Eduardo Serenellini recibió a Infobae a horas de comenzar nuevos desafíos laborales. La entrevista se acordó, en punto, para las 15 en un hotel céntrico, lugar que habitualmente escoge para tomar, cuando puede, un breve descanso entre sus múltiples roles y actividades.
Periodista, conductor, productor, escritor, empresario, todo eso es Serenellini, pero asegura que las palabras que mejor lo describen son: “autogestionador”, “remador”, “trabajador” y, esencialmente, “entusiasta”.
En una charla a fondo con Infobae, Eduardo, habló de todo. Sus inicios en la profesión, en Mar del Plata, los 25 años ininterrumpidos en Canal 26, el cierre de esa etapa, y su nuevo desafío: “Salir de la zona de confort es maravilloso. El que pueda que lo haga”.
Asegura que el trabajo le da felicidad: comenzó a los 13 años y desde entonces nunca paró. Hace años que trabaja de lunes a lunes. Sobre la actualidad, aseguró: “El drama argentino está en el abandono a la clase media”.
—¿En qué momento de su vida se encuentra?
—Estoy muy bien, feliz, con mucho trabajo, soy de esas personas a las que el trabajo les da felicidad. Trabajo mucho, trabajé siempre mucho, desde los 13 años, y nunca paré. Trabajo de lunes a lunes desde hace años, entre la televisión, la radio, la productora, visitar clientes y empresas, leer y estar atento… Y mientras tanto, cuando puedo, me ocupo del esparcimiento, el día que puedo voy a jugar al golf, al teatro, a cenar con amigos, no es necesario esperar al fin de semana, se puede hacer en la semana también. Te digo más, desde que me incorporé en La Nación + a las 21.30 me voy a dormir, porque al otro día a las 4 de la mañana me levanto y me voy al canal a trabajar.
—¿Cuándo empezó en los medios? ¿Recuerda su primer trabajo?
—Sí, claro ¿cómo no me voy a acordar? Empecé hace muchos años en el Canal 10 de Mar del Plata:”Proyección empresaria”, salía al aire los sábados por la tarde, y ahí gestionábamos todo, la productora comercial y contenido. Luego llegué a Canal 26, aquí en Buenos Aires, en 1996.
—¿Cómo comenzó en Canal 26?
—Empecé con mis columnas económicas, que salían al aire cada una hora, aproximadamente, y duraban minuto y medio cada una. Después cubría al Ministerio de Economía, ubicate en esa historia argentina, en el ministerio de Domingo Cavallo, 1996, y la Bolsa de Comercio en actividad. Íbamos al recinto donde estaban los agentes de bolsa y hacíamos la nota en directo siempre. Después, también, hacía coberturas en la costa. Todo lo que se podía hacer, lo hacía. Estuve 25 años en Canal 26, después aparecieron los programas en distintos horarios.
—¿Cómo es venderse y producirse, es decir, autogestionarse?
—Ya por aquel entonces vi que nuestro negocio iba hacia esto, hoy, la mayoría, o por lo menos una cantidad importante de periodistas, terminan teniendo su productora, terminás comercializando tu producto. En mi caso, mis tres hijos trabajan conmigo, directa e indirectamente, o sea dentro de la productora y a su vez tienen también sus emprendimientos y sus empresas.
Yo no soy universitario, yo soy perito mercantil, pero tengo la maravillosa universidad del cordón, la calle, la experiencia en distintas actividades. El hecho de buscar al cliente y de escuchar al hombre de negocios de distintos sectores, ser un observador, a mí me dio lo que ves hoy en pantalla y escuchás por radio, es lo que absorbo, proceso y cuento. Eso me lo dio la calle, sin lugar a duda, lo que no tuve en lo académico lo tuve que obtener de la realidad. Por eso cuando la gente me dice: “Usted cuenta y explica lo que a mí me pasa, habla como yo”, bueno, es que son años de ejercicio, de escuchar al otro y hablar con ese lenguaje, interpreto lo que pasa a mi alrededor, en todo nivel, lo absorbo, lo trabajo y lo cuento.
