Anoche, pasadas las 22.30, en un Ministerio de Trabajo rodeado de manifestantes, los colaboradores de Claudio Moroni se disponían a pedir comida a domicilio en la sede de la cartera para acompañar el -esperan- último tramo de negociaciones con los referentes de SUTNA y las empresas de neumáticos. Buscaban destrabar de una vez el conflicto salarial que lleva cinco meses y se volvió crítico en los últimos días, cuando Bridgestone, Fate y Pirelli decidieron cortar la producción. Durante la madrugada, después de 10 horas de reunión, Moroni y Crespo trabajaban en un acta acuerdo entre las partes, que ya tiene el aval de las compañías, para poder anunciarlo a más tardar el viernes por la mañana y evitar el freno total de la cadena de fabricación de vehículos, que ya está en crisis en varias terminales.
El encuentro entre el gremio y la patronal en la sede de Alem empezó el miércoles, pasó a un cuarto intermedio, y fue retomada el jueves a las 13 con el jefe de Sutna, Alejandro Crespo, los titulares de las compañías, y Moroni, en un clima de creciente tensión.
Toda la jornada de ayer transcurrió bajo un celoso hermetismo, mientras los trabajadores de la industria rodeaban el ministerio con bombos y banderas para respaldar a sus representantes y las medidas de fuerza, con apoyo de los partidos de izquierda y agrupaciones sociales críticas del Gobierno. Pero a la madrugada todavía no se conocían avances concretos.
Desde el mediodía, en paralelo, Alberto Fernández seguía las negociaciones a través de su ministro, uno de los más cercanos del Gabinete, que se encuentra desde hace largos meses en la mira del kirchnerismo. Primero monitoreó los avances de los diálogos desde la Casa Rosada, y luego, entrada la madrugada, desde Olivos.
Más temprano, el primer mandatario se había reunido con el titular de Camioneros y uno de los líderes de la CGT, Pablo Moyano, que se ofreció para intervenir en el diálogo con Crespo. La sintonía entre los sindicalistas podría servir como “instrumento” para que la negociación prospere, analizaban en Balcarce 50.
También el titular de Economía, Sergio Massa, se mantenía al tanto de los tensos diálogos, en comunicación con el Presidente y con Moroni, pero con la debida distancia. Sobre todo porque el martes, después de reunirse con las partes -en un cónclave mucho más breve que el de ayer-, rompió el diálogo cuando salió a cuestionar con mucha dureza al gremio por forzar el freno de la producción y “poner en riesgo 150 mil empleos”. En esa declaración, Massa rompió la puentes, al menos con Hacienda, cuando amenazó con habilitar la importación de neumáticos. Las declaraciones del ministro generaron una fuerte reacción adversa de Crespo, que apoyado por las bases, le señaló lo irracional del planteo, y le dijo públicamente que mucho más convendría que funcionara la paritaria, donde exigen ganarle a la inflación, proyectada en un 90 por ciento para 2022 y un 60 en 2023.
El largo encuentro de ayer tuvo distintas instancias. Empezó en las primeras horas de la tarde con los más altos funcionarios de Trabajo, las empresas y los trabajadores. Y alrededor de las cinco, continuó con un diálogo a solas entre Moroni, su secretario de Trabajo, Marcelo Bellotti; y la directora nacional de Relaciones Laborales, Gabriela Marcelló, para ultimar los detalles de la propuesta final, luego de obtener el visto bueno de la parte empresarios. En otros salones esperaban, por separado, como es habitual, Crespo y los empresarios.
El encuentro en privado de Moroni y sus colaboradores más cercanos se prolongó por más de cuatro horas, entre llamados cruzados con el Presidente. Y hacia la medianoche, Moroni recibió a Crespo a solas para acercarle la letra fina del acuerdo. Con una extensa experiencia en el ámbito laboral, sabe que “el diablo está en los detalles”, dijeron en su entorno.
El pedido que envió la Casa Rosada a Trabajo fue que cerraran ayer mismo un acuerdo, para poder darlo a conocer, a más tardar, el viernes por la mañana, y evitar una escalada aún mayor en la tensión. En la negociación se juegan la continuidad de la producción en una industria central para la economía y el ingreso de dólares a un Banco Central desabastecido en la crisis de divisas. Pero también la capacidad de acción del Presidente, que desde el martes se involucró directamente en la resolución del conflicto; y la propia continuidad de Moroni, su ministro y amigo de muy bajo perfil, que es apuntado por el kirchnerismo desde el año pasado y que hoy se encuentra, más que nunca, en la mira de Cristina Kirchner, la vicepresidenta y dirigente más fuerte del Frente de Todos, que sigue disconforme con la gestión en la esfera laboral.
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