Después de criar sola a sus hijos, creyó encontrar el amor en un viejo amigo y arriesgó todo por él

Amores Reales Isabel y Toni
Después de 25 años, Isa y Toni comenzaron a intercambiar mensajes por chat. Ella empezó a sentir cosas (Freepik)

Fue en una secundaria de una ciudad de provincia, digamos que a la hora de la siesta tucumana. Isabel era demasiado tímida. Toni tampoco era el más extrovertido de la clase. Por entonces apenas si se registraron, los que sobresalían en el colegio eran otros.

De eso habían pasado exactos veinticinco años cuando a uno de los egresados que sí eran populares se le ocurrió armar un grupo de chat para reencontrarse con sus viejos compañeros. Se acercaba la fiesta que iba a reunirlos y fue una alegría volver a estar en contacto. Muchos se habían ido a otras ciudades, Toni entre ellos: hacía casi dos décadas que se había mudado a Buenos Aires por trabajo y parecía que no sólo había cambiado el lugar de residencia, sino el carácter. A diferencia del chico retraído que había sido en el colegio, ahora era uno de los más activos en los intercambios: hacía bromas, participaba de las charlas y compartía videos y fotos. Finalmente no pudo ir a la fiesta, así que el reencuentro de ex alumnos para él siguió siendo virtual.

Isa en cambio no había perdido la timidez de la adolescencia. Leía cada comentario y el grupo de chat se había convertido en una compañía diaria, pero rara vez decía alguna palabra. Se había recibido de maestra y se había casado muy joven. Un matrimonio que sólo tuvo sentido para darle lo más importante: una hija biológica y la fuerza para hacerse cargo del cuidado de su sobrino, al que adoptó como hijo del corazón. Dos años después de la iglesia y la fiesta estaba sola con sus dos chicos y haciéndose cargo de todo. Nunca tuvo tiempo para el amor. Si hubo historias, no llegaron a cruzar el umbral de la casa en la que protegía celosamente a su familia. No quería presentarle a sus hijos a alguien que no los mereciera ni volver a sentar en su mesa a otro hombre sólo para no sentirse sola. Pensaba que enamorarse ya no era una opción para ella.

Una noche uno de los amigos de la secundaria que aún vivía en la ciudad organizó una comida y la invitó. Hubo fotos del encuentro que se compartieron en el chat del grupo. Toni no pudo evitar el comentario: “Qué linda está la compañera”. Lo escribió casi sin pensar, a la vista de todos. Hubo chistes e insinuaciones, pero Isa apenas respondió con un emoji. Algo, sin embargo, le dio curiosidad. Abrió la foto de perfil de Toni y trató de recordar sus rasgos, alguna clave del pasado. Desde entonces estuvo más atenta a sus comentarios.

Hasta que él compartió un video que a ella le venía bien para usar en clase con sus alumnos. Le escribió por privado pidiéndole más información. Era una inquietud genuina, pero también una excusa para la conversación. Fue un intercambio breve, pero inició la charla. Unos meses después hubo otro encuentro y los compañeros también subieron fotos de nuevo. Otra vez Toni sintió la necesidad de decirle algo, pero esta vez lo hizo por privado. El diálogo ya no se interrumpió.

Entonces lo que era un recuerdo vago dio paso a una nueva relación: de pronto se sintieron en confianza y se contaron todo con la desfachatez de la distancia y el teléfono. Para Isa era más fácil desenvolverse en la intimidad del uno a uno, y no tardó en quererlo como a un buen amigo. Sobre todo lo escuchaba: Toni estaba en crisis porque acababa de separarse de su segunda pareja y a veces lloraba como un chico al otro lado de la línea. Isabel lo consolaba, le decía que todo iba a estar bien y lo aconsejaba para que recuperara a su novia.

Amores Reales Isabel y Toni
Cuando Isabel blanqueó sus sentimientos con Toni, éste le dijo que no sentía nada (Freepik) (Povozniuk/)

Pero mientras pasaban las semanas y los mensajes y llamadas se volvían cotidianos, la dinámica de la relación fue cambiando, al menos para ella. Una mañana no aguantó más y se lo dijo: “Lo mejor es que no sigamos hablando, porque a mí me están pasando cosas. Siento que se me va a complicar si no la cortamos”. Por primera vez, Toni fue claro, y hasta cruel: “A mí no me pasa nada. Así que te entiendo y estoy de acuerdo, aunque te voy a extrañar, eso sí”.

Era septiembre de 2017 y a Toni no le tomó más de un mes darse cuenta. Un mediodía de octubre la llamó y le dijo que no daba más de extrañarla. Que le pasaban cosas con ella aunque le costara procesarlo. Le prometió viajar a verla el mes siguiente y volvieron a hablar a diario. También le aseguró que volver con su ex ya no estaba en sus planes. Por algunas semanas, ella se sintió en las nubes. Enamorada como no le había pasado antes.

