María Luque nació en Rosario, y se podría decir que desde 2005 vive en Buenos Aires. “Se podría decir”, porque en verdad la joven artista es una nómade por naturaleza.
Se llama a sí misma hippie; no obstante, es una auténtica bohemia. Una artista poco convencional, con una vida poco convencional. De espíritu inquieto, suele residir de manera transitoria en casas de amigos que salen de viaje. Casera sin rumbo definido, esta especie de segundo oficio le permite no sólo ahorrar en rentas, sino también deambular por el mundo cargando solamente aquello que quepa en un bolso de mano.
Al llegar al lugar pautado para el encuentro, no es tarea ardua distinguirla, con su cabellera sauvage, sus lentes grandes de marco rojo, su amplia sonrisa, su cuadernito y un pequeño lápiz rosa.
Luque usa el pelo suelto, revuelto, no se ata a nada, y sus ideas revolotean su mente sin cesar, alborotando sus pensamientos, que sólo se acallan con el ruido del afuera. Confiesa que para poder concentrarse necesita estar desconcentrada, motivo por el cual elige para atelier algún café atestado del centro porteño.
Si bien disfruta la compañía de la música a la hora de crear, su sonido predilecto es el de las charlas ajenas: “Me gusta escuchar las conversaciones de las personas que están a mi alrededor. Los cafés de esta ciudad son mi hábitat ideal para dibujar”. Únicamente opta por el silencio absoluto cuando se encuentra trabajando en historietas o en sus libros, momentos en los cuales no sólo debe desplegar sus dotes de dibujante sino también de narradora.
María dice ser ansiosa, pero cada una de sus células vibra al compás de La Bohème, de Giacomo Puccini –actual objeto de deseo de sus oídos-, con la intensidad de un átomo neutro, perfectamente equilibrado en su cantidad de protones y electrones. Con la energía justa. Artista innata, comenzó a dibujar siendo muy pequeña, y cuenta que nunca tuvo un plan B, “siempre supe que quería hacer esto, y me siento dichosa de poder vivir de lo que amo”.
Romántica en cuanto a la literalidad de la palabra, Luque es una enamorada del pasado, sentimiento que ya plasmaba en sus primeras ilustraciones: “Me pasaba horas dibujando vestidos de damas antiguas. Me fascinaban, me fascinan, estaba obsesionada con los detalles. Me encantan los detalles”.
Su arrobo por el detalle se puede apreciar en su muestra actual Lejos de Internet, una invitación a alejarse del ruido digital que nos demanda una constante atención. “Estas obras las pinté durante un viaje en una estancia en la residencia para artistas Säo Joäo, que está ubicada en una histórica hacienda cafetera en Säo José do Vale do Río Prieto, en Brasil. Es una zona montañosa, rodeada de bosques. Lo disfruté muchísimo, es un lugar muy hermoso, totalmente aislado, donde no hay internet, ni teléfonos, ni televisión. Es un contexto ideal, en donde hay otros residentes trabajando en su propios proyectos y se genera un clima de comunión del arte extraordinario”, cuenta Luque. Todas las obras, que constituyen una especie de inventario de viaje, están pintadas en gouache sobre papel, y son retratos de espacios de la casa y de los objetos de los demás residentes. De su pertenencia sólo hay “un monito que compré en México y me acompaña a todos lados”.
Las ilustraciones de Luque tienen trazos firmes, colores vibrantes, texturas que traspasan la dimensión del plano y una infinidad de detalles. Además de retratos de amigos y animales, numerosos objetos llenan estas especies de cuartos de maravillas –Wunderkammern-. Muchos de ellos remiten al ocio contemplativo: imágenes, cuadros, afiches y sobre todo numerosos libros -de arte, de café, de tarot, botánica, poesía y filosofía-.
“Recluirse para producir alejada de todo es hermoso, te cambia por completo. El día rinde un montón, hacés mil cosas más que estando en la ciudad y sin perder el tiempo que gastamos dispersos en las redes. Estando acá, en la vida cotidiana, cuesta un montón desprenderse del celular, apartarse de esa vorágine. Pero estando ahí, que realmente no tenés opción, al segundo te olvidás y no te parece importante ni necesario”, comenta la artista sobre esta invitación a despojarse del mundo digital.
Lejos de renegar de la era que le toca atravesar, destaca “la otra mano de internet, que abre un montón de puertas”. No obstante, recalca: “Si bien valoro muchísimo la época que me toca, prefiero toda la vida el mundo real al mundo cibernético. Conlleva una percepción distinta del tiempo, dejando ese torbellino de ansiedad. Me encanta que cuando alguien está mirando mis dibujos se tome el tiempo para detenerse en los detalles. Me refiero a esa capacidad de poder cambiar el ritmo que tiene la contemplación, que es lo que me pasa cuando veo obras de otras personas, cuando no te queda más que frenar un ratito y disfrutar de eso que estás viendo”.
Si se cierran los ojos y se recrea el trabajo de la artista, se puede visualizar algodón de azúcar… rosa, suave, dulce, etéreo, alegre, desaliñado: “No me gusta que el dibujo quede perfecto. Por eso nunca hago bocetos. Me gusta dibujar directamente, cuando lo pienso demasiado y el resultado es excesivamente prolijo por lo general no me gusta, entonces trato de no bocetar para que sea lo más natural posible”. El pintor Daniel García expresa sobre la obra de la artista rosarina: “María Luque deteniéndose para reproducir morosamente cada objeto, cada animal, cada título de libro, compartiendo con nosotros su maduración, nos obsequia en todas sus obras la amabilidad de lo bello”.
