Despreciar el derecho de propiedad es el error conceptual más caro del mundo

El papa Francisco en el Vaticano (REUTERS/Yara Nardi)
El papa Francisco en el Vaticano (REUTERS/Yara Nardi) (YARA NARDI/)

En plena Conferencia Internacional del Trabajo, seguramente con la mejor de las intenciones, el Papa Francisco sostuvo que el destino universal de los bienes es más importante que la propiedad privada. En el video mensaje dijo que “Al hablar de propiedad privada olvidamos que es un derecho secundario”, y agregó que “siempre, junto al derecho a la propiedad privada, existe el derecho prioritario y precedente de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y, por tanto, el derecho de todos a su uso”.

Por la magnitud de la influencia del sumo pontífice en una buena parte del mundo, es importante aclarar que despreciar el derecho de propiedad y tratarlo como “un derecho secundario” que debe ceder frente a las necesidades de los pobres es probablemente el error conceptual más caro del mundo. La protección de los derechos de propiedad es precisamente el instrumento más poderoso que existe para eliminar rápidamente la pobreza.

Los dichos del Papa son muy graves en un contexto donde el Municipio de Avellaneda pretende expropiar los terrenos baldíos y donde dirigentes sociales y políticos apoyan la toma de tierras colindantes a las ciudades

Como explica Alberto Benegas Lynch (h), este tema ha sido tratado por filósofos y economistas desde Aristóteles en adelante; pero fue Garret Hardin quien lo bautizó como “la tragedia de los comunes”. Decir que los recursos son de todos equivale a decir que no son de nadie, la consecuencia es que esto implica volver a la ley de la selva, la ley del más fuerte. Si esto se hace a través del Estado por la regla de la mayoría en una democracia, seguramente se evitará por un tiempo el baño de sangre, pero inevitablemente el resultado será el de un empobrecimiento generalizado. Si la tierra no es de nadie necesariamente será mal utilizada, no existirían incentivos para esforzarse, ahorrar, invertir, y usar la creatividad para hacerla producir al máximo posible. Precisamente porque los recursos son escasos es que es necesario asignar y respetar los derechos de propiedad.

Si tomamos el índice de libertades económicas de la Heritage Foundation y lo comparamos con el ranking de PBI per cápita resulta evidente la correlación entre ambos. Y no solo los ricos se ven favorecidos sino que los pobres de los países del primer quintil de mayor libertad económica son 11 veces más ricos que los pobres de los países menos libres. Pero es importante mirar no solo la foto, sino la historia de los últimos 200 años que confirma, una y otra vez, que es en los países donde se respetan los derechos a la vida, la libertad y la propiedad privada, donde se despliegan la creatividad y la innovación. Es allí donde se eleva el nivel de vida, se elimina la pobreza, se reducen la mortalidad infantil y la mortalidad materna e incluso la violencia. Esto está ocurriendo en todos los continentes, independientemente de las etnias, las culturas o los recursos naturales, solo depende del sistema legal económico y rentístico. En www.gapminder.org los lectores pueden encontrar una abrumadora evidencia con 250.000 datos de doscientos países que avalan estos dichos.

El derecho de propiedad es tan importante como la libertad, puesto que no es libre quien no es dueño del fruto de su trabajo

Los fundamentos del derecho de propiedad fueron evolucionando desde John Locke, que explica que surgen del hecho evidente de que el hombre es dueño de sí mismo, de su cuerpo y de su mente, y, por lo tanto, es dueño del fruto de su trabajo. Luego, existe un debate sobre cómo se mezcla esta propiedad con la tierra o los recursos naturales, y hasta dónde llega el límite de esa propiedad. Ese debate donde opinan intelectuales de fuste como Robert Nozick e Israel Kirzner seguirá llenando bibliotecas. Pero es esencial comprender que la riqueza de la humanidad no se encuentra en los recursos naturales per sé, sino en la prodigiosa creatividad innovadora que surge de la cooperación libre entre las personas en los países donde están bien definidos y asegurados los derechos de propiedad.

Los recursos naturales per cápita se han reducido rápidamente a causa de la explosión demográfica. Si dividimos el total de estos recursos por la cantidad de habitantes de la tierra obtendremos que los terrícolas tenemos hoy menos de un séptimo de lo que poseían nuestros antepasados de principios del siglo XIX. Lo que ha crecido es nuestra capacidad de extraer riquezas de estos recursos naturales, y hoy sabemos que no es solo de la tierra, sino que cada vez más rápidamente estamos aprendiendo a utilizar la riqueza energética de nuestra estrella madre, el sol. El mundo se encamina así hacia la abundancia.

Seguramente con la mejor de las intenciones, el Papa Francisco sostuvo que el destino universal de los bienes es más importante que la propiedad privada

En contrapartida, en los países donde se cree que la solución de la pobreza se centra en sacar la ganancia del que mejor produce para entregársela al que no produce nada o produce muy poco, entran en una espiral decadente como Venezuela o la Argentina.

Los dichos del Papa son muy graves en un contexto donde el Municipio de Avellaneda pretende expropiar los terrenos baldíos y donde dirigentes sociales y políticos apoyan la toma de tierras colindantes a las ciudades.

Considero que el derecho de propiedad es tan importante como la libertad, puesto que no es libre quien no es dueño del fruto de su trabajo.

Y, como bien escribió Cervantes: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad se puede (…) y debe aventurar la vida”.

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