Por Mark John
25 ene (Reuters) – La cantidad extra que el mundo debe gastar cada año para crear una economía de emisiones “netas cero” equivale a la mitad de todos los beneficios generados actualmente por las empresas a nivel mundial, estimó el grupo de consultoría McKinsey en un informe sobre la transición energética.
Afirma que su cálculo es mucho más elevado que la mayoría de las estimaciones de los economistas, pero subraya que esas inversiones pueden ser lucrativas y que el coste a largo plazo en caso de no hacer lo suficiente para atajar el cambio climático sería mayor.
“La transición sería universal, significativa y con una carga inicial, con efectos desiguales en sectores, zonas geográficas y comunidades, aunque cree oportunidades de crecimiento”, concluye el informe.
A pesar de que el tiempo se agota, alcanzar las emisiones netas de carbono para 2050 daría al mundo la oportunidad de limitar el aumento de la temperatura a 1,5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales, evitando así las peores consecuencias del cambio climático.
La principal conclusión del informe es que esto requeriría un gasto en activos físicos para los sistemas de energía y uso de la tierra de unos 275 billones de dólares, o 9,2 billones de dólares al año de media, lo que supone un aumento anual de 3,5 billones de dólares sobre el gasto actual.
“El aumento equivale aproximadamente, en 2020, a la mitad de los beneficios empresariales mundiales, a una cuarta parte de los ingresos fiscales totales y al 7% del gasto de los hogares”, calculó.
El importe del gasto acumulado equivaldría a cerca del 7,5% de la producción mundial entre 2021 y 2050, muy por encima del 2-3% de la producción mundial que los economistas del clima encuestados por Reuters en 2021 estimaron que se necesitaba cada año.
McKinsey atribuye la diferencia al hecho de que incluye una visión amplia del gasto de los hogares, las empresas, la agricultura y la silvicultura, así como algunos gastos continuos en activos de altas emisiones, como los vehículos basados en combustibles fósiles.
“Aunque estas necesidades de gasto son grandes y la financiación aún debe establecerse, muchas inversiones tienen perfiles de rentabilidad favorables y no deben considerarse como meros costes”, añadió.
Gernot Wagner, economista especializado en el clima de la Universidad de Nueva York que no ha participado en el informe, acogió con satisfacción este intento de presentar una visión global de las inversiones necesarias.
“La política climática supone una inversión masiva y una reorientación masiva de las fuerzas del mercado para pasar de la actual senda de altas emisiones de carbono y baja eficiencia a otra de bajas emisiones y alta eficiencia”, dijo Wagner.
“Acabamos de gastar billones de dólares por la desgravación del COVID. Entonces, ¿sería factible? Sí. ¿Implicaría cambios masivos? Por supuesto, también. ¿De dónde saldrá el dinero? ¿De los contribuyentes o de los accionistas?”.
El informe de McKinsey señalaba que hay grandes interrogantes sobre el desarrollo de esa transición, y que algunas poblaciones y sectores estarían más expuestos que otros a las perturbaciones, especialmente los países más pobres y los que dependen de los combustibles fósiles.
También añadía: “Los costes económicos y sociales de una transición tardía o brusca aumentarían el riesgo de abandono de activos, dislocación de trabajadores y una reacción que retrasaría el cambio”.
(Información adicional de Gloria Dickie en Londres; Edición de Mark Potter; traducción de Flora Gómez)
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