El futuro siempre es ahora en la fábrica del mejor talento del fútbol

Especial para Infobae de The New York Times.

(On Soccer)

LA HAYA, Países Bajos — Como norma, Arco Gnocchi se considera demasiado viejo como para comprar una copia de la camiseta del Ajax con el nombre de su jugador favorito estampado en el dorsal. Gnocchi piensa que esas demostraciones de idolatría no son del todo adecuadas para una persona en los primeros años de su cuarta década. “Por lo general, es para niños”, opinó.

No obstante, este verano, por primera vez en casi una década, Gnocchi hizo una excepción. La camiseta que compró para la nueva temporada lleva el número 9 y, encima de este, el apellido de Brian Brobbey, un atlético delantero de 20 años del Ajax que está al alza. Brobbey le pareció la mejor opción: “Ejemplifica todo lo que representa el Ajax en este momento”.

Esto incluye que, en un par de años como mucho, Gnocchi espera que Brobbey vuelva obsoleta su camiseta. Brobbey ya salió una vez del Ajax —de adolescente, para pasar un periodo infeliz en el club alemán RB Leipzig— y, si las cosas salen según lo planeado, volverá a irse pronto. “Tiene un talento inmenso”, comentó Gnocchi. “Se habrá ido para cuando tenga 23 años”.

Así ha funcionado el negocio del Ajax desde que se tiene memoria. Desde hace mucho, ha sido un lugar de donde provienen los jugadores, tal vez la fábrica de talento más prolífica, confiable y de alto calibre en el mundo del fútbol. El Ajax ha visto llegar a Johan Cruyff, Marco van Basten, Dennis Bergkamp, Wesley Sneijder, Frenkie de Jong y un sinfín de otros futbolistas. Y, durante medio siglo, también los ha visto irse.

En ese sentido, este verano no fue distinto. El mercado de transferencias comenzó con Edwin van der Sar, quien fuera arquero del club y ahora es su director ejecutivo, cuando este despidió con cariño al arquero André Onana —quien partió para el Inter de Milán— y el lateral derecho Noussair Mazraoui, cuyo destino fue el Bayern de Múnich. Ni siquiera se le vio particularmente perturbado frente a la posibilidad de perder a Ryan Gravenberch, un dotado mediocampista de 20 años, quien pronto siguió los pasos de Mazraoui hasta Múnich. “Él desea irse”, comentó Van der Sar.

Su serenidad no fue ninguna sorpresa. El Ajax no opera bajo ninguna ilusión. Espera que los jugadores se vayan. Crea su presupuesto para eso, realiza planes en torno a eso y hasta cierto punto depende de eso. “Es un equipo trampolín”, mencionó Gnocchi, anfitrión del pódcast “Pak Schaal”, el más popular del Ajax en los Países Bajos. “Eso puede ser difícil de aceptar, pero, si somos un equipo trampolín, al menos somos el mejor equipo trampolín”.

Sin embargo, para finales de agosto, el ambiente en la jerarquía del club había cambiado. La salida de jugadores no había parado con Mazraoui, Onana y Gravenberch. Sébastien Haller, el punto de referencia de la línea delantera del Ajax, se había ido al Borussia Dortmund. El defensa Perr Schuurs se había sumado al Torino en Italia. Nicolás Tagliafico, un lateral izquierdo de muchos años, se había ido al Lyon.

No obstante, los dos que de verdad dolieron fueron Antony —un volante brasileño dinámico y virtuoso— y Lisandro Martínez, un defensa argentino combativo y resuelto, sin duda un favorito de los aficionados. “Es el tipo de futbolista que juega con el cuchillo entre los dientes”, opinó Marcel Stephan, un escritor que ha visto al Ajax desde finales de la década de 1970. Antony y Martínez terminaron en el Manchester United, donde se reunieron con otra figura significativa que el Ajax perdió este verano: el entrenador Erik ten Hag.

Se podría decir que el club no los envió con sus mejores deseos. Antony se había rehusado a entrenar para forzar su traslado —e incluso después de eso el Ajax lo retuvo lo suficiente como para obligar al United a pagar 101 millones de dólares por su firma— y Martínez supuestamente confrontó al director deportivo Gerry Hamstra porque percibía poca disposición del club para dejarlo ir.

Aunque se avecinaba la partida de Antony, el remplazo de Ten Hag como entrenador, Alfred Schreuder, ya había dejado claro que creía que se habían hecho demasiados cambios. “Ya hemos dejado ir a muchos jugadores”, comentó cuando se enfrentó a la posibilidad de perder al brasileño. “Queremos quedarnos con una escuadra fuerte. Han llegado nuevos jugadores y les hemos contado nuestros planes”.

El consuelo, para el club, es obvio. El presupuesto anual del Ajax es cercano a los 170 millones de dólares. Tan solo las ventas de Martínez y Antony generaron unos 150 millones de dólares. Ese dinero no solo le permitió al Ajax romper el récord de transferencias neerlandesas al firmar a Steven Bergwijn del Tottenham, sino también costear una nómina que supera por mucho a cualquiera de sus rivales a nivel nacional. Esa ventaja económica le ha ayudado al Ajax a ganar todos los títulos de la Eredivisie desde 2019.

El efecto en los aficionados del Ajax es más complejo, una destilación casi perfecta de todos los beneficios, bendiciones, desequilibrios y desigualdades del fútbol moderno; en efecto, es difícil pensar en un club que haya estado más expuesto a las consecuencias de la reverencia voluntaria del deporte a un libre mercado cruel.

Claro está que hay tristeza, una conciencia de que —como lo dijo Gnocchi— el “éxito del Ajax también es su ruina”, saber que mientras mejor sea en la producción de jugadores, mayor certeza habrá de que esos jugadores se irán.

También hay una sensación de “si tan solo”: si tan solo Gravenberch hubiera jugado al lado de De Jong, en vez de en su lugar; si tan solo Antony se hubiera quedado un año más; si tan solo el club no estuviera involucrado en algo que es, por naturaleza, una tarea sisífica. “Siempre es doloroso cuando se van los jugadores”, opinó Marjan Olfers, profesora de Deporte y Derecho en la Universidad Libre de Ámsterdam y otrora miembro del consejo supervisor del Ajax. “No se puede construir un equipo para cinco años. Siempre se debe empezar de nuevo”.

Tal vez Gnocchi haya elegido el nombre de Brobbey para que ocupe el dorso de su camiseta, pero cree que el nombre más popular en las gradas y las camisetas del estadio del Ajax no es la de una superestrella local incipiente, sino el de Dusan Tadic, el enganche veterano del club. Tadic tiene 33 años ahora. Tiene un contrato con el club hasta que tenga 36 años. Es lo más raro del mundo: una apuesta segura.

Sin embargo, también hay orgullo en saber que el Ajax está produciendo, en enormes cantidades, una materia prima que ansían los clubes más ricos del mundo. “Hay cierta belleza en ello”, comentó el autor Menno Pot. También hay esperanza en una gran abundancia, confianza en que mañana no será peor que hoy e incluso tal vez sea mejor.

De manera más crucial, hay un sentido de identidad. Los nombres en las camisetas tal vez sean fugaces, pero el club mismo representa algo que en algún momento temió haber perdido para siempre. Más que nada, eso les da a los aficionados algo a qué aferrarse cuando todo lo demás está en un estado de cambio permanente.


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