—Por no ser académico, ¿alguna vez se sintió discriminado?
—No, de ninguna manera. Intenté hacer la carrera, pero no pude, tengo una familia numerosa, esposa y tres hijos. Nos casamos muy jóvenes, tenemos 33 años de casados. De jovencitos siempre trabajamos, siempre, siempre, siempre, y le dimos a los chicos todo lo que pudimos y hoy el fruto está a la vista. En definitiva, acá está la prueba de ser disciplinado, constante, de trabajar, esperar, lograr objetivos; se puede.
Yo no soy universitario, pero tengo la maravillosa universidad del cordón
—En algún momento durante estos años, ¿se sintió angustiado o desilusionado a la espera de algo que no llegaba?
—No, no fue una espera, fue una búsqueda permanente y sigo buscando. Parece pedante pero no lo es, uno no tiene techo, el crecimiento del ser humano emprendedor, de ir hacia adelante, implica sacrificios. Durante esos 25 años me levanté muy temprano, hice la primera mañana siempre, o sea conozco y sé perfectamente qué significa ser estructurado, disciplinado, para comenzar muy temprano y terminar tarde y descansar. Vas aprendiendo y vas haciendo, en el fondo no es esperar, sino que vas sumando. Soy ambicioso, pero no desmedido, sin embargo, tampoco es por dinero, como intento siempre transmitirles a las nuevas generaciones: el dinero es una consecuencia de tu esfuerzo y lo puedo demostrar con los hechos.
—¿Por qué decidió dejar Canal 26 después de 25 años?
—Por el hecho de buscar permanentemente nuevas alternativas superadoras. No es “hasta acá llegué, me voy”, es llegué, me voy, pero porque voy a hacer algo superador, desde mi punto de vista, ni mejor ni peor, distinto. Lo mismo me pasó con las radios, ahora vuelvo a la AM, a radio Continental. En La Nación+ pertenecés a un grupo que está en crecimiento, entonces, es el momento de hacerlo. Me voy sin ningún tipo de conflicto, ni cuestionamientos, sí con dolor, pero por mis compañeros, incluso lo manifesté en pantalla, aquellas personas con las que crecimos juntos, recordé a aquellos que ya no están e incluso a los jóvenes que están hoy y que son referentes. Son etapas, y te puedo asegurar que salir de la zona de confort es maravilloso. El que puede que lo haga. Son distintas etapas en la vida, porque tenés compromisos ya asumidos y un equilibrio en relación a la familia y demás, que te permiten también decir: “Bueno, a los 55 años vamos por más”.
Nunca tuve miedo de quedarme sin trabajo
—¿Cómo maneja su opinión?
—Naturalmente, y tiene que ver con esto que te decía recién, yo editorializo en relación a cómo vivo y a lo que veo. Yo transmito desde el sentido común, por aquello que te contaba, por no ser académico. Con esto no quiero decir que no hay que estudiar, todo lo contrario, sirve para agregarse valor. Editorializar es muy simple para mí, es contar lo que veo, lo que pasa y lo que seguramente, a mucha gente, le ocurre del otro lado, no importa si te gusta o no te gusta, es la vida, no puedo gustarle a todo el mundo. Es cómo vivo, a algunos les gustará y a otros no, pero nadie puede decir “esta persona no es auténtica”.
—Ser auténtico, ¿le ocasionó problemas?
—No, la verdad que no, no hice nada que no corresponda, honestamente no.
—¿Cómo se maneja con el ego?
—Me quiero mucho, me miro al espejo y me digo: ”Qué lindo que soy”, el ego tiene que existir, la autoestima la tenés que tener arriba, con límite, porque si te la creíste perdiste, pero sí estar seguro de vos mismo, yo interpreto eso. El ego es tener seguridad en lo que estás haciendo y yo me siento muy seguro, porque lo que hago lo hago en forma totalmente sincera. El que me ve en pantalla me va a ver igual en casa o en el club o mirando una obra de teatro…
—Dijo, “si te la creíste, perdiste”. ¿Cómo hace para que el ego no le gane?
