Para muchos surfistas, deslizarse sobre una ola es más que un deporte: es una explosión de libertad y adrenalina que despierta el alma. Cada ola ofrece una oportunidad para unirse a la energía del océano, donde el corazón late con intensidad y cada maniobra se convierte en una expresión pura de la emoción. Esto es lo que el surfista peruano Alonso Correa habría sentido mientras se encontraba en el mar Teahupoo, en Tahití, a punto de alcanzar la gloria y, con ella, desbordar de alegría a sus compatriotas.
Un surfista puede sentir adrenalina en el mar al enfrentar la anticipación de una ola, alineándose con ella y remando en su dirección. Esta carga emocional aumenta durante el descenso y las maniobras sobre la ola y culmina en una sensación de calma cuando finalmente el deportista logra su objetivo. Este estado de paz es tan reconfortante como el alivio que sentiría al recordar que la ola que surcó está protegida.
El litoral peruano, que se extiende por más de 3.080 km, alberga playas que cautivan tanto a peruanos como a visitantes de todos los rincones del mundo. Los surfistas, en particular, encuentran una felicidad inconmensurable en el océano, un lugar donde se deslizan sobre las olas con la tabla bajo sus pies, como si estuvieran volando. Sin embargo, esta alegría puede verse ensombrecida por la tristeza al darse cuenta de que las olas que los desafían no cuentan con protección legal.
La ola de Chicama, afortunadamente, está protegida por el Estado peruano gracias al esfuerzo conjunto de organizaciones como la Federación Nacional de Tabla y HAZla por tu Ola. El Ministerio del Ambiente, mediante la página web del Sistema Nacional de Información Ambiental, anunció con entusiasmo esta noticia favorable, especialmente para los surfistas, quienes son los principales beneficiarios de esta protección.
“En 2013 se publicó el Reglamento de la Ley de Rompientes, teniendo como principal misión proteger las playas del litoral que tengan las mejores olas y así asegurar su conservación. Sin embargo, para poder lograrlo se tenían que entregar expedientes técnicos que justifiquen la protección de cada una de ellas a la Dirección General de Capitanías y Guardacostas (DICAPI). Después de más de dos años y gracias al apoyo de Chicama Surf Resort y la campaña HAZla por tu Ola, coorganizada por Conservamos por Naturaleza y la Federación Nacional de Tabla (FENTA), se logró presentar el primer expediente técnico y una de las playas más representativas del norte del Perú ya está protegida: Chicama”, se lee en el portal web.
La ola de Chicama, considerada la más larga del mundo, está protegida por ley
En la década del noventa, se creó la Asociación para la Conservación de las Playas y Olas del Perú (ACOPLO) como respuesta a proyectos de construcción que amenazaban playas como La Herradura en Lima y Cabo Blanco en Piura. En la primera, las obras realizadas sin un estudio previo adecuado llevaron a la destrucción de la playa. En la segunda, se evitó la construcción de un muelle de pescadores en la zona de rompientes, lo que no solo protegió la ola, sino también previno que el muelle estuviera expuesto a la constante fuerza del mar.
Los miembros de ACOPLO iniciaron diversas acciones para proteger estos espacios naturales. En respuesta, la Marina de Guerra del Perú sugirió crear un registro de las rompientes más importantes de la costa peruana. Este esfuerzo preparó el terreno para la aprobación de la Ley 27280 en el año 2000.
En un boletín de la Dirección de Hidrografía y Navegación de la Marina de Guerra del Perú, se señalan los detalles de la Ley 27280. “Se promulgó (…) la ley de ‘Preservación de las Rompientes apropiadas para la Práctica Deportiva’, la misma que indica que las rompientes de la costa peruana de Tumbes a Tacna son de propiedad del Estado y su dominio es inalienable e imprescriptible; especifica que la protección de las rompientes está a cargo de la Marina de Guerra del Perú, a través de la Dirección General de Capitanías y Guardacostas (DICAPI)”, reza el documento.
