El capitán de ultramar Marcelo Covelli estaba sentado en los estudios de Canal 26. Con mis compañeros Emiliano Giménez y Verónica Ressia los entrevistábamos por la desaparición del ARA San Juan. Era mediado del caluroso enero pasado. En una de sus respuestas el perito suelta una frase que en la vorágine del “vivo” pasó como otras tantas:
“El submarino argentino detectó, en la navegación anterior un submarino nuclear, probablemente inglés, ya que el nuestro estaba navegando cerca del área Malvinas, aunque dentro de nuestra zona económica exclusiva”.
No hubo posibilidad de repreguntas o profundizar sobre el bombazo que Covelli había lanzado al aire por primera vez.
El productor, a través de la “cucaracha” había cantado “al corte, redondeen”. Fue durante esa tanda comercial de siete minutos que le pregunté al especialista si tenía como sostener sus dichos.
“Está en la causa. Y fue escrito por el comandante del submarino (Pedro) Fernández, el 18 de agosto de 2017. Está firmado por él, y elevado a sus superiores, así que nadie te lo puede negar”, me dijo.
A partir de ese momento ni un solo día dejé de investigar la tragedia del único submarino nacional que presuntamente estaba en condiciones de patrullar el mar argentino.
Por la manera en que concibo el periodismo de investigación, la sola palabra de Covelli no alcanzaba para informar sobre esa noticia en Infobae.
Necesitaba la documentación. Y así comenzó un largo recorrido de casi dos semanas hasta que los papers “secretos” y “confidenciales” me fueron entregados en un pendrive negro que aún conservo.
Era parte de la causa que se tramitaba –y aún lo hace- en el juzgado federal de Caleta Olivia, a cargo de Marta Yañez.
El lenguaje de los informes estaba a kilómetros de mi comprensión. Por eso, la segunda tarea fue contactar a un especialista para que me ayudara a entender cosas obvias para un marino.
Gracias a esa asesoría, logré dimensionar el contenido de los archivos digitalizados. Por ejemplo, que el capitán Fernández había denunciado el ingreso de agua de mar en la misma navegación que dos sonaristas habían detectado al “submarino nuclear” y otro tipo de problemas.
Hacía años que mi corazón no latía tan fuerte. Y mis dedos se desesperaban por volcar al teclado la información incontrastable que tenía en mi pequeño escritorio, frente a la computadora.
Finalmente, y después de hablar con las autoridades de Infobae, el 30 de enero de 2018, se publicó mi primera nota sobre la desaparición del buque de guerra:
“Exclusivo: un documento secreto reveló que el ARA San Juan había detectado un submarino nuclear británico en una misión anterior”.
Ese era el título. La bajada aportaba más datos: “Los registros detallan además severas falencias operativas que tenía el buque desaparecido”.
Ese mismo día los medios colegas se hicieron eco de la noticia. Algunos interpretaban libremente cosas que yo no había escrito, como que un submarino inglés los había hundido.
Fue una gran sorpresa escuchar al ministro de Defensa Oscar Aguad que la detección del submarino nuclear era falsa.
Que también era “falso” que en julio de 2017 un pesquero chino intentó embestir al submarino cuando fue descubierto fotografiando a los buques comerciales extranjeros que presuntamente realizaban tareas dentro de la zona económica exclusiva de la Argentina.
Y más indignación aún me causo cuando la Armada, y el propio Aguad, también desmintieron lo que había publicado en Infobae siempre basado en documentos oficiales. Que la Orden de Operaciones que tenía el comandante del ARA San Juan -tanto en su última patrulla, de la que no regresó, como en la anterior- era realizar tareas de inteligencia, esto es sacar fotos y filmar al sistema de defensa británico en Malvinas.
El tiempo demostró que todo esta era verídico, y que todo esto está acreditado en la causa.
El tiempo también se encargó de desmontar las falsedades dichas por el propio ministro de Defensa –quien después en su despacho me confío que lo habían mal informado a él- que después de la “explosión” y principio de “incendio” en la zona de baterías denunciada por el mismo capitán en su última comunicación, hubo otras “siete llamadas” desde el submarino que no se concretaron.
María Rosa, madre del tripulante desaparecido Fernando Villarreal, lloraba del otro lado de la línea cuando quise conocer su opinión. La doliente mamá no comprendía por qué razón nadie había respondido.
Como también informé, porque hice analizar esas comunicaciones, los supuestos expertos de la Armada habían malinterpretado la planilla incorporada a la causa por la empresa de comunicaciones satelitales. Las llamadas eran “entrantes”, no “salientes”.
La posibilidad de obtener las pericias y comunicaciones de la Armada y el submarino que se incorporaban al expediente, y las declaraciones testimoniales me permitieron publicar y expresarme con certeza sobre las razones del desplazamiento de los mandos directos del área de submarinos; y algo peor, el submarino seguía patrullando a pesar que hacía un año y medio no ingresaba a “dique seco” para su reparación.
Para esta altura, ya estaba acostumbrado –también en la redacción- que ante cada una de estas precisiones, venía la consabida desmentida por parte de las autoridades.
Cada palabra que escribía lo hacía pensando en los familiares de los 44 desaparecidos. Sin embargo, algunos de ellos veían con malos ojos lo que hacía. Entendían que ponía en riesgo la investigación judicial.
Fue Luis Tagliapietra, padre de Alejandro, uno de los oficiales tripulantes desaparecidos y cabeza de una de las tres querellas, quien me llamó por teléfono para alentarme a que siguiese en búsqueda de la verdad.
“Estaba muy enojado con vos, pero finalmente nos dimos cuenta que gracias a las notas de Infobae el tema está en agenda, si no fuera así nadie hablaría del submarino y las responsabilidades de las autoridades por hacerlo zarpar en malas condiciones”.
Esto ocurrió en en marzo pasado. Fue un aliento. Seguí investigando hasta el mismo minuto en que apareció.
Por los documentos que publicamos de manera exclusiva, la jueza prohibió a los abogados querellantes sacar fotocopias del expediente con todas las limitaciones que eso significa.
Sin embargo, tanto las querellas como nosotros seguimos adelante. Sabíamos que estábamos en el camino correcto.
En el camino hubo desaliento: se afirmaba que la sociedad en su inmensa mayoría estaba desmovilizada por la terrible tragedia. Tanto que en tres editoriales donde llevé la propuesta para hacer el libro, me contestaron que en estos momentos de crisis económica se publican libros “vendibles” y la desaparición del ARA San Juan “no interesaba a la gente”.
Anoche nadie durmió en nuestra redacción. Eran las tres de la madrugada y los teléfonos seguían sonando. Luego de 366 días, la muerte de 44 argentinos y el naufragio del submarino está más cerca de la verdad.
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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