—Miro hacia atrás.
—¿Y qué ve?
—Cuando voy muy temprano al canal miro a aquellos que están esperando el colectivo para ir a trabajar o miro al que va en bicicleta a trabajar, y yo estuve ahí, pero hoy voy cómodo, cuando hace calor tengo aire acondicionado, cuando hace frío tengo calefacción, escucho música, y, cuando llego a trabajar, me maquillan, pero miro para atrás, porque nunca hay que olvidar las otras etapas de tu vida, eso es lo que me mantiene en equilibrio. Por ejemplo, estuve en Israel en el 2019 y pregunté qué era el kipá, por qué lo usaban, y me dijeron: “Simple. Vos sos hasta acá, de acá hacia arriba es Dios”, mirá qué interesante, y lo tomé, es parte de mi forma de vivir, hasta acá llego, de acá para arriba yo ya no manejo nada.
—Si tuviera que agradecer su presente hoy, ¿a qué personas le agradecería?
—A mis maestros de la vida, abuelos, padres, tíos, escuché esa sobremesa italiana donde estaba atento a ese sacrificio del inmigrante, que nada lo detuvo y trabajaron y trabajaron, y crecieron mucho, les fue muy bien, pero nunca, nunca, dejaron de trabajar, y eso me ayudó muchísimo. Después, a maestros de la vida, gerentes, directores, jefes.
Mirá, mi nono, por parte de mamá, prisionero de guerra, me dejó algo simple: valorar cada pequeña cosa que tenga; mi abuelo paterno me dijo y lo guardé: “Cuidá el apellido”. Y a mis hijos y a las nuevas generaciones les cuento lo que pasé y demuestro cómo de poco llegué a mucho, pero, de vuelta, no en dinero, sino en actividades, en reconocimiento. No hay nada mejor que valorar la trayectoria. Hoy me veo rodeado de gente joven en los canales, en la radio, que se manejan distinto, me pasa con mis hijos, trabajando juntos, ni mejor ni peor, son distintos, entonces también tuve que aprender a escucharlos, aunque me costó mucho.
—¿Qué fue lo que más le costó?
—Aprender a escuchar a las nuevas generaciones. Hoy el joven prioriza la calidad de vida. Nosotros no, nosotros, por mandato, teníamos que trabajar, tener una familia, tener la casa, y lo cargamos y fuimos adelante. Hoy es distinto, hoy forman familia más tarde, tienen hijos más tarde, priorizan sus posgrados, priorizan conocer el mundo, priorizan la tecnología, priorizan otras cosas, y hay que escucharlos y entenderlos, son nuevas generaciones. Aunque ellos nos tienen que entender a nosotros también, la generación que pasó del teléfono fijo al celular, nuestros comportamientos dentro de las compañías con los superiores o con los pares, bueno, el joven tiene que entender a esta clase adulta que se tuvo y tiene que adaptar para poder convivir como corresponde y sumar entre todos; es toda una tarea.
—¿Cómo es su relación con el teléfono?
—Permanente, las 24 horas. Soy un obsesivo del trabajo, soy un adicto al trabajo, me gusta, me da placer. Nunca lo apago, tengo distintos ring tones de acuerdo a quien me llame, así sé quién me habla cuando suena el timbre.
—No debe ser fácil convivir con un hombre adicto al trabajo. ¿Quién lo pone en eje o quién lo contiene?
—Mi mujer, Samara.
—Hábleme de Samara, ¿cómo hace para ponerlo en eje?
