Según datos del organismo Diálogo Interamericano, cerca de 300 mil nicaragüenses salieron este año a buscar mejor vida en otros países. La cifra representa casi el 5 por ciento de la población total de Nicaragua.
“Realmente es trágico lo que ha ocurrido en Nicaragua”, dice Manuel Orozco, director del programa de Migración, Remesas y Desarrollo Económico de Diálogo Interamericano, un nicaragüense que viven en Estados Unidos y tiene más de 30 años de trabajar en el tema de migración.
En los últimos tres años, la cantidad de nicaragüenses viviendo en el extranjero creció del 10 por ciento de su población total al 17 por ciento. “Es una velocidad que pocas veces se ha visto en la historia de América Latina”, dice Orozco, quien usa la palabra “desbandada” para graficar la crisis migratoria y la compara con eventos similares que han ocurrido en Siria, Venezuela o Ucrania.
En abril de 2018, los nicaragüenses realizaron multitudinarias marchas y barricadas exigiendo la renuncia de Daniel Ortega, quien desarmó las protestas contra su régimen con una represión violenta que, según organismos internacionales, dejaron al menos 355 personas asesinadas, cerca de mil presos políticos y el exilio de unos 150 mil nicaragüenses ese año.
Desde entonces la sangría de nicaragüenses no ha tenido respiro. Cada año crece. A la pobreza, que para antes de 2018 hacía que unos 30 mil nicaragüenses salieran, se ha unido el miedo, para que en 2022 el éxodo nicaragüense alcanzara a casi 300 mil personas.
“El factor común es el miedo y la desconfianza en el sistema”, explica el especialista, que analiza en esta entrevista los entresijos de la migración nicaragüense.
-¿El perfil del migrante nicaragüense ha cambiado en estos cuatro años?
-Por supuesto, porque ahora el perfil del nicaragüense que emigra es una imagen completa del nicaragüense promedio. Antes del 2018 la migración nicaragüense hacia el exterior era importante pero estamos hablando de menos de 30 mil personas que salían, de las cuales volvía la mitad. El bloque migratorio iba a hacia Costa Rica. Una entrada de más o menos unos 18 mil nicaragüenses anuales a Costa Rica que iban a buscar trabajo, se quedaban unos dos o tres años y volvían. Trabajadoras domésticas, trabajadores que hacían servicios de seguridad y, en tercer lugar, trabajadores agrícolas. Esa era la migración nicaragüense hasta abril de 2018. A partir de entonces se ve una tendencia migratoria donde sale todo el sector sociodemográfico nicaragüense: menores de edad, adultos, adultos mayores, gente de la fuerza laboral, gente con profesión universitaria. En las últimas encuestas que hemos hecho, el porcentaje con la intención a migrar con títulos universitarios es mayor que el porcentaje de la fuerza laboral con título universitario. Estamos hablando que un 20 por ciento de la población con título universitario tiene intención de migrar en un país donde menos del 15 por ciento de la población laboral tiene un título universitario
-¿La preparación académica es una ventaja o una desventaja para el migrante?
-En la economía global, en este momento, la misión de la competitividad de la fuerza laboral se establece con base en conectividad, flexibilidad de habilidades y en la portabilidad. Esos son los tres factores de competitividad de la fuerza laboral. ¿Qué quiere decir portable? Que lo que yo sé hacer lo puedo hacer aquí o en cualquier parte del mundo. Segundo, flexible, que tengo habilidades y destrezas que me permiten adaptarme de la actividad administrativa y gerencial a la actividad de construcción o de manufactura. Y conectividad es que mis habilidades, mi conocimiento, mi experiencia, me ha conectado con el mundo externo de una forma que mi nombre ya es conocido con base a mi perfil. La respuesta breve es sí. Una persona con título universitario tiene una ventaja comparativa frente a aquellos que no. Sin embargo, hay una saturación laboral en estos momentos como resultado de la migración. Hay más competencia por conseguir trabajo, independientemente del título que tengas. Porque la demanda de mano de obra en este momento es mano de obra poco calificada, a menos que vos entrés con un estatus regular. No importa si sos un ingeniero o un administrador de empresas o un trabajador de la construcción, lo que importan son las habilidades que podás presentar a la hora de obtener un trabajo. En Estados Unidos en particular, la demanda está en construcción, en servicios, especialmente en servicios comerciales, ventas y no necesitas un título universitario, sino saber hablar inglés, saber adaptarte a las tecnologías modernas y utilizarlas para tu empleabilidad.