Pero a días de la fecha prevista por Toni para visitarla, desapareció sin dar ningún aviso. “Yo me preocupé –le dice Isa a Infobae–. Pensaba que le había pasado algo. De hablar todos los días y decirnos que no podíamos más de ganas de vernos, a un silencio de radio”. Al final le escribió el mismo día que debía llegar para informarle que había vuelto con su ex. “Perdoname, pero se tiene que terminar”, le dijo sin explicar mucho más.

“Dos veces no pueden romperte el corazón de esa manera –dice Isa ahora–. Y yo sentí en ese momento que no me iba a volver a pasar, que no lo iba a permitir. Por suerte en esos días vino a la ciudad Darío Sztajnszrajber y fuimos a verlo con mis amigas. Lo que dijo me rescató”. El postulado del filósofo devolvía a Isabel a sus creencias de siempre: no existe la media naranja, intentar encajar para encontrarla nos llena de frustraciones y el amor en esos términos es siempre imposible.

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Luego de un tiempo, Toni la volvió a llamar y le dijo que se había dado cuenta que la necesitaba (Freepik)

Toni era imposible y le hacía mal, así que una vez más Isa decidió alejarse y hasta se fue del chat grupal para no sufrir con cada mensaje general; también lo bloqueó en todas las redes, era una forma de atarse de manos, de protegerse. Algo más sacó en limpio de la conferencia de Sztajnszrajber: si siempre había podido sola con su vida, no había por qué quebrarse ahora. Es la ventaja de los que ya fueron dañados, saber que pueden sobrevivir a nuevos daños. Se abrazó a eso mientras pudo.

Otra vez, la salvó su familia. Era un año feliz: su hija cumplía 15 y su hijo terminaba la secundaria. Sentía el orgullo de la tarea cumplida. Durante casi diez meses no tuvo noticias de Toni, ni siquiera por sus amigos en común. Con el tiempo se atrevió a volver al grupo, después de todo ahí también estaban sus amigos. Pero evitaba cruzarse con él y dejaba de leer en cuanto veía su nombre. Para su cumpleaños, él le mandó un saludo por el chat grupal, nada de intimidad. Al mes siguiente, que era el de Toni, Isa se sentía mejor y también lo saludó. Un mensaje escueto, también en el chat grupal.

“Yo lo imaginaba feliz y en pareja, y me hacía bien pensar que era así –dice ahora–. Así que con el correr de los meses lo desbloqueé y ese mismo día recibí un mensaje”. Era agosto de 2018. Él le confesó que había probado suerte varias veces, hasta que encontró respuesta. De todos modos, Isabel mantuvo la charla sin entrar en detalles ni ilusionarse. No le preguntaba por sus cosas ni le contaba demasiado sobre ella. “Volvía a estar presente todos los días y todo me daba a entender que estaba separado, pero yo ya no quería preguntar ni saber nada”, cuenta ahora.

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El reencuentro fue en una reunión de viejos compañeros de colegio. De allí, los dos fueron a la casa de Isabel (Freepik)

Hasta que otra vez Toni hizo la promesa de viajar a verla. Había un asado del grupo y estaba decidido a aprovechar la ocasión para que pudieran encontrarse personalmente por primera vez. “Vení si querés –le dijo ella–. Pero esta vez no voy a esperarte”. Huelga decir que otra vez faltó a la cita. Dos meses más tarde volvió al ruedo: le dijo que estaba solo desde que habían vuelto a hablar y que necesitaba ir a verla para ver si todo lo que les había pasado en esos años de chats urgentes entre idas y vueltas era real. Era febrero de 2019.

Había una reunión del grupo de ex alumnos, pero ese fue sólo el pretexto, Toni fue a la casa de Isabel, algo que ella jamás le había permitido a otro hombre. No se saludaron con un beso, pero fue un abrazo largo y la confianza instantánea de todos esos años. Hablaron mucho y se miraron mucho, pero ni siquiera se rozaron. Al día siguiente fueron juntos a la comida con sus amigos. Esta vez sí, lo primero que hizo al buscarla fue darle un beso apasionado. Isabel recuerda la fecha como una adolescente: fue el 22 de febrero de 2019, cuatro años después de retomar el contacto.

Una amiga en común que sabía la historia les prestó su casa para que pudieran estar solos. El sexo fue como esperaban: el deseo acumulado por años. Pero después no pasó mucho más, Toni la llevó a su casa y pasó el resto de la semana entre amigos y familia. No hubo promesas ni proyectos a futuro. Y después de aquello no se vieron más.

