obras y su tendencia a replicar el gusto europeo han sido los estigmas que han arrastrado, mientras los pasillos del LACMA se ocupaban con piezas de arte anglosajón, indígena y latinoamericano moderno. Sin embargo, faltaba su nexo.
Katzew ha tratado de enmendar el problema al adquirir las piezas más representativas de un “periodo de la historia del arte que ha permanecido en la sombra durante mucho tiempo”.
Así, la exposición inicia su recorrido con dos óleos de la Virgen de Guadalupe, el icono que mejor representa el puente entre la religiosidad europea y latinoamericana.
La primera, de Antonio y Manuel de Arellano, fue pintada en 1961, la segunda, de Antonio de Torres, casi 30 años después, pero parecen réplicas, gracias a la propagación de la técnica de la copia, tan denostada.
“Estamos ensanchando el canon. Ya no nos volcamos únicamente en la cultura occidental. Prestamos más atención a la diversidad y se está revisando como arte lo que antes se consideraba más popular o folclórico”, razona Katzew.
Ejemplo de ese cambio de paradigma son los paisajes de México que pintó Juan Patricio Morlete Ruiz entre 1754 y 1765.
Encargados por Luis XV para divulgar las maravillas del Nuevo Mundo, los lienzos imitan los Puertos de Francia que Claude-Joseph Vernet elaboró apenas dos años antes, un testimonio que deja claro que los artistas novohispanos estaban al corriente de las tendencias europeas casi al unísono.
CRUCE ENTRE ASIA, AMÉRICA Y EUROPA
Con la conquista de Filipinas se sumó un tercer factor y llegó la introducción de piezas asiáticas que despertaron un enorme interés en Europa y en las comunidades indígenas. Por ejemplo, las lacas orientales sedujeron a compradores de piezas de decoración que combinaban el gusto rococó, las técnicas precolombinas y materiales de Asia.
El nácar y carey que transportaban los galeones desde Manila al puerto de Acapulco, en México, originaron una tendencia, la de los muebles enconchados que se distribuían por todo el continente.
“Durante la época de Nueva España se crea algo innovador que nunca antes se había visto”, apunta la comisaria.
RETRATOS QUE EXPLICAN EL MESTIZAJE
Según evolucionaban las ideas de la ilustración, el arte también se convirtió en el principal vehículo para informar a la población de Europa del mestizaje que se estaba dando en la otra punta del mundo.
Cuadros con parejas entre amerindios, españoles y africanos servían como descripciones de las diferentes familias que estaban surgiendo y su encaje en la sociedad, un género conocido como “pintura de castas” que se hizo muy popular en el siglo XVIII y que, ahora, está colgado en las paredes del moderno LACMA.
“Había mucho desconcierto sobre el proceso de mestizaje en Europa… solo se sabía que la gente se estaba mezclando”, repasa Katzew.
Según la comisaria, esta serie de “tipos raciales” se exponían en ferias para satisfacer el deseo de “formar un orden racial”. “Se pensaba que si los españoles y los indígenas se seguían mezclando entre ellos, darían españoles puros sin adulterar -analiza-. Los bebés albinos eran otra de las obsesiones”.
“Son cuadros fascinantes porque nos abren una ventana a la mentalidad de la época”, remata. EFE
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