-¿El migrante tiende a echar raíces ahora más que antes?
-Cuando hacíamos estudios y encuestas en el año 2000 le preguntábamos a la gente si pensaba volver a su país. El 70 por ciento decía que sí. Ahora, 20 años después, menos del 50 por ciento te dice que piensa volver. La realidad es que el que migra como producto de la dinámica migratoria de incorporarse a una nueva sociedad, la exigencia de las demandas de las obligaciones que hay que adquirir en un país extranjero y de cuidar de su familia desde el exterior en su país de origen, son superiores a las de hace 20 años. Después de dos años, la posibilidad de retorno se reduce gradualmente en más de un ochenta por ciento.
De esa masa que sale actualmente, ¿qué porcentaje regresa en estos momentos a Nicaragua?
Durante esta crisis , el único momento en donde se produjo un retorno fue en el 2018 hasta, más o menos, marzo del 2019, que salieron como 150 mil nicaragüenses y se devolvió más de la mitad. Pero, a partir de mediados del 2019, y especialmente octubre de 2020 en adelante, no hay retorno. Menos del cinco por ciento está retornando. La gente no está volviendo. Es una cuestión dramática.
-¿Qué secuela le deja esta migración a Nicaragua?
-Estamos hablando de un déficit de capital humano que ha venido aumentando gradualmente en los últimos cuatro años. La pregunta básica que hay que hacerse desde el entorno de la política pública, aún en una dictadura como la nicaragüense, agencias de desarrollo hasta países que realmente miran esto en términos de seguridad regional, es que la población que esta quedándose en Nicaragua, básicamente, es la adulta mayor, que representa el nueve por ciento de la población nicaragüense, y la menor de edad, que en un país muy joven como Nicaragua, un poco más del 35 por ciento son menores de 15 años. Cuando calculás lo que te está quedando de la fuerza laboral nicaragüense son 2.2 millones de personas.
-¿Al régimen de Ortega le beneficia o perjudica este éxodo?
-De alguna manera al gobierno le conviene que se vaya la gente porque no solo es una válvula de escape para sus políticas económicas de no tener que aumentar el gasto público ni la inversión pero también por la entrada de remesas que este año llegaron a tres mil millones de dólares.
-¿Qué representan actualmente las remesas en Nicaragua?
-Los hogares que reciben remesa en Nicaragua son más de 850 mil en un país de 1.6 millones de hogares y la dependencia de la remesa sobre el ingreso es más del 60 por ciento. Eso significa que un emigrante envía, por ejemplo, 300 dólares en un hogar que tenía un ingreso de 180 ó 200 dólares mensuales. Las condiciones económicas del país no permiten que la gente ahorre, entonces el gasto está sacándose de las remesas y el poco ingreso que recibís. Este año las remesas van a ser 3000 millones de dólares y el 15 por ciento va al iva (impuesto al valor agregado). Estamos hablando de una contribución de 500 millones de dólares, eso es prácticamente más del 17 por ciento de la renta tributaria de Nicaragua.
-Resulta una paradoja que el migrante salga en parte por un régimen que lo obliga a salir y finalmente termine sosteniéndolo con su trabajo, con el dinero que envía a su familia.
-Es una paradoja, es una crueldad. En regímenes como el de Nicaragua lo que prevalece es la exclusión y la expulsión, y la expulsión se da porque estás votando con tus pies porque no tenés oportunidades de expresarte libremente. Hay exclusión toda vez que si no sos parte del sistema no podés tener una vida normal. A la gente no le queda de otra que cuidar a su familia desde el exterior y el riesgo moral de eso tiene consecuencias económicas.
-¿Qué significa “riesgo moral” en este contexto?
-El riesgo moral es: yo no quiero al régimen, pero si dejo de enviarle dinero a mi familia para no apoyar al régimen también estoy afectado a mi familia. Nosotros hicimos una encuesta en mayo del 2022 y les preguntamos a los nicaragüenses en el exterior si ellos dejarían de enviar dinero como parte de una protesta política. El 98 por ciento dijo que no. ¿Quién los va a culpar?
