El ecuatoriano Betancourt, entre "cómplices" de la nueva escapada de las meninas en Madrid

Quito, 7 nov (EFE).- El ecuatoriano Miguel Betancourt figura entre los artistas “cómplices” de la nueva escapada de las meninas del Museo del Prado, y con sus pinceladas decoró en España una escultura de la Infanta Margarita que se exhibe desde este mes en Madrid, inspirada en el amarillo del florecimiento de los guayacanes.

Y es que Betancourt ha sido invitado por España para participar en la puesta en escena del proyecto en el que las meninas “se escapan” del cuadro “La familia de Felipe IV” o “Las meninas”, la obra maestra del pintor Diego Velázquez, acabada en 1656.

En el óleo de grandes dimensiones, en el que las figuras del primer plano están a tamaño natural, aparece el retrato de la infanta Margarita de Austria, hija del rey Felipe IV y Mariana de Austria, rodeada de sus sirvientas, “las meninas”.

Con el proyecto del “escape” (que se realiza hace varios años), esculturas de tamaño medio de las meninas decoradas por artistas invitados se colocan en lugares emblemáticos de Madrid, donde ahora también se evidenciará el arte de Betancourt, de cuya paleta “renacieron” en 2018 las meninas con una explosión de color andino.

Betancourt comentó a EFE que su “menina” inspirada en la Infanta Margarita está expuesta en calle Serrano 94, en el barrio Salamanca.

Bajo el título “El guayacán florece en Madrid”, Betancourt planteó un relato en torno al color amarillo: su magia y pertinencia con Ecuador y el ser humano.

“He tomado como elementos icónicos el florecimiento de nuestros guayacanes, árbol melífero y lleno de esplendor, por tanto, maravilloso. Con este color de oro, tal cual las flores del guayacán, se ha elaborado una corona para ceñir la cabeza de nuestra Venus de Valdivia, como si esta fuera una reina”, explicó.

En la parte posterior de la cabeza se advierte una guirnalda; mientras que, por delante, luce el rostro de una Valdivia. Estos capullos dorados también penden, a mitad de la basquiña, por los dos lados, como si fueran flequillos, o quizá las anudaciones de los ancestrales quipus, el sistema de contabilidad con cuerdas anudadas que manejaban los antiguos incas.

“El ramaje curvilíneo del árbol se imbrica perfectamente con la estructura, como si fuera guardainfante, de esta amplia vestimenta. Luego, en la parte inferior, al término de esta gran pollera, he insinuado los pliegues con las formas ondulantes de color amarillo, acentuadas rítmicamente con unas pocas líneas negras”, detalló.

En esta obra, el Sol no es el único que unge de amarillo la naturaleza, sino también la Luna. Este resplandor dorado está presente en uno de los hombros de la mujer.

Así, guayacán, Sol y Luna insuflan fuerza, dinamismo amistad, fortaleza, calor, confianza y también poesía, “indispensable para fortificar el alma de los seres humanos, en todo el mundo”, dijo.

Al ser lo fitomórfico una de las vetas de su plástica, gran parte de su producción tiene que ver con lo arbóreo, con la naturaleza en general, con la vida, y por ello eligió un árbol mítico del sur de Ecuador para su menina en Madrid.

Con lo arbóreo también hace referencia al universo animal, “de ahí que las flores sugieran alas de mariposas y pájaros amarillos, tal cual nuestra rica fauna natural”, indicó Betancourt, uno de los artistas más destacados de Ecuador.

En 2018, Betancourt presentó la exposición “Ninfas, meninas y la mirada del pintor”, en la que estableció con Velázquez “un diálogo” al que también “invitó” a Pablo Picasso, para ofrecer al público 44 acuarelas y óleos con nuevas y variadas versiones del famoso cuadro.

En la muestra interpretativa, Betancourt incluyó paisajes de su país y mariposas multicolor.

Cubismo, “pop art” y arte geométrico proyectaron así a una infanta Margarita rodeada de su servicio, en múltiples colores y diversos escenarios, con los que Betancourt trastocó lugares y personajes en una original narración pictórica sobre tela, papel de arroz, yute e, incluso, los restos de un antiguo vestido.

Nacido en 1958 y con medio centenar de exposiciones individuales en Europa, Asia y América, y un número superior en colectivas, el autor ecuatoriano quiso con su interpretación de las meninas que Velázquez “pasee” por los Andes.

Por ello, puso trazos de su natal Cumbayá, al norte de Quito, así como de edificaciones coloniales de Ecuador, y ahora busca que los viandantes de Madrid vivan el florecimiento de los guayacanes de Ecuador gracias a su arte y de la mano de la Infanta Margarita.

Susana Madera


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