La maduración a la que se refiere García es aquella que tuvo su alborada en 2013, año en el que Luque realizó una gira por Sudamérica: “Fue un punto de inflexión porque fue el primer viaje que costeé sólo con las ventas de mis dibujos. Siento que ahí se activó algo en mí”, cuenta la ilustradora, y destaca su travesía por Perú: “Me pareció increíble. Tienen la tradición muy presente en todas partes, en la comida, en la música, y tienen una relación con la imagen súper fuerte, quedé fascinada con los colores y las artesanías. Me modificó mucho el trabajo y la manera de dibujar, por lo que le guardo un cariño muy especial”.
Al volver de esa gira por el continente se dedicó a trabajar en su primer libro, La mano del pintor, una novela gráfica que consiste en una conversación entre el yo más profundo de María Luque y Cándido López, su pintor preferido: “Cándido es un caso rarísimo, no se parece a nadie, era totalmente ajeno al tiempo que vivía, no le importaba la moda, hizo lo que quiso y le dedicó su vida entera a un solo proyecto de manera demencial”. Este proyecto fue un desafío no sólo para la dibujante sino también para la Editorial Sigilo: “Era un libro enorme, a color, pensamos que la única manera de costearlo era a través de un crowdfunding, porque era carísimo. Así lo hicimos y antes de que el libro fuera tangible se habían vendido 400 ejemplares“, relata la artista.
La obra de Luque es tan internacional como su espíritu. Ha exhibido sus trabajos en museos y galerías de Argentina, Chile, Perú, México y España. Ha conquistado no sólo al público sudamericano, sino también al estadounidense y al europeo. En 2017 fue contratada para ilustrar publicaciones de Lenny Letter, el newsletter feminista de Lena Dunham, la creadora y estrella de la exitosa serie Girls de HBO.
“Para mí fue una experiencia increíble porque el proyecto me encanta, y lo conocía desde antes de que me convocaran. Era fan de su trabajo, veía la serie. Fue muy emocionante”. Ferviente activista del movimiento de la mujer empoderada, y concurrente con asistencia perfecta a las marchas de Ni Una Menos, destaca: “Me siento totalmente interpelada por el feminismo y pienso que estamos viviendo un momento increíble, me siento súper afortunada. Pienso en las mujeres de mi familia, pienso como era el mundo hace algunos años y estamos en un momento de quiebre total. Siento el cambio en mí, de pronto hay cosas que hace unos años ni registraba ni cuestionaba. Por ejemplo, en mi trabajo, en los festivales de historietas, cuando convocaban a mujeres en un panel había una de casualidad, y se resaltaba ‘la mujer y la historieta’, como si fuéramos una cosa rara. Ahora hay una avalancha de chicas dibujando porque se da visibilidad a las mujeres, que tenemos un montón de cosas para decir y que antes no éramos escuchadas. Entre las chicas dibujantes hay una hermandad muy grande y creo que es en parte por el momento que estamos viviendo. Antes se pensaba en la otra como competencia, ahora nos juntamos, nos damos consejos, nos pasamos información de concursos, de premios, ninguna está ocultando nada ni queriendo ser más que la otra. Este año participé de Vamos las Pibas, un festival de historietas donde exponemos sólo mujeres”.
Respecto de este cambio de coyuntura, Luque apunta: “Me parece importante hacer lo que una tiene ganas de hacer, que dicho así parece muy simple pero no lo es. Hay muchas mujeres que durante mucho tiempo antepusieron las necesidades de otro a las suyas propias, y creo que está bueno siquiera intentarlo, darse el lugar para hacer lo que una quiere. Escucharse a una misma, a lo que una tiene ganas, a nuestra intuición y a nuestras necesidades”.
En 2017, María Luque también fue galardonada con el Premio de Novela Gráfica-Ciudades Iberoamericanas por su trabajo Casa transparente, un cómic que refleja “a la perfección cómo la ciudadanía sueña y vive la ciudad”, una de las máximas de este galardón, y que presentará este año en la nueva edición de la Feria del Libro. El libro podrá conseguirse a partir de abril.
Al terminar de exponer Lejos de internet, Luque emprenderá un viaje a Europa para participar en distintas residencias, mientras trabaja en su próximo libro, un compendio de relatos breves sobre pintores, a la vez que va elucubrando una nueva creación: “Siempre que estoy trabajando en un proyecto ya estoy pensando en el siguiente, porque te queda un vacío muy grande cuando terminás de trabajar en proyectos largos”. En noviembre, volverá a su ciudad natal, Rosario, para el Festival Furioso de Dibujo, del cual es organizadora.
Respecto del lugar que el arte ocupa en su vida, Luque expresa: “El arte es un refugio, un resguardo, y al mismo tiempo un lugar de protesta a lo establecido. El tiempo que yo paso dibujando es un refugio para mí, son horas que le dedico a eso, a generar imágenes, a darle forma a ideas. Pero al mismo tiempo, esas imágenes a veces comunican otras cosas, muestran puntos de vistas, envían mensajes. Es menester pasar horas dibujando, es casi lo único que hago. En mí es una necesidad. “.
*Lejos de internet, obra de María Luque. Galería Mar Dulce, Uriarte 1490, Palermo Soho. Hasta el sábado 29 de abril. De martes a sábados, de 15 a 20.
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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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