Pasaron 13 años hasta que se publicó el Reglamento de la Ley de Rompientes. A primera vista, parecía que la meta trazada por los surfistas y organizaciones se había cumplido, pero no fue así. El exministro del Ambiente Manuel Pulgar Vidal dio a conocer el paso que faltaba. “Luego, la iniciativa HAZla por tu Ola de @spdaorg apoyó a preparar los expedientes para el reconocimiento”, escribió en su cuenta de X. Lo que faltaba era presentar los expedientes técnicos que justificaran su protección.
Lo que se había logrado fue proteger la ola de Chicama, considerada la más larga del mundo. Pocos años después de este hito histórico, la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio, conocida como NASA (por sus siglas en inglés, National Aeronautics and Space Administration), la destacó en su página web.
“Las aguas de la costa del Pacífico al norte de Perú forman rutinariamente lo que se ha llamado la ola más larga del mundo. No hay forma de saberlo con certeza, pero las olas aparentemente interminables que llegan hasta el pueblo pesquero de Puerto Malabrigo (Chicama) son legendarias entre los surfistas. Si bien algunas olas famosas en diferentes partes del mundo pueden ser montadas durante segundos, las olas de Chicama pueden ser montadas durante minutos”, se lee en el portal web de la NASA.
Si nos referimos a la ola más larga del mundo, es lógico pensar que un surfista necesitará varios minutos para deslizarse a lo largo de su extensión. Durante ese tiempo, el deportista vivirá una fusión indescriptible de adrenalina y asombro, inmerso en la inmensidad de la experiencia. Esto nos lleva a cuestionarnos: ¿cuál es la longitud exacta de esta ola y cuánto tiempo le llevaría recorrerla? Para responder estas interrogantes, es menester citar a Iván Fernández Amil, escritor e investigador español.
“Se trata de una ola de izquierdas que se prolonga hasta 2,2 km y mide 2,5 metros de altura, convirtiéndola en uno de los grandes paraísos para los surfistas, que sueñan con cabalgarla al menos una vez en la vida y que algunos son capaces de surfearla durante 3 minutos”, escribió en su cuenta de X.
Las olas de izquierdas son aquellas que, al romper, se desplazan hacia la izquierda desde la perspectiva del surfista que se enfrenta al mar. Esto significa que, al montar una ola de izquierdas, el surfista se moverá en dirección contraria a las manecillas del reloj, permitiendo maniobras que aprovechan el lado izquierdo del cuerpo.
Si eres un apasionado del surf, estar en presencia de la legendaria ola de Chicama es un sueño hecho realidad. Para vivir esta experiencia, solo necesitas dirigirte al Puerto Chicama, también conocido como Malabrigo, una encantadora localidad en la costa norte del Perú. Este rincón del mundo, situado a 70 kilómetros de la ciudad de Trujillo, es donde el mar y la tierra se unen para crear una de las olas más perfectas y largas del planeta.
Finalmente, es menester señalar que en el mar del Puerto Chicama se practican tres variantes del surf: el surf tradicional, el longboard y el hydrofoil. El longboard se realiza con tablas más grandes, lo que permite una mayor estabilidad y maniobras más fluidas. El hydrofoil, por su parte, emplea una tabla equipada con una quilla especial que eleva la superficie por encima del agua. En esta modalidad, la plancha de surf no toca el mar; es la quilla la que se desliza. Además, esta última variante permite al deportista aprovechar la ola por más tiempo.
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¿Quién descubrió la ola de Chicama?
La ola de Chicama, célebre por su interminable perfección, ha cautivado y retado a surfistas de todo el mundo. Pero, ¿quién fue el intrépido explorador que descubrió este tesoro oculto en la costa peruana, y que con ello posicionó al país en el foco de atención de deportistas de múltiples nacionalidades?
Según el investigador Iván Fernández, Chuck Shipman encontró la ola mientras sobrevolaba el norte de Perú. Esto sucedió en 1965, año en el que no pudo enfrentarla en medio del mar. “(El surfista) no sabía la localización exacta, así que pagó a un equipo de surfistas para que la encontraran. Dos años más tarde dieron con ella. Estaba en Puerto Chicama”, contó.
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