Diez días después la llamó desde Buenos Aires: le dijo que lo había pensado mucho y lo de ellos no iba a funcionar. La distancia era insalvable, ninguno de los dos pensaba mudarse y no había manera de sostener una relación como la de ellos en el tiempo. Otra vez se impuso el alejamiento, no tenía sentido seguir sufriendo. Siguieron hablando, pero casi por cortesía.

Isabel recuerda cada fecha, y las que no recuerda las revisa en el chat mientras hablamos. Dice que fue otro agosto, pero de 2019, cuando volvieron a sentir que tenían que estar juntos. Isabel no quería dar más vueltas: le dijo que en octubre viajaba a verlo a Buenos Aires. Y ella sí cumplió. Se encerraron en un hotel por un fin de semana y él la llevó a hacer todo el tour porteño clásico: teatro, comidas en restaurantes tradicionales y caminatas por la calle Corrientes.

Amores Reales Isabel y Toni
En Buenos Aires, pasearon como novios. Pero Isa se dio cuenta que Toni era inestable (Freepik)

Y de todos modos, Isa volvió llorando en el micro. “Es que entendí que aunque nos queríamos y estaba todo bien en esos encuentros esporádicos, lo nuestro no iba a ir nunca a ningún lado”, dice. Pasaron tres meses más de promesas, de capaz que voy, de quiero pero tengo otro compromiso, de ya estoy saliendo pero tuve un pequeño accidente así que no puedo. Tres meses para terminar de darse cuenta lo que sabía desde el principio: Toni nunca la había querido tanto.

Pero al corazón le cuesta asimilar lo que la cabeza sabe antes. Así que volvió a latirle fuerte cuando él le dijo que iba a ir a verla en febrero. No pudo ser: lo sorprendió la pandemia. El encierro, sin embargo, les dio otro aire: durante todo el 2020 y 2021 sostuvieron su relación a la distancia. Otra vez los llamados diarios y los zooms y los mensajes amorosos. Otra vez la trampa de la ilusión. En enero de 2022 Toni viajó a verla por su cumpleaños y estuvo en su casa: “Hizo el asado, comimos con los chicos, nos vimos todos los días”, dice con nostalgia. Recién entonces él aceptó que estaban juntos, aunque “en una relación abierta”. No le consultó si ella estaba de acuerdo. Isabel se sintió de nuevo entrampada en una relación que no le alcanzaba: “Sólo compartíamos tiempo en mi casa, nada de abrir el juego con su entorno –se lamenta– Y encima me avisaba que iba a estar con otras”.

Ahora piensa que esta es su historia, que seguramente la mirada de él sea otra. Ahora recuerda cuando se enteró que él había ido a la ciudad y no pasó a visitarla. Y también como casi lo perdona cuando volvió a fin de año y le dijo que ella era la única en su vida, pero no podía comprometerse a nada. Estaba pasando por un mal momento laboral y eso ocupaba toda su cabeza, dijo Toni entonces. Se vieron una vez más en noviembre del año pasado: fue un encuentro breve y ella entendió –de nuevo– que era el final.

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Finalmente, Isabel se dio cuenta que las idas y vueltas con Toni le hacían mal, y luego de darle muchas oportunidades decidió que la relación no iba más (Freepik)

Sigue dándole vueltas a la historia, a todo lo que los unió, las palabras y los códigos, las cosas que tenían en común. Para su último cumpleaños la saludó una semana más tarde, pero esa omisión no evitó que volvieran a hablarse. En mayo él volvió a la ciudad y estuvieron juntos por última vez. Hablaron mucho y llegaron a la conclusión de siempre: lo mejor era cortar el vínculo. Después él dijo que ella lo había dejado. Como sea, fue lo que le quedó cómodo.

Cuando este agosto Toni le avisó que pensaba volver a la ciudad, Isabel se puso firme: “Ni me avises, porque me angustia”, pudo decirle con toda valentía de la que era capaz. Todavía le da vueltas a la historia y contarla es parte del proceso de entender que el amor a medias es peor que la soledad elegida: “Fueron veinte años de criar a mis hijos y con él volví a sentir que era posible –explica, como si el enamoramiento, aún cuando es tóxico, pudiera explicarse–. Me enamoré de eso, de la idea de enamorarme”. Dice que lucho con el teléfono para no escribirle ni contestar sus mensajes. Y que le pide al Universo que la libere. Quiere que él sea feliz, pero lejos. Quiere olvidarlo, dejar de registrarlo como cuando era adolescente para poder empezar de nuevo. Cada día que pasa –asegura, espera– está más cerca de hacerlo.


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