El conflicto en Colombia ha estado marcado por la violencia y la crueldad, en el ‘país del sagrado corazón’ los diferentes actores armados han utilizado el terror como la principal herramienta para advertir a sus enemigos; tal vez por esta razón en la década de los noventa las masacres tomaron una nueva dimensión al ser mensajes de sangre sobre un nuevo control territorial ejercido por las milicias de extrema derecha.
Entre las masacres que horrorizan y que transcurrieron en los años 90 sobresale la ‘Operación Génesis’, una ofensiva realizada por el Bloque “Elmer Cárdenas” de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en la que paramilitares incursionaron en el municipio de Río Sucio (Chocó).
Allí los delincuentes uniformados desplazaron, torturaron y mataron a varios habitantes del caserío Bijao, entre uno de los hechos más infames aparece la muerte del afrodescendiente Marino López a quien decapitaron y según el testimonio de un sobreviviente en un acto de inhumanidad los ‘paras’ jugaron fútbol con su cabeza.
El horrible y macabro suceso transcurrió el 25 de febrero de 1997, en esa tarde sujetos armados interrumpieron la tranquilidad del municipio con el pretexto de limpiar el lugar de la guerrilla de las Farc por lo que comenzaron a retener a los hombres del caserío y destruir y robar las pocas cosas de los habitantes de Bijao, entre el frenesí de las AUC habría ocurrido uno de los hechos más viles e inhumanos del sangriento conflicto, los ‘paracos’ que inicialmente le habían solicitado bajar unos cocos a Marino López lo mataron y habría profanado su cadáver jugando fútbol con su cabeza.
“Lo insultan, lo golpean. Uno de los criminales coge un macheta y lo corta en el cuerpo, MARINO intenta huir, se arroja al río, pero los paramilitares, lo amenazan, ‘si huye, le va peor’. MARINO regresa, extiende su brazo izquierdo para salir del agua. Uno de los paramilitares le mocha la cabeza con la macheta. Luego le cortan los brazos en dos, las dos piernas a la altura de las rodillas. Y empiezan a jugar fútbol con su cabeza. Todas y todos lo vimos. Ya no había nada más que decir, qué hablar. Todo estaba dicho. Endiablados, sin ninguna fe, ninguna moral. Todo gris, el alma, el cielo, la tierra. Todo se hizo silencio. Todo fue terror. El bombardeo del cuerpo, el bombardeo del alma. La muerte se hizo un juego”, señaló el testigo en un testimonio tomado de Justicia y Paz.
El excomandante paramilitar Freddy Rendón Herrera más conocido como ‘El Alemán’ ha resaltado que en el homicidio de Marino no ocurrió la oscura escena de los paras jugando fútbol con la cabeza cercenada ya que es un comportamiento propio de “la morbosidad y la ‘depravación’ psicológica”, aunque hay más personas que aseguran ser víctimas de este horripilante método.
La víctima se remontaría al 2002 en la ‘Operación Orión’, una ofensiva en la que las Fuerzas Militares tomarían el control de varias comunas en Medellín en las que aseguraban había estructuras guerrilleras. La operación tuvo una clara participación de los paramilitares, inclusive hay una foto muy famosa en la que se aprecia a un comandante ‘para’ dándole órdenes a uniformados del Ejército.
En aquella ofensiva entre fuerzas paramilitares y del Estado se habría aparentemente repetido la macabra escena de los sanguinarios asesinos jugando fútbol con una cabeza. La lideresa paisa Daisy Flores indicó que cuando ella tenía tan solo cuatro años evidenció el terrible homicidio.
“Mi tío fue una de las primeras víctimas(…), salió de la casa para abrir una canilla –grifo–, pero los paramilitares le echaron el lazo y aunque les enseñamos su cédula para que vieran que no eran guerrillero dijeron que no les importaba. Delante de todos le cortaron la cabeza con una motosierra(…). Jugaban al fútbol con la cabeza, antes de colgarla en el colegio. No se me puede olvidar”, comentó en la cadena radial SER.
A pesar de la negación de ‘El Alemán’, los testimonios involucran a integrantes de las AUC deshonrando y profanando cuerpos de víctimas inocentes. Pese a que fue condenado a más de 25 años de prisión el general (r) Rito Alejo quien comandaba la XVII Brigada del Ejército con sede en Carepa (Urabá antioqueño) por la aparente complicidad con esta masacre y más acciones de las autodefensas, las 86 víctimas de asesinatos, de desapariciones y de tortura no conocen a ciencia cierta los autores materiales de los horrores vividos aquella tarde de febrero.
Por lo pronto solo queda hacer memoria de estos horribles crímenes para dejar un precedente de hasta donde llegó la degradación del conflicto y de las instituciones, además de la responsabilidad del país por evitar que horrores como estos se repitan en cualquier parte del territorio nacional.
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