-También las remesas podrían amortiguar la inconformidad que habría si la gente no encontrara la forma de subsistir.
-No, porque las dictaduras se valen de la pobreza para gobernar. De sociedades donde no tienen recursos, no tienen oportunidades. El descontento no es una opción porque existe la respuesta represiva. Mirá lo que ocurre en Cuba. Las protestas sociales que surgen en los últimos tres años fueron respondidas con represión, no con cambios y eso aun con las dificultades de los cubanos para salir del país. Lo mismo lo vemos en Venezuela. La pobreza es el principal aliado de las dictaduras. No te resuelve el que haya descontento social, porque lo que genera en realidad es una aceptación de parte de la población de que no podés hacer mucho.
-Las restricciones migratorias que han anunciado tanto Estados Unidos como Costa Rica, que son los principales destinos de la migración nicaragüense, ¿cambia el panorama de la migración?
-No, no cambia el panorama. Estados Unidos no ha impuesto (nuevas) restricciones migratorias. No las ha levantado. Y en el caso de Nicaragua, el 98 por ciento de los nicaragüenses son acogidos bajo el Título 8 que te permite la oportunidad de presentar tu caso ante una corte y te dejan entrar a Estados Unidos para defender tu posición. Esa tendencia es posible que continúe. Es posible que Estados Unidos endurezca un poco más la asignación del Título 8 y empiece a aplicar al Título 42. La administración (Biden) está explorando cómo calibrar su política exterior hacia Nicaragua. Es un tema político.
Mientras, en el caso de Costa Rica, la política costarricense migratoria lo que ha hecho es establecer un sistema de adjudicación de estatus temporal a la masa de nicaragüenses que ya están en Costa Rica y que se van acogiendo al sistema de estatus temporal, no de refugio. Lo que se necesita es trabajar desde una perspectiva más humanitaria en términos de cómo aumentar la incorporación e integración de los nicaragüenses en Costa Rica. Lo que hay en Nicaragua es una crisis humanitaria. La gente se está yendo porque la vida en una dictadura no es posible. La gente sale en desbandada y no todos salen porque los mandaron a matar a apresar o los golpearon, sino porque el país no es vivible.
-¿Cuáles escenario se vislumbran para el futuro?
-En cinco años Nicaragua va entrar finalmente en un proceso de transición política democrática. Desafortunadamente, los próximos cinco años van estar plasmados de niveles de represión, de la búsqueda, de la obsesión por mantener el estatus quo de parte del régimen de Ortega por lo menos los próximos dos años, hasta el 2024, que es el capital político y económico que tiene para sustentarlo. Del 2025 en adelante muchas cosas pueden ocurrir. En estos dos años pueden ocurrir conflictos internos de gran envergadura dada la realidad de que el círculo de poder del régimen se ha venido achicando y ese achicamiento lo que te permite es darte cuenta que tu continuidad de vida económica y política está totalmente vinculada al régimen y si no la rompés ya, te vas a cancelar.
Uno de los escenarios es que Nicaragua entre en una transición política bastante truncada, complicada, en los próximos 12 meses, como resultado de esos conflictos internos y la presión internacional, pero independientemente de eso, en lo socioeconómico, Nicaragua es un país que entró en una etapa casi de “haitinización”, no en términos de las escasez de recursos sino en términos de la gobernabilidad política. El estado de gobernabilidad política de Nicaragua está supeditado a una estructura “cartelística”, que no tiene un control territorial de política de soberanía nacional, sino de política de protección de una élite específica, como una tribu o un clan. Reparar eso va a tener efectos de largo plazo.
-¿El fin del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo provocaría un retorno masivo de nicaragüenses?
-No. Puede que retorne la mitad tal vez, pero para aquellos que llevan dos años, o incluso 18 meses fuera de su país, el retorno estará muy difícil porque la recuperación económica de Nicaragua requeriría de una inyección de capital de inversión muy alto. La gente va a ver que esto va para largo. Nicaragua está muy mal. Los nicaragüenses no saben la magnitud de la situación en que se encuentra el país porque el nicaragüense tiene la piel curtida, está acostumbrado a vivir en pobreza. Y ahora vive en pobreza y en miedo.
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