Benny Lacks quería ayudar a los residentes de la Isla Ocracoke, pero no fue fácil.
Él no podía conducir su nuevo Ford F-150 porque la marejada ciclónica con forma de tsunami que arrasó la isla la inundó hasta la altura del volante del auto. Así que en lugar de eso, se subió a la bicicleta, descubriendo a su paso peces que nadaban en la carretera destrozada, mientras pedaleaba en busca de vecinos en apuros.
Como no quedaba agua, guardó su última botella para un anciano que necesitaba tomarse la medicación.
Él cargó su celular de forma periódica en una tienda cervezas y vinos, uno de los pocos que dejaba utilizar a los residentes su generador.
“Tenemos un almacén general. Quedó bajo el agua. Tenemos una gasolinera que ha estado cerrada durante años, pero las bombas aún funcionan. Estaba bajo el agua”, dijo Lacks, de 55 años. “Es una devastación total para la mayor parte de la isla”.
El huracán Dorian evitó en gran medida el sureste de EEUU, tras causar estragos en Bahamas. Pero dio un golpe a la cadena de penínsulas y a las islas barrera, que conforman los Bancos Externos (Outer Banks) de Carolina del Norte. El daño fue peor en Ocracoke, donde la tormenta de 2.13 metros inundó casas y dejó a cientos de residentes sin electricidad ni agua.
La isla era una de las zonas en las que se había decretado evacuación forzosa, pero las autoridades estiman que la mayoría de los cerca de 1.000 residentes se quedaron. Muchos dijeron que querían estar allí para atender rápidamente los daños, y a sus vecinos.
Los primeros equipos llegaron a la isla en helicóptero el viernes, transportando a varios residentes con problemas médicos a hospitales del continente y a refugios. Los equipos de emergencia llegaron el sábado en ferries llenos de herramientas, camiones de combustible y camionetas llenas de suministros.
“Tenemos camiones del ejército alrededor de la ciudad con hombres dentro, es muy inusual”, dijo Mickey Baker, una residente de la isla de 34 años que pasó el sábado secando docenas de camisetas de su tienda de ropa que empapadas por las inundaciones. “Normalmente hay hombres conduciendo a bordo de camionetas con tablas de surf, perros y niños en los asientos traseros”.
Las autoridades dijeron que los equipos de rescate estaban yendo puerta por puerta para comprobar el estado de los residentes y ofrecerles comida y agua potable. Ellos instaron a aquellos que querían hacer donaciones a llamar al Centro de Operaciones de Emergencias del Condado de Hyde.
El gobernador de Carolina del Norte, Roy Cooper (D) dijo que muchos residentes de Ocracoke están todavía en estado de shock por cómo el agua inundó rápidamente la isla, donde se inundaron zonas que nunca antes lo habían hecho.
“Sabemos lo hermoso que puede ser un lugar y cómo puede convertirse en parte de tu alma, hablando con una persona que vivió en su casa durante 35 años me dijo, ‘He perdido todo’ – eso es duro”, dijo Cooper en una conferencia después visitar la isla. “Pero después él dijo, estoy muy agradecido de estar vivo”.
Al menos 10 residentes de Ocracoke zarparon el sábado hacia el continente por bote, de acuerdo con información facilitada por un portavoz del sistema de ferry. Pero la mayoría se quedó para empezar lo que seguramente serán largos esfuerzos de limpieza después de la peor tormenta en décadas.
La única ciudad de la isla convirtió su estación de bomberos en un centro de emergencias, donde los voluntarios repartieron galletas, plátanos y artículos de higiene personal. El agua estancada olía a combustible, aguas residuales y barro. Los cedros desarraigados y los escombros cubrían los caminos.
En un mensaje de Facebook, Ann Warner, que trabaja en un pub de la isla, dijo que su casa estaba rodeada de “puertas, escritorios, pilas de distintos tipos y tamaños de madera, sillas, tablas de boogie, maceteros, señales, peces, cantidades masivas de algas, y casi cualquier cosa que resultó arrastrada”.
Muchos de los autos de la isla quedaron destruidos, haciendo que la recuperación sea más desafiante.
Charles Temple, un profesor inglés de la escuela de la isla, que también se inundó, dijo que él y su mujer perdieron sus vehículos en la inundación. Ahora está intentando averiguar cómo reubicar dos gatos, dos perros, una nevera portátil y un generador a una casa temporal cercana, e hizo una petición para que aquellos que desean ayudar, para que presten sus camionetas cuando la isla vuelva a abrirse
“Imagina intentar llevar algo, pero no tienes auto y tu vecino no tiene auto y las personas que sí lo tienen deben hacer seis trayectos el domingo”, dijo Temple, de 46 años.
Jerry Jennings, el ingeniero jefe de la región del Departamento de Transporte de Carolina del Norte, dijo que los equipos están trabajando para despejar montículos de arena de las secciones arrasadas de la autopista 12, que se extiende a lo largo de Outer Banks.
A los residentes que evacuaron antes de la llegada de Dorian no se les permitió regresar a Ocracoke y al sur de la isla Hatteras el sábado por la tarde.
La carretera que conduce a la Isla Hatteras estaba llena de escombros, montones de hierba y filas de camiones utilitarios donde los equipos están reemplazando la línea de electricidad inclinada y destrozada que dejó a la isla sumida en el calor y la oscuridad.
Los habitantes que intentaban regresar al extremo sur más dañado de la isla fueron detenidos en un punto de control por funcionarios federales que solo permitían el paso de vehículos de reparación.
George y Judy Basnett, residentes de Buxton en Hatteras, se fueron poco antes de Dorian. Contaron que los vecinos les dijeron que a su casa, asentada a cuatro metros y medio, le fue mejor que a la mayoría del vecindario, pero que querían regresar antes de que cualquier daño causado por el viento o el agua pudiera transformarse en moho.
Es una razón por la que la gente no se va, dijo Judy Basnett. “Si estás allí, puedes lidiar con un problema menor antes de que se convierta en un problema mayor”, dijo.
Esta es la primera vez que los Basnett deciden evacuar. Condujeron por la costa para escapar de la tormenta con sus hijos y nietos y planean regresar tan pronto como puedan. Mientras se sientan al sol y esperan, están convencidos de que esa no era la decisión correcta.
“Hemos pasado por huracanes mucho peores que eso”, dijo George Basnett. “Sabiendo lo que sé ahora, nunca más volveré a dejar ese lugar”.
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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