—Samara aprendió a entenderme y yo a entenderla, a entendernos, después de 33 años, con tormentas de por medio, obviamente, uno aprende o quedás en el camino. Bueno, es acompañarse, es entender al otro, no estoy inventando la pólvora… Es clave quién está a tu lado. No sé si solo lo haría, honestamente, porque incluso nuestra empresa es familiar. Por ejemplo, cuando se arma algún lío la que logra el equilibrio es mamá, es tu esposa, que habla con uno, que habla con el otro, ya conoce bien dónde tocar y a quién, cómo y cuándo, es muy importante. La pareja va a la par. Cuando veas a una persona exitosa mirá quién lo o la acompaña.
—Hablemos del Eduardo empresario, ¿cómo es ser empresario en Argentina?
—Hay que estar muy atento a todo. Rodearte de buenos profesionales, pero siempre la llave la tiene uno, la decisión la tomás vos, sin embargo, está bien asesorarse. Hay que buscarle la oportunidad al cliente. En mi empresa no existe la palabra “ayudame” es “acompañame”, es ver qué negocios estamos haciendo juntos, que te sirva y que me sirva, vamos juntos. Seguramente van a haber tiempos en donde haya menos ganancias y tiempos en los que haya más, pero nunca se debe perder el objetivo. Siempre hubo tiempos difíciles y en la Argentina mucho más, con algunos gobiernos tenés más previsibilidad que con otros. Hoy no se sabe hacia dónde vamos, es muy difícil entender a la Argentina de hoy con un gobierno tan impredecible. Es previsible en cuanto a lo ideológico, ahí sí podemos ver hacia dónde vamos, pero en cuanto al mundo de los negocios, bueno, hay que tocar los botones justos en el momento adecuado. Además, hay que tener una muy buena relación entre cliente y proveedor, todos juntos ir hacia adelante porque solito uno se cae y es difícil levantarte.
—¿Cuál fue la decisión profesional que más le costó tomar?
—Todas son difíciles, pero no imposibles… La verdad es que no sabría decirte, porque una vez que tomé la decisión vamos. No te puedo decir cuál es difícil de tomar porque nunca tuve miedo de quedarme sin trabajo. Esto es otro tema que a las nuevas generaciones hay que transmitirles: trabajen de jóvenes, cuánto más joven empieces a trabajar y a llevar adelante una actividad, a arriesgar, a enfrentar situaciones complejas, mejor, porque te equivocás y volvés a empezar. Si vos eso lo trasladás a los 40 o 45 años, es más difícil, porque te equivocás y tenés poco tiempo para volver a empezar, poco margen.
Háganlo, no importa qué hagan, pero ya tenés tu dinero y con eso crecés.
Nunca dejé de trabajar, eso me dio la seguridad con familia a cargo, porque cuando vos tenés esa actitud de trabajar y llevar dignamente dinero a casa, perdes el miedo. Por eso yo digo que en Argentina hay trabajo, siempre hubo trabajo, vayan a buscar, o miren en las vidrieras los carteles y si te parece que pagan poco, bueno, entonces no necesitás trabajar, porque cuando no hay comida, vas dignamente y trabajás, para llevar dinero a casa, y mientras tanto vas buscando lo que realmente te satisface; pero esa actitud ante la vida hace que tengas seguridad.
—¿Qué opina de los planes sociales?
—Circunstancialmente pueden ser muy efectivos. Vamos a suponer que no tenés trabajo, tenés un Estado que, ayudado por quiénes aportamos nuestros impuestos, tiene carga para poder ayudar a esa gente, muy bien. Al mes, cuando vas a buscar la otra cuota del plan, tenés que traer certificados de cuántos trabajos fuiste a buscar, o si te estás preparando para encontrar algo que lleve dinero a casa, ¿no tuviste suerte?, bueno, el mes siguiente me lo traés nuevamente, porque si no es una fábrica de pobres, de indigentes y de inútiles a futuro, y lo digo con respeto, porque ser inútil no es ninguna ofensa, muchos somos inútiles en muchas cosas, pero esperar el dinero de un gobierno que sabés, en el fondo, que te está utilizando, eso no sirve, se multiplica la gente pobre, porque, en definitiva, esos gobiernos son miserables como seres humanos, utilizan a la pobre gente.
