El próximo 22 de agosto el coro Kennedy cumplirá 40 años y ya se prepara para una celebración con grandes invitados, como para estar a la altura de una larga trayectoria reconocida a nivel mundial por la UNESCO por su compromiso artístico y social. A través de estas cuatro décadas, la agrupación compartió escenario con artistas como Mercedes Sosa, Charly García, Milton Nascimento, Ricky Martin, Enrique Iglesias, Alejandro Lerner, Fabiana Cantilo, Los Chalchaleros y María Marta Serra Lima, entre muchos otros. Por sus filas pasaron más de 10 mil integrantes y dio apoyo a comedores y hospitales de todo el país, además de haber prestado su voz, por ejemplo, a distintas causas sociales como la Carpa Blanca de los docentes y campañas de las Madres de Plaza de Mayo, de los familiares de víctimas del atentado a la AMIA y Madres del Dolor. También se hizo presente en campañas mundiales de lucha contra el SIDA y por los Derechos del Niño de UNICEF.
Como todos los años, el coro acaba de lanzar a través de sus redes una convocatoria para renovar su base, que esta vez reviste un carácter más urgente por la intención de llegar con aliento a la fecha de aniversario y a posteriores presentaciones. Sobre todo, porque en el último tiempo su núcleo se vio diezmado a causa de la pandemia: de los 600 participantes estables que llegó a tener en algún momento, el número rondaba los 400 coreutas antes de las medidas sanitarias y actualmente se encuentra en 120. “Nos han ofrecido distintas ayudas, pero después tenés que empezar a cantar canciones que no son de tu repertorio. Nos sostenemos con la cooperadora del coro y por eso estamos invitando a nueva gente a que se sume”, le dijo a Infobae Cultura el director Raúl Fritzsche, quien asegura a los que desean unirse: “La van a pasar bárbaro porque va estar lleno de artistas durante todo el año trabajando con nosotros”.
El ánimo integrador del grupo se refleja en la premisa de que cualquiera puede cantar, algo que Fritzsche pudo comprobar cuando formó el primer coro de hipoacúsicos que acompañó a Xuxa en una de sus presentaciones en televisión junto a Marcelo Tinelli. Hoy puede incorporarse al coro Kennedy cualquier persona con ganas de cantar, no se requiere experiencia previa ni hay una prueba filtro para ingresar. Solamente se pide una prueba de registro para ubicar a los participantes de acuerdo con su rango vocal, edad y disponibilidad horaria. El entrenamiento una vez que ingresan es “más que nada lúdico”, dijo su director: “Tratamos de que la gente se vaya formando dentro del coro, hay ingresantes que a los pocos meses ya están cantando en nuestras funciones”.
Luego de casi dos años de prácticas a distancia que fueron un dolor de cabeza para sus integrantes (“Intentamos hacer zoom y probamos distintas alternativas, pero ninguna aplicación permite que dos personas canten al mismo tiempo”, lamenta Fritzsche), la agrupación pudo retomar sus actividades regulares durante la segunda parte de 2021. Cerraron el año con Raúl Porchetto, Celeste Carballo, César “Banana” Pueyrredón y Adriana Varela en su sede de San Vicente y próximamente se presentarán en la localidad de Humboldt, Santa Fe. “Hoy casi es imposible movilizarse. Solamente trasladar al coro, darle alojamiento, no sale menos de medio millón de pesos. Se resintió de una manera total nuestra actividad, porque la gente que antes ayudaba ahora está pidiendo ayuda”, resume el músico.
Aunque no son todas malas noticias para el grupo. Durante 2020, a raíz de un homenaje al poeta uruguayo Mario Benedetti por su centenario, muchas personas que dejaron la Argentina –entre ellas, varios miembros viejos del coro– se sumaron para cantar “Te quiero” junto al compositor Alberto Favero. A raíz de esa iniciativa se fue formando un coro virtual que hoy cuenta con participantes de Canadá, Israel, España, entre otros puntos del planeta. La influencia del conjunto también sigue presente a lo largo del suelo argentino a través del camino iniciado a mediados de los 90 con la gira solidaria Rutas del Alma. Su trabajo y su impronta se han trasladado a muchos coros del país que, a partir del material que le piden, continúan la via abierta por el coro Kennedy.
