Ramón Orosa
Bilbao, 3 jun (EFE).- La SD Amorebieta, equipo toda la temporada con el cartel de casi seguro descendido a Primera RFEF, acabó cumpliendo el pronóstico de casi todo el mundo después de conseguir llegar con opciones de salvación la última jornada, algo impensable durante mínimo dos tercios de temporada.
Fue una luz que iluminó a los azules en las últimas jornadas, pero que se desvaneció definitivamente justo cuando se encontraron como querían, es decir, con posibilidades de permanencia en su visita en el último partido del curso en Anduva a un CD Mirándes con el que se jugaba la plaza de descenso.
Pero ya comenzó torcida esa última jornada para el ‘Amore’, que perdió en el calentamiento a un jugador capital, el central internacional Xabi Etxeita, quien en su último partido como profesional deseaba dejar como legado al equipo de su pueblo y en el que comenzó a calzarse botas con tacos la permanencia en LaLiga Hypermotion.
Una Segunda División que ha vuelto a ser de ida y vuelta para el conjunto zornotzarra, toda vez que, como en su primera experiencia en la categoría, hace dos cursos, en 2022-2023, ha descendido nada más ascender.
Tras un inicio un tanto animoso, con cinco puntos en los tres primeros partidos, ocho en los seis primeros y las nueve primeras jornadas fuera del descenso, el conjunto vizcaíno cayó en barrena y entró en una crisis que se llevó por delante hasta a Haritz Mujika, el técnico de la casa que había sobrevivido al anterior descenso y la campaña anterior había logrado otro ascenso más que inesperado.
Un total de 17 jornadas con un solo triunfo llevaron a los azules al último puesto en la clasificación. Una condición de colista a la que añadía la de descolgado en la tabla, pero no solo de la permanencia, de la que se estaba a 9 puntos en la jornada 25, sino también del penúltimo clasificado, al que tenía a 8 con más de la mitad del curso jugado.
En ese tramo, ya con Jandro Castro en lugar de Mujika y sin apenas variaciones en la errática marcha del equipo, el técnico asturiano aprovechó el mercado invernal para reajustar la plantilla y dar una vuelta en lo táctico apostando a partir de entonces casi siempre por un 1-5-2-3 que le dio vida. Inesperado en alguien llegado de la cantera del Villarreal.
Un sistema con tres centrales en los que la presencia de los veteranos Unai Bustinza y Etxeita daba consistencia y gran defensa en el área, y Félix Garreta, cedido por el Betis, salida de balón y hasta gol en las acciones a balón parado.
Félix, por cierto, dio un gran susto cuando se supo que había entrado en coma inducido tras sufrir un accidente doméstico del que, por fortuna, parece que va evolucionando de manera positiva.
Con el central catalán y otro zurdo, Dani Lasure, como excepciones, Castro encontró un grupo liderado por jugadores vizcaínos y un hombre de la casa, el ghanés Kwasi Sibo, que empezó a funcionar y a conseguir victorias casi milagrosas a domicilio en Zaragoza, Andorra y en Valencia frente al Levante.
Jonmi Magunagoitia, uno de los tres jugadores nacidos en Amorebieta junto a Etxeita y Jon Morcilo, arrebató el puesto bajo palos a Pablo Campos durante las ausencias del joven levantinista para ir a la selección sub-21, Erik Morán daba ese punto de fluidez y creatividad en el doble pivote junto a Sibo que todo equipo necesita y Álvaro Núñez aportaba recorrido y calidad en el carril de derecho.
Ya en ataque, Josue Dorrio, el mejor jugador azul de la temporada sin duda, y Morcillo, de muy poco a bastante a lo largo de la temporada, se ocupaban de las bandas mientras que Eneko Jauregi o Iker Unzueta, a veces incluso juntos, se peleaban con los centrales rivales.
Con ello les dio al ‘Amore’ y a Castro para su remontada inacabada. Un vuelco al destino que cuando más claro se vislumbró fue tras la jornada 35, en la que los vizcaínos se situaron a un punto de la permanencia, también marcada entonces por el Mirandés.
Ahí el objetivo ya fue llegar vivos a Anduva en la última jornada. Y en esa situación se plantaron en el campo rojillo, a un punto de salvación pero con la necesidad de ganar. Aún dio brazadas en Miranda durante una hora el Amorebieta, pero el golpe que le asestó Gabri Martínez justo a la hora de partido dejó varado al conjunto vasco, que murió en la orilla.
Bastante más de lo que esperado por muchos durante buena parte de la temporada, pero insuficiente para evitar que el segundo paso de lo azules por Segunda fuese efímero como el primero. EFE
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