El Camino de Santiago tiene numerosas variantes, unas llegadas desde Francia y otras desde Andalucía, pero a nadie se le había ocurrido crear un camino marítimo que uniera la ciudad de Nueva York con la capital de Galicia.
A la muralista gallega y afincada en la Gran Manzana Vanesa Martín se le ocurrió imaginar ese camino, que se guiaría por las mismas estrellas a modo de mojones, entre Manhattan y Santiago de Compostela, y lo plasmó en un mural en una esquina entre la Segunda Avenida y la calle 45, casi a la sombra del edificio central de la ONU.
El mural (de 4 x 4 metros) consiste en un mapa del occidente europeo y el oriente americano, con una ruta imaginaria que atraviesa el océano Atlántico entre Nueva York y Santiago, donde no falta la vieira: la concha de los peregrinos convertida en símbolo del camino.
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Todo presidido por una pregunta: “¿Coñeces o camiño? Do you know the way?”
Un poema en gallego e inglés de Marcos de la Fuente, poeta y pareja de la muralista, aparece escrito sobre el profundo océano que separa América de Europa.
“Pisada a pisada / el paso se hace hondo / se afianza el sudor en la memoria / se llega de júbilo el vacío”, reza el poema, que llama la atención de más de un paseante que pregunta si ese idioma es portugués o que se preguntan qué tiene de particular ese camino.
Cuenta Vanesa que se les ocurrió homenajear al camino desde América, donde no es muy conocido, aprovechando que este 2022 es “año santo compostelano”, que hace el número 120, y la iniciativa fue inmediatamente apoyada por el Consulado de España en Nueva York y Xacobeo, el organismo oficial gallego que gestiona el Camino.
“Pensando en ideas para promocionar el Camino, se nos ocurrió hacerlo con un mural donde nos imaginamos un camino nuevo que trascurriría por las estrellas”, dice Vanesa Martín, enfundada en un buzo blanco, guantes y gorro para protegerse del gélido ambiente neoyorquino mientras da las últimas pinceladas a su obra.
Muralista con larga experiencia en Nueva York, donde ha dejado obras en Brooklyn o Harlem, en lugares tan diversos como hospitales y escuelas, Vanesa imaginó primero su mural en el Village, el barrio más artístico y bohemio de Manhattan donde abundan los dibujos callejeros.
Sin embargo, la dificultad de conseguir permisos de los gestores de edificios le hicieron desistir y buscar una pared libre en Turtle Bay, el barrio contiguo a la ONU, no solo por la cercanía de edificios icónicos de Nueva York –los rascacielos de Chrysler y del Empire State, o la sede central de la ONU–, sino también porque es un barrio más “seguro”, recuerda Manuel.
En el Village –explica– abundan los grafiteros que se entretienen a veces vandalizando obras ajenas y malogrando dibujos, mientras que a la vera de las Naciones Unidas las calles están mucho más vigiladas y los grafiteros no se dejan casi ver.
“Además, y como estamos en pleno invierno, los botes de espray se les congelan y ni siquiera podrían manchar el mural”, que está al ras del suelo, comenta Manuel.
Con suerte, el mural puede durar intacto un mes, o un año, dependiendo exclusivamente de los caprichos de los grafiteros. El dueño del edificio, por su parte, dio su permiso sin fecha de expiración.
Un vecino de Turtle Bay, en Midtown East de la isla, que vive en una torre cercana vio el mural desde su ventana, se acercó a curiosear y resultó que era un gallego de la misma Santiago de Compostela. De la diáspora neoyorquina. Desde su ventana podrá proteger el mural contra los vándalos.
Fuente: EFE.
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