La palabra solidaridad conforma la columna vertebral del grupo. Treinta años atrás empezaron a hacer conciertos a cambio de comida, luego medicamentos, y, tras su incursión en los sets de televisión de la mano de Tinelli, comenzaron a salir a la calle para acompañar marchas y campañas solidarias. El coro terminó siendo un referente mundial por este tipo de acciones, con las que logró que más gente se acercara, ya no solo por una cuestión musical. Entre tantas otras, Fritzsche recordó la ayuda al comedor de Margarita Barrientos cuando tenía una sola cacerola, o la primera marcha de Blumberg, cuya imagen recorrió el mundo.
Dice que su vocación se remonta a la escuela primaria, cursada en una reserva mapuche donde su papá era maestro de indios. “Él era un industrial que un día dejó todo, hizo la carrera docente y nos llevó de Buenos Aires a Pichi Leufu, en Río Negro. El arraigo de la tierra, ayudar y aprender lo que es el sufrimiento y no tener para comer fueron cosas que se me metieron en la sangre y quedaron casi pegadas a la piel. Toda esa historia familiar me fue formando, después apareció la música y lo que hice fue unir esas dos mitades”, contó.
La agrupación creada en 1982 debe su nombre a la universidad donde cursó sus estudios el director del coro. Durante los primeros años tuvo las características que le imprimían los claustros académicos, interpretaban un repertorio muy clásico que tenía como números puestos el himno nacional argentino y el gaudeamus igitur que se cantan en las colaciones de grado. “Era aburridísimo desde donde lo miraras, pero yo estaba contento porque era mi primer laburo”, recuerda Fritzsche, quien por entonces aceptó la propuesta de las autoridades académicas y armó una primera formación para las ceremonias y actos de la Universidad Kennedy. De espíritu inquieto, el músico pronto ampliaría el espectro de aquellas voces hacia mayores audiencias.
“De a poquito fue creciendo la locura mía de querer hacer cosas diferentes, hasta que en determinado momento el coro trascendió tanto que terminó siendo lo que es hoy: una marca independiente de la universidad”, dijo su líder, quien reconoció que el punto de inflexión llegó con la primera aparición televisiva en Ritmo de la noche, el exitoso show que conducía Tinelli a comienzos de los 90. La producción lo contactó esa vez para acompañar a Paul Anka, quien necesitaba un coro para una de sus canciones, “Freedom for the world”, y desde entonces fueron parte del programa durante varios años. Aún no lucían los chalecos multicolores que distinguen al grupo, pero rápidamente adaptaron su formato a la lógica del espectáculo y comenzaron a sumar cientos de participantes.
“Si ves los coros hoy, todos hacen coreografías, se mueven, bailan. Eso lo hicimos nosotros hace treinta años y cualquier director de coro te quería colgar en ese momento, porque históricamente cantar en un coro era cantar con carpeta”, dijo Fritzsche, quien recuerda haber vivido ese desconcierto en persona durante una actuación junto a Silvina Garré a fines de los 80. “De pronto, sin previa organización, los tipos del coro empezaron a batir palmas y yo los quería matar. Pero rápidamente me di cuenta de que el público hacía lo mismo y ahí empezamos a promover que la gente dejara de ser simplemente espectador y fuera protagonista”, señaló el director.
La interacción con su público se nota, entre otras cosas, en la elección del repertorio, que con los años fue abarcando expresiones cada vez más populares, desde la comedia musical a la cumbia, con la participación hace unos años en un homenaje a Rodrigo en Pasión de sábado. Fritzsche le dijo a Infobae Cultura que piensa las canciones en función de la puesta en escena, que no alcanza con el gusto musical sino que deben seguir un hilo en el escenario. Aunque confesó que muchas veces la lista de temas termina siendo producida por sus seguidores en las redes, entre quienes sondea las preferencias por determinadas composiciones.
“El coro es una pequeña sociedad perfecta, donde tenés gente de mucha guita, gente que la pasa mal, pero en el momento de cantar somos todos uno. Es increíble la cantidad de endorfinas y situaciones que se producen cuando uno canta”, comentó Frietzsche, y sin trazar analogías con el coro de la tragedia griega, agregó: “La energía que se crea es muy sanadora, más allá de que es real que cuando cantamos tiramos las partículas y por eso uno se pone barbijo o máscara”.
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