Sin trabajo, con poco dinero y viviendo en Arabia Saudita en pleno Ramadán -una celebración islámica que se basa en un fuerte y riguroso ayuno-: así se encuentra actualmente Mateo Belvedere, un profesor de crossfit argentino que, como le ocurrió a tantas personas, se encuentra varado en un país con grandes diferencias culturales y sin posibilidades de regresar a su tierra natal.
Este joven de 24 años comenzó su travesía cuando viajó desde Buenos Aires hasta la ciudad de Riad (o Riyadth, en su idioma original), capital de esta nación de Medio Oriente, para trabajar en el gimnasio Lionizer, que lo había contratado para dar clases en el lugar y representar al establecimiento en las competiciones locales.
No se fue solo, ya que al momento de cerrar el trato los dueños del local le pidieron que recomendara a otro entrenador, y así fue como Agustín Morales, un año más grande que él, se sumó al proyecto.
Los dos llegaron a Arabia el 13 de septiembre del año pasado y dos días después comenzaron a trabajar, pero los contratos tenían un límite de tiempo y ambos habían acordado que el 2 de abril regresaban a la Argentina para continuar con su vida habitual. No obstante, en el medio surgió la pandemia de coronavirus y el 20 marzo último, la aerolínea en la que iban a volver anunció que cancelaba el vuelo.
“Me vine porque me contrataron para competir siendo auspiciado por el lugar y también para dar clases. Doy 4 horas de clases y el resto del tiempo participo de ciertas competencias. Hay algunas que son en equipo y otras son individuales. Yo en Buenos Aires era especialista en las de equipo, pero acá es todo individual y me tuve que adaptar. Me cambié de categoría y en una salí segundo, en otra estuve en mitad de tabla”, relató Belvedere a Infobae.
El profesor de crossfit explicó que el problema surgió porque “para poder irte del país, es necesaria una ‘Exit Visa’, que es como un permiso que tu empleador te da y que te habilita a salir de este país”. Sin ese documento, no puede regresar.
“Lo que pasó con nosotros fue que habíamos acordado, antes de que pasara todo esto del coronavirus, que la empresa nos iba a contratar hasta abril. Cuando se canceló mi vuelo, me pidieron que me quedara un mes más. Ese tiempo ya pasó y ahora me dijeron que si quería tener una ‘Exit Visa’ para cuando la necesitáramos (cuando surgiera un vuelo de repatriación), tenía que renunciar. Sino, me tenía que comprometer a quedarme y renovar siempre por otros 30 días”, recordó el joven.
Su decisión fue la primera, ya que confiaba en que pronto las cosas se iban a solucionar con la aerolínea, sumado a que el ambiente laboral en el que estaba no era el mejor porque el gimnasio les redujo a la mitad sus salarios cuando comenzó la pandemia.
“Yo les dije a los dueños del lugar que no podía comprometerme a quedarme porque no sabía si mi embajada iba a responder rápido a mi problema o no. Tuvimos que rescindir el contrato. De hecho, en un rato voy a ir para allá porque nos iban a pagar el último sueldo hace tres días, peo nunca nos llegó”, se lamentó.
En estos momentos, Belvedere se encuentra “sin trabajo y con poca plata”, mientras que el consulado argentino “dice que trabaja en un vuelo”, pero advierten que esta solución “va a tomar bastante tiempo”.
“Lo bueno es que las autoridades nos responden y nos hablan a diario, pero nosotros estamos a 12 mil kilómetros de nuestros hogares y yo me estoy quedando en el departamento que me dio la empresa. Por ahora todo bien, me dijeron que me podía quedar un tiempo más, pero si me dicen que me tengo que ir, no sé qué voy a hacer”, agregó.
El profesor de crossfit es parte de un grupo de 70 argentinos que están en Arabia Saudita, de los cuales solamente 10 quieren volver al país, por lo que no tienen muchas maneras de presionar a los representantes del consulado en Riad, que además se encuentra en plena celebración islámica.
“Ahora es Ramadán. Es el mes santo de los musulmanes y cuando rompen el ayuno lo hacen a las 18:20, que es la hora del rezo. Por esta razón, el Gobierno abrió todo en plena cuarentena, los comercios y sobre todo los restaurantes se llenan de gente a esa hora, es una locura”, comentó.
Para cerrar, Belvedere contó una anécdota que le pasó en esta situación, y que muestra el choque de culturas: “Fuimos a comprar un libro y nos pusimos en la fila a tomar un café y un agua. La gente te mira mal porque no pretenden que te sumes al Ramadán, pero si vos comés en frente de ellos te hacen sentir como que los estás burlando, lo sienten como una ofensa”, explicó.
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