
Me crié en un país en crecimiento, con una integración social asombrosa y una esperanza de futuro fuera de discusión. Fue con Juan Domingo Perón, con las dictaduras, con Arturo Illia y con Arturo Frondizi. Perón gobernó 10 años, fue proscrito durante 18, volvió a ser electo, la vida le dio dos años más y la pobreza era menor al 5%, la deuda oscilaba en los seis mil millones.
En la crisis de los años treinta, con el tratado Roca-Ruciman, nos negamos a asumir la revolución industrial. Y los negocios se volvieron a imponer a la misma democracia. Cuando, como Mauricio Macri, hablan de “setenta años”, asumen que les molesta la democracia, se refieren al triunfo de Perón, olvidan que derrotó a una dictadura.
La decadencia real es posterior a la muerte del General, se inicia con Celestino Rodrigo. Luego Martínez de Hoz y el golpe de Estado van a multiplicar las financieras, imponiendo como sueñan la supremacía del interés frente al trabajo, como en el presente, como siempre que gobernaron ellos.
Martínez de Hoz inicia la destrucción del sistema productivo desplegando a los intereses bancarios por sobre el esfuerzo nacional. Multiplica la deuda sin otra razón que expandir bancos y financieras que terminarían quebradas. Si ganaban, era de ellos, si perdían, Domingo Cavallo iba a nacionalizar la deuda para hacerla de todos. Carlos Menem con Dromi y con Cavallo desguazan el Estado, regalan la luz y el gas, los teléfonos y los aeropuertos, el juego y los peajes. Todo lo hecho por el Estado pasa a manos privadas, la miseria inicia su camino irreversible. La recaudación es cedida a los privados, no solo la administración de esos bienes sino la misma propiedad y la facturación. Ya no manejará la moneda y, en consecuencia, con el tiempo tampoco el orden y la calle. La coima fue sin duda la principal inversión.
Un liberalismo de saqueo que no se conoció en ningún otro país. Los sectores productivos fueron derrotados por los intermediarios, la miseria era un camino inexorable. La producción de bienes fue aplastada con el cuento chino de que no éramos competitivos. Hasta los almaceneros cayeron en manos de los supermercados extranjeros, la destrucción de la sociedad asumida como “modernidad”. Ahora vemos cómo China y Estados Unidos se enfrentan por defender sus intereses, esos que nosotros imaginamos que deben estar en manos de la codicia privada.
La guerrilla fue la primera en cuestionar al peronismo, con pretensiones de revolución suicida. Menem es la traición a la patria misma, un peronismo asociado a los mismos intereses que hoy Macri representa. Los Kirchner confunden el poder personal con el del Estado, un oportunismo codicioso con ingredientes de viejos marxistas trasnochados. Raúl Alfonsín fue el único que intentó recuperar el poder para el Estado pero fracasó en su intento y la mayoría de nosotros no tenía conciencia de la confrontación que se imponía.
La decadencia nace en el 75, hasta ese momento no había miseria ni desintegración social. No se veía a nadie durmiendo en las calles, ni siquiera la inseguridad se había hecho presente en nuestra vida cotidiana.
Con la dictadura y con Menem, confundieron “achicar el Estado” con “robarse el Estado”, y las consecuencias están a la vista. No achicaron las cargas del Estado, solo le usurparon el poder. Lo que era de todos pasó a ser privado y con un control figurado, simulando cuidar los intereses sociales se enriquecieron como nadie. Si pudiéramos conocer los números de la acumulación de algunos miles de personajes, sabríamos dónde está la deuda externa y la causa de la miseria. Hoy las grandes empresas se llevan más de lo que generamos como riqueza, eso obliga a un permanente endeudamiento.
Cuando dicen “setenta años”, olvidan que diez fueron de Perón y dieciocho estuvo proscrito. Inventan excusas, impuestos, sindicatos, corrupción, excusas, existen todas esas desviaciones y defectos, pero la causa principal de la miseria está en las privatizaciones. De ahí en más la riqueza se acumula como contracara de la pobreza. Mientras la riqueza no tenga límites, tampoco los tendrá la miseria. Estamos cerca del 50% de pobreza. Macri incrementó la inflación, el endeudamiento y la marginalidad, es un fracaso a toda orquesta. Cristina es la otra cara del fracaso.
Necesitamos forjar una salida, un proyecto común y compartido, entre adversarios que generen políticas de Estado y sepan colaborar en un proyecto productivo que origine riquezas y trabajo.
Solo cuando el Estado es más fuerte que los grupos económicos hay nación. De lo contrario, es solo colonia. Hace unos días los presidentes del mundo defendían sus proyectos en nuestra tierra delante de nosotros, que no tenemos ni proyecto y ni siquiera voluntad de construirlo y defenderlo. Deberíamos haber aprendido algo.
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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