El cordobés que le corta el pelo a personas en situación de calle y pide a cambio que le cuenten su historia

En tiempos de indiferencia, un mínimo gesto de amor puede cambiar el rumbo en el día de una persona. Y eso es lo que logra Víctor Mansilla, tijera de por medio, cada vez que se acerca y propone: “¿Querés un corte gratis? A cambio, contame tu historia”.

La propuesta es más que un cambio de look, o un mimo, para las personas que no tienen dónde dormir por las noches ni pasar los días: alguien se ofrece a conocerlas y escuchar sobre sus vidas. Pero también le pone la oreja a cualquier vecino que tenga ganas de ser escuchado y compartir una hora con él

Gracias a esa iniciativa, Víctor logra darle visibilidad a cómo se vive en las calle, en extrema vulnerabilidad; y le pone cara y nombre a los números que indican el crecimiento porcentual de la pobreza en Córdoba, donde actualmente, “más de 700 personas viven en la vía pública y la mayoría son varones”, cuenta el peluquero.

Víctor Mansilla
Los cortes de pelo son la excusa para acercarse a las personas que están solas en las calles (Instagram/victormansiok)

Empatía

Víctor nació en La Calera, Córdoba, hace 41 años. Desde hace cinco es peluquero profesional y tiene su propio salón en esa ciudad, ubicada a unos 20 minutos de la capital. No le va mal, tiene su clientela, y vive de lo que ama, pero no puede evitar mirar a los costados, ver a los ojos de quienes duermen en las calles y, muchas veces, pasan inadvertidos o son dolorosamente ignorados por los transeúntes que a paso apurado caminan las calles principales, parques y plazas del lugar. Por eso, en marzo arrancó una iniciativa solidaria diferente y que conmueve a la provincia.

“Arrancamos esto antes de la pandemia, en el año 2019. Yo empecé haciendo colaboraciones con merenderos de La Calera, donde nos juntábamos con cuatro o cinco colegas, con las mismas inquietudes solidarias, y decidimos salir a hacer algo. En esta ciudad está la filial del Club Belgrano de Córdoba, que nos convocó una vez para cortar el pelo en un merendero. Después de eso, lo hicimos con otra filial de equipo y en otro merendero. Y así fueron surgiendo los pequeños eventos en los que nos presentamos, herramientas en mano, para cortar el pelo a gente que por ahí en ese momento no estaba pasando bien. En ese caso, todos eran niños y algunos de sus padres”, cuenta sobre el inicio de la movida solidaria que tuvo un freno durante la cuarentena por el coronavirus.

Cuando volvió a abrir las puertas de su salón, comenzó a dar capacitaciones, cortes y todo lo que hace al mundo de la barbería. Aunque lo profesional estaba completo, faltaba algo.

Víctor Mansilla
Víctor comparte estas historias en la cuenta @victormansiok (Instagram/victormansiok)

Queríamos dar algo más a la sociedad y no solamente un simple corte de pelo. Entonces, decidimos salir a contar las historias ocultas. La primera fue la de Martín (de Rio Bamba), y tuvo mucho impacto. Nosotros ni lo esperamos”, cuenta sobre el reel que compartió en su cuenta @victormansiok y que cosecha cerca de 100 mil reacciones.

Martín estaba en la esquina de Colón y Río Bamba, y aceptó hacerse un cambio de look. Tenía el pelo largo, barba larga y hacía mucho tiempo no se veía frente a un espejo. Ya durante la sesión de peluquería, le contó que es rosarino, que tiene 32 años, que le falta un año para recibirse de contador, desde hace dos años vive en la calle y que “lo tenía todo” y se quedó sin nada.

“Mis padres fallecieron. Perdí mi casa, mi auto, mi moto. Yo estaba bien”, relata el hombre —que una hora antes pedía dinero en un semáforo— mientras le quitan por completo la barba. “Sabemos que estás historias son duras, pero son reales, y las mostramos porque tenemos que generar un impacto positivo en la comunidad. Merecen ser contadas”, explica.