Es simple, los padres tienen que trabajar para que el hijo vea que trabajan, es generacional, es así; ahora, gobiernos como este, que enfrentan a las clases sociales: él tiene, vos no tenés, él es malo, vos sos bueno, no va; el resentimiento que se está generando no es nada bueno. Tener plata no es ser mala palabra, tener plata dignamente digo, es maravilloso, es crecer, es mejorar, es superarse. Esa persona que tiene dinero tiene una empresa, una fábrica, un comercio, contrata personal, todos nos necesitamos.
Hay gobiernos que nivelan hacia abajo y, desde mi punto de vista, hay que nivelar hacia arriba, vamos por más ¿cómo? Con esfuerzo, es así de sencillo, el mundo funciona así, los países que funcionan como el nuestro se deterioran. Hay una economía marginal, una economía negra, una economía informal en crecimiento en la Argentina.
—¿Cómo ve al país de acá a dos años?
—Muy difícil, por esto que te decía: la imprevisibilidad. Hay que estar discutiendo un presupuesto, un proyecto plurianual, acordar con el Fondo Monetario Internacional, primero crezco y después pago, y la pregunta es ¿y cómo vas a crecer?, no tienen respuesta, bueno listo, cómo yo puedo tener confianza en vos si no me explicás cómo vas a crecer, es muy difícil.
Aquellos que trabajamos, aquellos que realmente trabajamos el doble para ganar la mitad y mantenernos más o menos estables, vamos a tener que trabajar mucho, porque la inflación es del 51 %, entonces, nosotros, con el esfuerzo vamos logrando algo de equilibrio, pero el que no trabaja no produce y va a pedir cada vez más, porque tampoco le va a alcanzar. Así que miren qué negocio están haciendo, están manteniendo gente que no trabaja, no les dan la posibilidad de desarrollarse y, por otro lado, a quienes somos el motor, nos exigen cada vez más.
Van a ser dos años muy complicados, complicados en los tres poderes. El Poder Ejecutivo tomando decisiones que vaya a saber hacia dónde nos llevarán, el Poder Legislativo aun con la nueva conformación, donde hay egos que se dividen y se parten, incluso, en la oposición y dentro del oficialismo, y mientras tanto hemos tocado fondo. En el medio de todo, aparecen actores extremos que el ciudadano apoya, ¿por qué? Porque es en el lugar donde ven que se puede manifestar lo que sienten…
—¿A qué actores se refiere?
—Los libertarios, por ejemplo, o la izquierda, los extremos. Allí es donde mucha gente se apoya aun sin estar totalmente convencidos. ¿Te acordás el “que se vayan todos”? Bueno, en estas últimas elecciones tuvimos un porcentaje alto de voto en blanco, que no es lo ideal en democracia, y también hubo mucho voto a los extremos, porque no tuvieron respuestas, a pesar de que lo ideal es ir a algo moderado, el centro, el consenso, pero en la Argentina, por lo menos hasta ahora, eso no se da, la grieta se está complicando cada vez más, va a ser duro.
—¿Cómo ve a Alberto Fernández hoy? ¿Tiene contacto con él?
—No. Respeto que es nuestro Presidente, por el lugar que ocupa, pero no me representa ni él ni el kirchnerismo en lo más mínimo, en absoluto.
—¿A quién ve como una posible alternativa para el 2023?
—Es temprano, falta mucho, van a aparecer nuevas voces…
—¿Actualmente siente afinidad por algún político en especial?
—No, honestamente, no, porque hay que ser muy claro y hoy el ciudadano te sigue de cerca con una lupa muy grande a ver qué decís y qué hacés, y cómo actuás en consecuencia en base a lo que se dice. Es muy difícil para el argentino de clase media encontrar a alguien que lo represente. Yo creo que el drama argentino está en el abandono a la clase media y en el descuido a los jubilados.
