CURITIBA, Brasil — En muchos sentidos, Renan Lodi no tiene nada de extraordinario. Lodi, un defensa del club español de fútbol Atlético de Madrid, es uno de los cientos de jugadores brasileños que han cruzado el Atlántico para jugar con clubes europeos en competencias de élite como la Liga de Campeones.
De hecho, más de 50 brasileños han jugado la final. Lodi, de 22 años, espera sumarse a ese grupo a fines de este mes, cuando el Atlético de Madrid y otros siete equipos del más alto nivel se reúnan en Portugal para finalizar el torneo de este año que fue postergado por la pandemia.
Sin embargo, aunque a Lodi todavía le faltan tres victorias para levantar el trofeo, su odisea europea ya ha demostrado ser rentable para la empresa que lo descubrió en una escuela de fútbol poco conocida cuando tenía 13 años. También ha validado un curioso proyecto empresarial construido en torno a primeras inversiones en una exportación valiosa y abundante de Brasil: el talento futbolístico.
Desde la década de 1970, la familia Stival ha dirigido un exitoso negocio de suministro de alimentos, uno de los más grandes de su tipo al sur de Brasil, desde la ciudad sureña de Curitiba. Hace unos quince años, la familia centró su atención en el fútbol. Como millones de familias brasileñas, los Stival son seguidores apasionados del juego. Sin embargo, no pudieron dejar de notar cómo los futbolistas cada vez se convertían más en mercancía, comprada y vendida por millones de dólares, al igual que las toneladas de frijol, arroz y granos que la familia Stival comerciaba cada semana.
Según el razonamiento de los Stival, si los jugadores se habían vuelto una mercancía, por supuesto que también podrían encontrar una manera de ganar dinero comerciando con ellos.
“La idea era invertir en este negocio porque Brasil siempre gana dinero en este negocio”, comentó Rafael Stival en una entrevista realizada el año pasado, cuatro meses antes de que Lodi se sumara al éxodo de más de 300 futbolistas que dejaron Brasil para jugar en ligas extranjeras en 2019.
En su oficina del Trieste Futebol Clube —el equipo no profesional de Curitiba que sirve como base para sus intereses en el deporte—, Stival, un hombre corpulento de pelo negro y con una pesada voz de barítono, describió cómo, después de los primeros deslices e incontables errores, le había dado forma a un negocio a partir de la explotación de los talentos más jóvenes de Brasil, a los que educan por un breve periodo en el Trieste y luego, en cuanto tienen la oportunidad, logran firmarlos en los clubes profesionales de élite del país.
Para Stival, quien dirige la operación familiar del fútbol, invertir en jugadores jóvenes es una apuesta a largo plazo, un proceso que comparó con plantar semillas que algún día crecerán hasta convertirse en árboles frutales. Y Lodi es su mayor éxito hasta la fecha.
En 2012, cuando Lodi tenía 13 años, uno de los ojeadores de Stival lo detectó en una escuela de fútbol en el interior del estado de São Paulo (que tiene una población de 44 millones de habitantes), y lo invitó a viajar a Curitiba para que le hicieran una prueba más cercana. Le fue tan bien que lo contrataron en el programa no profesional de la familia Stival antes de mudarse a vivir en el centro de entrenamiento del Atletico Paranaense, poco tiempo después de que cumplió 14 años.
El verano pasado, a los 21 años, Lodi dio el paso a Europa, en un acuerdo que fue destacado por su tamaño —16 millones de euros (poco más de 18,8 millones de dólares)—, pero también por su destino, el Atlético de Madrid, uno de los mejores clubes del continente.
En una entrevista que concedió en agosto desde España, Lodi mencionó que recordaba bien esos primeros días en el Trieste: la soledad, el miedo, las llamadas nocturnas con su padre durante las cuales le suplicaba para regresar a casa.
Sin embargo, también recordó cómo la comida en el Trieste y, luego, en el Paranaense fue mejor de lo que jamás había sido en su casa, y cómo sus habilidades futbolísticas siempre tuvieron una implicación mayor que una carrera profesional. Sus pies iban a determinar el futuro de toda una familia atrapada en la pobreza, algo que hasta un chico de 13 años podía comprender.
“Siempre me puse esa meta en mente, ¿sabes?”, comentó Lodi después de una reciente sesión de entrenamiento. “Me dije: ‘Voy a ser el padre de la familia. Voy a perseguir mis sueños y voy a intentar darles una mejor vida en el futuro’”.
La transferencia del año pasado cumplió ese sueño, pero también por fin produjo un importante pago para Stival, quien obtuvo una tajada del 30 por ciento de la tarifa de transferencia: unos 4,8 millones de euros (alrededor de 5,6 millones de dólares).