“Son momentos difíciles, pero no por este momento ni por el anterior. Venimos de momentos muy duros desde hace años… Y nosotros, este equipo de contenidos que se formó con Martí Niklas y Lucre Rolfi, queremos escuchar sus historias. Nos moviliza la solidaridad”, asegura el barbero.

La mayoría de los protagonistas de los videos de Víctor son limpiavidrios, cartoneros y personas que, cartel en mano, se paran en los semáforos en busca de alguna moneda.

“Después del video con la historia de Martín seguimos con la de Sergio, un chico ciego de Colonia Cañada que tuvo mucha repercusión porque cuenta que su sueño era conocer la cancha Belgrano y ahí se armó una cadena de solidaridad. Luis Martínez , el presidente del club, se contactó conmigo esa misma noche y me dice que le consigue entradas para la cancha”, cuenta emocionado.

Su contenido gusta más allá de la propia acción. Logra generar empatía y que sus seguidores entiendan que detrás de una persona en situación de calle hay tremendas historias muy alejadas del deseo de no trabajar y “ganarse la vida”. “Como equipo, ya nos damos por hechos cuando alguien quiere colaborar, cuando alguien quiere contar su historia. No siempre contamos historias de personas en situación de calle. Como fue el caso de Eduardo Augusto, un veterano de Malvinas, que nos contó su historia en Plaza Colón. Fue muy impactante estar frente al hombre de unos 60 años contando lo que le tocó hacer cuando tenía 20. Es una historia muy dura, porque cuenta en carne propia lo que vivió”, dice impactado por el recuerdo.

También se refiere a la historia de Gustavo es un cocinero, que quedó ciego luego de que lo asaltaran y de tantos culatazos le desprendieron las retinas.

“Con Gustavo estuvimos una hora, pero antes, estuvimos otra hora sin que él lo supiera, viendo lo que pasaba a su alrededor: en ese tiempo, solo una persona de la cantidad que le pasaron al lado se acercó, y le dejó 200 pesos. Son esas pequeñas cosas que vemos y queremos que dejen de suceder, entonces buscamos la manera de generar impacto en la comunidad a través de estos videos”, explica su motivo.

Dejar de ser invisibles

“Estás al lado, cerca y te das cuenta de que no los ven. ¡Son invisibles! Lo que más les duele es esa indiferencia. Cuando estuvimos con Martín, después de un rato nos dice: ‘¡Uy! ¡Me relajé!’… Estábamos con Marty y le digo que por un momento logramos hacer que se relaje, que este chico en plena calle pudo salir de la atmósfera en la que estaba; y que el primer pensamiento que tuvo después fue dónde iba a dormir, qué iba a comer. Le dejamos 3000 pesos para que compre una merienda, que cerca de ahí estaba 3500 pesos. Por ahí en toda la mañana no había comido nada y eran las tres de la tarde. Nosotros sacamos a ese chico de la atmósfera esa de ver dónde duerme y qué come por un ratito, y seguro eso fue más importante para él que el dinero”, dice convencido.

En ese sentido, recuerda la importancia que tiene el abrir los ojos ante la necesidad ajena, sobre todo en días como estos en los que la temperatura durante el día no pasa los 5 o 6 grados, y en las noches llega a descender a -3 grados.

“A veces nos piden un CBU, un alias para hacernos donaciones, pero yo pido que no. No somos nosotros los que necesitamos el dinero. Yo salgo con un banquito y el equipo a hacer los cortes, la gente que está ahí necesita ayuda. Yo sé dónde encontrar a cada uno, por dónde caminan, dónde duermen. ¿Cómo los ayudan? Con un poco de tiempo, con una conversación, preguntándole qué pasó en su vida, por qué terminó allí, si lo quiere contar; sino un plato de comida caliente, algo caliente para tomar, un abrigo… Hay manera de ayudarlos. Mirarlos a los ojos, hablarles...”, pide conmovido.

Con el deseo de contagiar un poco de empatía, finaliza: “Los argentinos somos solidarios, ayudamos a la gente que necesita ayuda. No siempre es el dinero lo que les hace falta”.


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