En primer lugar, a la clase media no se le da el lugar que le corresponde, quien tiene dinero soluciona sus temas, sus problemas, quien no tiene nada de nada también, pasan los gobiernos y la solución la tienende acuerdo a esa necesidad, en cambio, la clase media es la que rema, la que genera nuevas actividades y la que aporta, apuesta y se ajusta. La clase media se ajusta permanentemente, trata de vivir lo mejor que se puede, cuando hay que ir y cumplir con la labor cívica va y lo hace con el mejor de los criterios, por lo menos de acuerdo a la posibilidad de cada uno, pero lamentablemente se han olvidado de la clase media.
Por otro lado, los más olvidados en la República Argentina, desde hace un buen tiempo a esta parte, son los adultos mayores, los jubilados. Es cruel cómo los tratamos como sociedad, los ignoramos. Sabemos perfectamente bien qué ingreso tiene un jubilado hoy, 29 mil pesos, un par de zapatillas valen 30 mil pesos, una sidra 800 pesos, un pan dulce 2500 pesos, y tuvieron actualización ahora a fin de año, 100 pesos por día, que dan 3 mil pesos totales;después de que aportaron toda la vida, después de que han hecho un sacrificio de por vida y nosotros que somos los que hoy aportamos para que ellos cobren, nuestro dinero va a una caja que la reparten discrecionalmente, no va al jubilado, va a lo que el gobierno considera con la fórmula atada a la inflación, atada al salario, en definitiva, nuestros queridos abuelos están muy mal.
¿Sabés cómo funciona en el mundo? El jubilado es un negocio bien entendido, porque un jubilado con dinero, ganando bien y si Dios le da salud, gasta todo, viaja, compra regalos para los nietos, sale a comer con amigos, va al club, o sea, consume, todo lo que recibe lo consume, bueno acá consumen a los abuelos, todo lo contrario, somos miserables como sociedad. Otras sociedades los tienen como sabios, se les pregunta y después se tomandecisiones, ellos saben; acá no, acá está viejo, sacalo.
Yo sugiero: escuchen al adulto mayor, tómense el tiempo para charlar con ellos y si tienen algo que ver con la actividad que desarrollan, vayan, tienen todo el tiempo del mundo para explicar y uno para escuchar y preguntar, ya lo vivieron, ya pasaron, son una enciclopedia que está ahí, maravillosa. Si nos ocupáramos más del adulto mayor, de escucharlos, todo sería mucho mejor.
El drama argentino está en el abandono a la clase media y a los adultos mayores
—¿Qué aprendió en pandemia?
—A respetar a nuestro cuerpo. Siempre admiré a los médicos, a los paramédicos, a las enfermeras, enfermeros. Me tocó ser protagonista, tuve COVID, estuve en terapia intensiva, estuve internado varios días, pero gracias a los profesionales médicos salí adelante y aprendí a respetar a esta maquinita, nuestro cuerpo. Cuando estamos acá en acción nos olvidamos de todo lo importante, la vista, el corazón, el cerebro, las piernas, los brazos, el oído, cuando algo de eso falta o falla o cuando estás en riesgo ahí te das cuenta si te cuidabas o cuánto más te tenés que cuidar. A mí, por lo menos, me dejó eso: cuidate mucho más de lo que te cuidabas.
En relación al mundo, expuso lo peor, lo puso en evidencia al ser humano. Ustedes observen lo que pasó cuando estábamos todos confinados, cómo reaccionó la naturaleza, veíamos transparencia en las aguas, los animales salían, yo pensé que íbamos a tener un punto de partida distinto cuando saliéramos, pero pasaron los días y los meses, y volvimos otra vez a lo mismo, el medio ambiente está complicado, pero bueno, el ser humano es así y aquí estamos.
—Para finalizar, si tuviera una única posibilidad de recuperar algo de todo lo que perdió en su vida. ¿Qué sería?
—A mis seres queridos, para que vean y que disfruten, junto a nosotros, lo que hemos logrado.
Foto y video: Gastón Taylor. Edición: Tomás Morrison
Agradecimiento Hotel: Howard Johnson, Plaza Buenos Aires.
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