Moscú, 1 oct (EFE).- El coreógrafo valenciano Marcos Morau, director de la compañía de danza “La Verona”, ha desembarcado en Rusia, la meca del ballet clásico, para ampliar los horizontes de la danza contemporánea a los ojos del espectador ruso y participar en el festival “Context”, organizado por la bailarina Diana Vishniova.
“El público ruso de danza tiene una fuerte carga clásica, donde el ballet ha forjado unos cimientos muy férreos, pero los nuevos lenguajes, el progreso, la contemporaneidad, comienzan a aterrizar” en Rusia, declaró el creador español a Efe.
Morau, galardonado con el Premio Nacional de Danza de España y el premio extraordinario del Instituto de Teatro de Barcelona, celebró la oportunidad de participar en la novena edición del festival de danza contemporánea “Context”, que transcurre en Moscú y San Petersburgo del 29 de septiembre al 3 de octubre.
Este evento cuenta con un amplio programa de presentaciones, talleres, sesiones teóricas y muestras de audiovisuales.
Su principal gestora y fundadora, Vishniova, es solista del Teatro Mariinski de San Petersburgo y del American Ballet Theatre (ABT) de Nueva York, y compagina armónicamente la formación clásica con su amor por la danza contemporánea.
“Diana y todo su equipo están intentando traer gente de afuera para que compartan sus conocimientos y sus deseos con el público ruso”, afirmó Morau.
Según el fundador de “La Verona”, el arte ruso cuenta desde hace años con “referentes muy contemporáneos como (el cineasta ruso Andréi) Tarkovski” y otros creadores de vanguardia, pero la danza contemporánea aún tiene un buen tramo que recorrer, aunque “es cierto que hay toda una escena emergente que está viniendo”.
Morau, que prefiere ser considerado un director de escena más que escenógrafo debido a su formación, más vinculada a la fotografía y el teatro, ha traído a “Context” su obra “Pasionaria”, una antiutopía que imagina el futuro de una humanidad sofocada por las tecnologías y desprovista de sentimientos.
“Nos obliga a cuestionarnos hacia dónde vamos, qué tipo de acercamiento existe con el otro, cómo se entiende el amor, la familia, la amistad, la sociedad, la política”, explica.
Los danzarines salen a escena, un local estanco, en penumbras, lúgubre, al son de una banda sonora que compagina música con efectos de pasos, sonidos de vídeo juegos, diversos ruidos, para reforzar la atmósfera opresiva de una existencia sin sentimientos.
Los movimientos de los personajes que habitan el planeta ignoto llamado Pasionaria son sesgados, como maquinarias surrealistas, muñecos de cuerda creados para ejecutar acciones iterativas pero privadas de emoción.
“Como una pequeña comedia, ‘Pasionaria’ transcurre sin mucho sentido narrativo, donde todo está acelerado, sin ningún orden aristotélico donde haya una introducción, un desarrollo y un desenlace. Todo está como nuestro mundo”, explica Morau.
Se trata de “un caos dramatúrgico voluntario que de alguna manera obedece a los tiempos de Instagram, de Twitter, del Facebook”, ligados a la inmediatez, lo pasajero que no se asienta en el corazón, “una especie de paranoia con tintes de comedia, aunque al final la gente no suele reír, la gente se pone muy tensa”, afirma.
“En un lugar carente de emoción y pasión se levantan siete personajes perdidos, intentando entender la raza humana, intentando llevar a cabo la procreación, y al final fracasan”, resume el director de La Veronal.
Fernando Salcines
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