El combate a la inflación no tiene por qué ser una política antipopular

Hay una cuestión de lenguaje muy importante cuando se habla de enfrentar el problema inflacionario de una sociedad, mucho más cuando hace más de 70 años que ésta experimenta ese mal que corroe los fundamentos mismos de una sociedad democrática.

En el lenguaje técnico se habla siempre de combatir la inflación, reducirla, de cómo enfocar el tema, si vía gradualismo o vía tratamiento de shock, pero la última opción se deja de lado porque se parte del supuesto de que terminar con la inflación es un proceso socialmente doloroso y políticamente costoso.

La inflación no es para nada un tema excluyentemente económico, sino que hunde sus raíces en la política

Todo este debate se origina en que en última instancia se sigue pensando que la inflación es un tema básicamente económico y que por lo tanto su resolución debe ser también, en lo esencial, económica. Esta concepción es la madre de todos los errores, fracasos y frustraciones que ha dejado este criterio tecnocrático a lo largo de toda la posguerra en nuestro país.

La inflación no es para nada un tema excluyentemente económico, sino que hunde sus raíces en la política y sólo puede ser superado con un criterio político, entendiendo por tal un criterio de estadista que tenga plena conciencia de que la Nación entró en decadencia por la demagogia que ha padecido el país; un cáncer que debe ser extirpado desde sus mismas raíces.

No se trata solamente de combatir la inflación, como estamos hartos de escuchar y leer, sino de crear una “moneda fuerte”, de prestigio internacional, aceptada en todos los mercados financieros importantes, como columna vertebral de una nación que realmente haya entrado en una nueva y creadora etapa histórica, saliendo de la decadencia y la mediocridad que por tantas décadas ha asolado al país y su sociedad.

Nadie puede creer, por ejemplo, que Alemania, totalmente destruida por la guerra, se haya podido recuperar de una manera asombrosa hasta llegar a hablarse de un milagro económico, si no fuese por la extraordinaria reforma monetaria de junio de 1948, obra del profesor Ludwig Erhard, rechazada por su audacia por todos los especialistas pero respaldada por todos los que estaban cansados de ver fracasar los planes de innumerables economistas en superar la crítica situación de la economía alemana en la posguerra.

Contra la creencia generalizada, la reforma monetaria alemana significó una enorme transferencia de ingresos desde los sectores empresarios hacia los sectores asalariados

¿Cuál fue la clave secreta del éxito en dejar atrás 15 años de nacionalismo cerrado, 12 de Hitler y 3 de planificadores económicos que en lo esencial siguieron con el mismo esquema?: fue que, cuando se hizo el cambio de moneda creando el marco, la paridad entre la nueva y la vieja moneda fue de 1 a 1 para los ingresos de los asalariados, mientras que para los capitales empresarios esa paridad fue de 10 de la vieja moneda contra 1 de la nueva, aboliendo la mayoría de los controles de precios.

Contra la creencia generalizada -casi un dogma de fe-, la reforma monetaria alemana significó una enorme transferencia de ingresos desde los sectores empresarios hacia los sectores asalariados, obligando a los primeros a competir en vez de hacer stock para vender en el mercado negro, y dotando a los asalariados de un poder de compra que fue decisivo para lograr el inmenso apoyo popular que generó el cambio de moneda, terminando con las colas, el racionamiento, y los productos de baja o mediocre calidad.

En una sociedad democrática, y mucho más cuando se sale de un desgobierno que falsea de modo sistemático la realidad, el ataque a la inflación debe implicar un tratamiento de “shock” tal, que la sociedad sienta que se abre un nuevo mundo dejando atrás al viejo, pero para ello esa sociedad debe ser la beneficiaria de una gran transferencia de ingresos a su favor, permitiendo que de entrada nomás la mayoría del pueblo apoye el saneamiento monetario, y lo apoye porque está mejor, tiene mayor poder de compra y siente que tiene un futuro.

Salir de la inflación es la única política creadora que Argentina tiene por delante

Cuando un gobierno empieza a perder aprobación popular por las medidas supuestamente antiinflacionarias que se está tomando, hay una señal muy clara de que se están aplicando recetas viejas e impropias que parten de la creencia profundamente errónea de que salir de la inflación es algo penoso. Cuando en realidad, salir de la inflación es la única política creadora que Argentina tiene por delante; si lo hace empezando por restablecer un equilibrio perdido en desmedro de la capacidad de compra de la mayoría del pueblo argentino.

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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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