
Muchos turistas que han visitado Bali conocen la vecina isla de Lombok solo por excursiones cortas. Más apacible y virgen que su turbulenta hermana, esta isla indonesia atrae hasta ahora principalmente a los surfistas y a los fanáticos de los volcanes, que escalan el poderoso Gunung Rinjani.
Pero, ya para el año próximo, el Gobierno planea la concreción de un megaproyecto turístico en Lombok, que ya está generando fuertes controversias: el Mandalika Resort. Tanto expertos de Naciones Unidas como los habitantes del lugar denuncian apropiación de tierras, desalojos forzosos e intimidaciones.
Y esto es solo el comienzo: las autoridades se proponen crear en total diez “nuevas Balis”, para atraer a más viajeros al país y hacerle competencia a la famosa isla. Dicha estrategia ya había sido anunciada por el presidente Joko Widodo en 2016.
El año pasado se hicieron escuchar las críticas de los ambientalistas, porque en la isla Rinca se está erigiendo un parque de safaris, en el que se incluirán algunos de los últimos dragones de Komodo. También se habla de proyectos en la ciudad de Lubuan Bajo en Flores, el mundialmente famoso Templo Borobodur en Java y el Lago Toba en Sumatra.
Aunque el turismo en todo el país todavía sigue de capa caída debido a la pandemia de coronavirus, el estado insular se propone despegar en términos de esta industria apenas finalice la pandemia.
Mandalika suena a exótico, a cócteles tropicales y masajes de bienestar en una atmósfera fabulosa. Y justamente eso es lo que buscarán ofrecer los hoteles de lujo en el predio de más de 1.000 hectáreas en Lombok.
También se sentirán a gusto los amigos del deporte del motor: ya durante el próximo año está prevista la apertura de un pomposo circuito para MotoGP. Y, además, se sumarán posibilidades de salir de compras, restaurantes de primera categoría, una laguna y mucho más.
El proyecto de unos 3.000 millones de dólares (unos 2.500 millones de euros) debería crear asimismo en el lapso de los próximos cinco años medio millón de puestos de trabajo.
Sin embargo, como suele ocurrir, las perjudicadas son las personas que tradicionalmente habitaron en la región y que se vieron forzadas a desalojar sus propiedades para cederle espacio al nuevo proyecto.
“Ellos ni siquiera nos preguntaron”, dice un habitante de la pequeña localidad de Kuta Village a dpa. “Simplemente vinieron y nos obligaron a desalojar. Pero tienen que pagar por nuestra tierra”, agrega.
Hasta ahora, señala, no obtuvo ninguna compensación económica. Aquellos que no quisieron aceptar estas condiciones para irse fueron intimidados por agentes de seguridad, relata el indonesio.
El proyecto “Zona Económica Especial de Mandalika” también atrajo ya la atención de las Naciones Unidas. Hace algunas semanas, expertos de la ONU en derechos humanos difundieron una declaración en la que instaron con urgencia al Gobierno en Yakarta a respetar los derechos de los habitantes de esa zona.
“Campesinos y pescadores fueron desplazados de sus tierras y debieron soportar la destrucción de sus casas, campos y fuentes de agua, así como de sitios culturales y religiosos”, advierte Olivier De Schutter, relator especial de la ONU sobre la extrema pobreza y los derechos humanos.
“Fuentes confiables detectaron que hay personas que se encuentran expuestas a amenazas e intimidaciones y fueron desplazadas de su tierra sin indemnización”, señala De Schutter.
La empresa estatal Indonesia Tourism Development Corporation (ITDC), responsable del desarrollo de Mandalika, no intentó hasta ahora zanjar estas disputas en torno a la tierra.
“Un desarrollo del turismo a gran escala, que pisotee los derechos humanos, no está básicamente en concordancia con el concepto del desarrollo sostenible”, se denunció.
El Gobierno, por su parte, consideró que estas acusaciones son falsas y completamente exageradas. Miranti Rendranti, una portavoz de ITDC, aseguró por su parte que el complejo beneficiará a la población local.
“Podemos garantizar que el desarrollo de Mandalika está en consonancia con las leyes vigentes y contempla los derechos humanos y la protección del medio ambiente”, manifestó la vocera.
Sin embargo, las personas afectadas en Lombok se refieren de otra manera a los últimos acontecimientos. Entre ellos está Damar, quien fue indemnizado por solamente 3.300 metros cuadrados de su propiedad de 5.600 metros cuadrados en total.
Y cuando colocó un cartel reclamando una indemnización justa, concurrió la Policía. Damar relata que los agentes amenazaron con demandarlo si no aceptaba las condiciones.
“¿Qué podía hacer? Aceptara o no la oferta, de todas maneras me habrían desalojado”, se lamenta. Y hay una cuestión más que lo indigna: “Ni siquiera emplearon a personas de la zona para los trabajos de construcción”.
Todo pasó sin que hubiera una advertencia previa, cuenta Muhammad Amin, quien como activista defiende que las personas reciban un trato justo. “Llegaron repentinamente a los pueblos y colocaron carteles indicando que ahora la tierra pertenecía a ITDC y que los habitantes de las localidades tenían que irse”, recuerda.
Relata también que se les prohibió a los pescadores seguir arrojando sus redes en aguas de la región. “Esta es la raíz del enojo”, apunta Amin. “Es cierto que algunos apoyan el proyecto Mandalika, pero se trata de personas que o bien no se ven directamente afectadas o que recibieron una indemnización justa”, añade.
dpa
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