“Pittore argentino ritocca il verde di tutti i canali“, rezaba un titular con un alivio, una sorpresa y un jolgorio palpables. Un joven latinoamericano al que habían arrestado por arrojar en los canales de Venecia un químico extraño y que creían potencialmente peligroso no era un terrorista. Al contrario. Era un artista que, armado con un colorante orgánico inofensivo y una creatividad desbordante, el 19 de junio de 1968 decidió devolverle a La Serenissima el espíritu de vanguardia e innovación rupturista que tanto añoraba. Había teñido de verde los canales venecianos.
Se trataba de Nicolás García Uriburu (1937-2016). En ese momento, Venecia era la sede de la Bienal de arte. Él no estaba invitado. Pero aquel detalle insignificante no impidió que este arquitecto y artista emprendiera una de las mayores intervenciones que haya visto la ciudad, hito que lo consagró más tarde como pionero del Land Art, un movimiento en el que obra y paisaje se entrelazan de una manera estrecha e inseparable, y que hoy ve entre sus exponentes vivos más importantes a Christo y Jeanne-Claude.
El Museo Nacional de Bellas Artes inauguró el viernes 29 “Venecia en clave verde. Nicolás García Uriburu y la coloración del Gran Canal”, que se expondrá hasta el 30 de septiembre y que conmemora los cincuenta años de la intervención. La muestra, curada por Mariana Marchesi −directora artística del Museo−, se concentra en el período de 1968 a 1974, y reúne serigrafías, fotos intervenidas y piezas documentales referentes a la coloración de 1968 y otras coloraciones históricas, así como un selecto grupo de pinturas realizadas en esos años.
Una acción que se convertiría en hito histórico
En el medio de una sociedad agitada por el torbellino del Mayo del ’68, una pareja de argentinos viajaba desde París hasta Milán. Él tenía 30 años, ella, 24. “Nicolás era absolutamente un rebelde”, manifestó en diálogo con Infobae Blanca Isabel Álvarez Toledo, su mujer, testigo clave de la acción artística que tiñó los canales de Venecia de un verde fluorescente y ojo detrás de la lente que inmortalizó uno de los acontecimientos más audaces de la escena artística del siglos XX. “Era un enamorado de la naturaleza y criticó total del statu quo en todo sentido”.
Y como todo rebelde, García Uriburu estaba aburrido. “Me contó de su idea en el taller de París donde vivíamos desde el ’64. Estaba cansado de pintar encerrado en ese cuarto y quería salir de la tela”. Así, se le ocurrió lo que el crítico de arte francés y amigo Pierre Restany más tarde catalogó como “un golpe maestro, una espléndida demostración de higiene moral del arte“. Él también acompañaría al artista y a Blanca durante aquel día verde veneciano. Así, en un cuartito de 4 x 4 en la Cité des Arts, la idea ya había nacido.
El plan ya estaba en marcha. Desde París, Blanca y Nicolás -junto con su perro salchicha Beto- viajaron a Milán para comprar el colorante que teñiría las aguas de la ciudad de los canales. La sustancia era fluoresceína, un colorante orgánico completamente inocuo que no supondría ningún tipo de riesgo para la flora y la fauna autóctonas.
“Se puede decir que el verde lo eligió a Nicolás porque el producto elegido al reaccionar con el agua daba verde. Y además él adoraba la naturaleza y el verde de las plantas. Por lo tanto, el verde lo eligió a él“, sentenció Blanca, quien por aquella época era modelo de Pierre Cardin. El color, al azar, que se desprendió del contacto de ese polvo con el agua marcaría el espíritu medioambientalista que definiría la ideología con la que García Uriburu salpicaría toda su obra a partir de ese momento y hasta el final de sus días.
Lo llevaron en bolsas, que subieron junto con sus valijas al tren que los llevaría hasta Venecia. En la Piazza San Marco se encontraron con una efervescencia única, creada por una fusión entre la Bienal de arte más importante del mundo y las protestas estudiantiles. Se hospedaron en un pequeño hotel cerca de este punto neurálgico.
De jóvenes subversivos a héroes vanguardistas
La coloración comenzó a las seis de la mañana de ese lunes 19 de junio. La marea estaba alta esa mañana, y contaban con la colaboración de los gondolieri -los que mejor conocen las idas y venidas de las aguas de los canales-, factores que ayudaron a una mayor propagación del color. “La ayuda de los gondolieri fue esencial porque ellos conocían el movimiento de las aguas, ellos sabían de arte y entendieron perfecto la trascendencia de lo que Nicolás quiso hacer al extender el arte a la naturaleza. Ellos pertenecen a una casta importantísima en Venecia y fueron fundamentales“, recordó Blanca.