Ese tipo de pagos son cruciales para las ambiciones de Stival en el fútbol, y la razón por la que firma a decenas de jóvenes jugadores y luego los mueve rápido hacia alguno de los clubes más grandes con los que tiene acuerdos de desarrollo: mientras más semillas plantes, más posibilidades tendrás de que una produzca frutos.
La transferencia de Lodi a Madrid representó tan solo la segunda transacción de un jugador descubierto en la operación de Stival desde que comenzó en 2005. No obstante, según Rafael Stival, en ese único acuerdo, la familia recuperó más de la mitad de su inversión total.
En una entrevista realizada este mismo verano, Stival comentó que esperaba que el índice de ventas aumentara ahora que decenas de sus reclutadores habían ascendido en la cadena alimentaria del fútbol. Más de 100 jugadores que alguna vez estuvieron en los libros del Trieste ahora están registrados en equipos profesionales, y la mayoría está en el Athletico Paranaense o en el gigante de Río de Janeiro, el Flamengo. Los dos clubes han establecido acuerdos de colaboración que les otorgaron el derecho a tener preferencia de compra sobre los jugadores del Trieste.
Stival tiene un acuerdo por separado con el Trieste, un exitoso equipo no profesional que fundaron los inmigrantes italianos en 1937. A cambio de invertir una considerable suma en sus instalaciones, la familia Stival tiene el derecho de usar el club durante 20 años como base para su negocio de fútbol, un contrato que expira en 2025. Esa inversión también permite que Stival se lleve una comisión de las tarifas de transferencia porque, conforme las regulaciones internacionales de transferencias, tan solo los equipos pueden obtener ganancias de las ventas de los jugadores.
Stival, sentado debajo de siete mapas grandes de los estados de Brasil, explicó cómo son descubiertos los jugadores. Cerca de media docena de ojeadores —entre ellos Stival— se van durante meses a misiones en lo profundo del interior de Brasil y analizan a cientos de jugadores a la vez. Los datos sobre prodigios locales provienen de una red de entrenadores locales, maestros de escuela y otras personas, una fábrica de rumores que ha llevado a Stival a algunas de las partes más remotas del país, incluida, al menos en una ocasión, una reserva indígena.
Durante cinco años, el Trieste tuvo un acuerdo exclusivo con el Atlético Paranaense, uno de los dos máximos exponentes del fútbol profesional de Curitiba, una ciudad de 1,8 millones de personas. Más de 60 jugadores, entre ellos Lodi, habían pasado del Trieste a las instalaciones del Paranaense, ahora uno de los mejores de Brasil, antes de que el contrato terminara de manera abrupta en 2018. Por medio de un mensaje de WhatsApp, el presidente del Atlético Paranaense señaló que la institución simplemente había decidido manejar de forma interna la mayoría de sus esfuerzos de caza de talentos y desarrollo de jugadores juveniles.
Para Stival, la decepción fue breve. Según él, menos de 24 horas después, funcionarios del Flamengo llegaron a su oficina para negociar términos. Se llegó a un acuerdo y ahora, en vez de quedarse en Curitiba, las mejores promesas del Trieste fluyen hacia Río.
Sin embargo, el año pasado ocurrió un desastre. Un incendio arrasó con un dormitorio temporal en las instalaciones de entrenamiento del Flamengo que albergaba a un grupo de jóvenes aspirantes: diez murieron, tres de ellos habían llegado a través del Trieste. Las muertes produjeron una atención tardía en la manera en que Brasil, el principal exportador de talento futbolístico del mundo, cuida a miles de niños y jóvenes que entran en las estructuras deportivas con la esperanza de superar sus expectativas.
Rápidamente, surgieron ejemplos perturbadores en otros clubes —dormitorios atestados, condiciones peligrosas, una supervisión deficiente— y las autoridades cerraron a los peores infractores y prometieron una mayor vigilancia.
No obstante, en el Trieste, ocurrió algo extraño. Algunos padres ilusionados que sabían del vínculo del club con la academia de juveniles del Flamengo comenzaron a ponerse en contacto. Le preguntaron al club si también podría examinar a sus hijos.
En aquel entonces, Stival tan solo pudo negar con la cabeza. Un año más tarde, con el ingreso de Lodi, las operaciones del Trieste siguieron su expansión. En los últimos dieciocho meses, el Flamengo ha reclutado a más de 30 jugadores del Trieste para que formen parte de sus filas de juveniles y quienes no pueden encontrar lugar ahí son enviados a otras partes. Stival espera que sus inversiones todavía puedan producir otro inmenso pago.
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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