Así, García Uriburu se subió a la lancha de su amigo gondolero Memo, mientras que Blanca se subía a otra. Él lanzaría el colorante desde la suya, y ella fotografiaría la acción, desde el agua, y luego desde un puente. Fueron unos minutos, y luego decidieron separarse. Venecia estaba alerta. Ya se había corrido la voz de que un “loco”, un “terrorista”, había estado arrojando al agua un químico peligroso e inflamable y que pretendía incinerar la ciudad entera.
Y apareció la policía para detenerlos. Blanca logró huir. Ocultó su cámara debajo del tapado y se fue hacia el hotel con su perro Beto. En la puerta del alojamiento la reciben tirándole la valija a la calle y gritándole “sinvergüenza, terrorista, fuera”. Con el can y las maletas a cuesta decidió refugiarse en un bar, y luego en otro. La radio daba la alarma y anoticiaba a la población de una evacuación: “Peligro. Lleven a los niños a la estación. No corran. Con calma”.
Ella estaba asustada. ¿Y si les habían mentido en Milán? ¿Y si la sustancia no era inofensiva como les habían dicho? En ese caso, iban a pasar la vida en la cárcel. Eran dos argentinos, solos en un país extranjeros. Para las autoridades serían vistos como jóvenes y peligrosos. Radicales y terroristas. “Hasta último momento tuve miedo”, reconoció.
Cuando ya las esperanzas estaban por agotarse, y el panorama parecía completamente oscuro. Apareció Restany, del que se había separado para pasar desapercibidos. Estaba eufórico y feliz. En la radio anunciaban que no había peligro alguno, que todo se trataba de una obra de arte de un argentino, que Venecia estaba a la vanguardia.
Liberaron a García Uriburu. Lo devolvieron a Venecia desde Milán, a donde se lo habían llevado para interrogar y para analizar la sustancia que había esparcido en el agua. Él y Blanca se abrazaron en la calle. La gente se le acercaba para felicitarlo, para saludarlo, para charlar un rato con ese argentino loco que había puesto a La Serenissima de nuevo en el mapa de la innovación y la creatividad.
“Pasé de sentir una enorme angustia al principio, porque me asusté mucho, a una alegría total. Él no le tenía miedo a nada y yo lo admiré por eso“, rememoró Blanca sobre su querido Nicolás: “Fue un gran amor, por lo menos hablo por mí. Fuimos muy felices y nuestra unión espiritualmente no se rompió nunca ni se romperá”.
Una idea nacida a partir de la inquietud de un artista; una hazaña furtiva y sin autorización en el epicentro de una celebración artística en el seno de una ciudad histórica; una pareja de enamorados unida por la aventura. Un hecho artístico sin precedentes que luego García Uriburu repetiría en otros rincones del mundo con su estandarte ambientalista. Un impacto con escala global.
“Fue fundamental porque apareció una nueva perspectiva en el arte”, sentenció Blanca. ¿Sería una acción de este tipo posible hoy con el clima que se vive hoy en Europa? “Con Nicolás todo sería posible porque él arriesgaba su vida por salvar un árbol. Él no tenía miedo a nada y defendía sus ideas sin importarle nada“. Así, la mujer detrás de la cámara recuerda al hombre que con un espíritu inquieto y tenaz causó una revolución en tono verde.
*Con el apoyo de la Fundación Nicolás García Uriburu y la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes, la exposición “Venecia en clave verde. Nicolás García Uriburu y la coloración del Gran Canal” se inauguró el viernes 29 de junio a las 19 en el Museo Nacional de Bellas Artes, Avenida del Libertador 1473, donde se podrá visitar hasta el 30 de septiembre, en las salas 39 y 40, de martes a viernes de 11 a 20, y sábados y domingos de 10 a 20, con entrada libre y gratuita.
SEGUÍ LEYENDO
Nicolás García Uriburu, el artista que hace 50 años tiñó Venecia de verde
Barrio Joven, la incubadora de la experimentación artística de arteBA
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
Sé el primero en comentar en"El día en el que Nicolás García Uriburu tiñó de verde los canales de Venecia, según la mujer que lo inmortalizó"