
El año acaba igual que como empezó, envuelto en violencia. A las miles de muertes registradas las dos primeras semanas de diciembre, se suma ahora la desaparición de una familia entera, cuatro adultos y dos menores.
Las autoridades asumen que la desaparición se produjo el domingo 12 de diciembre. La familia se dirigía a casa de un allegado en el municipio Ignacio Zaragoza, donde pasarían la noche.

En un comunicado, la Fiscalía General del Estado de Chihuahua explicó que fue un familiar quien avisó a las autoridades de la desparición de los seis. Lo hizo el martes 14 de diciembre, después de perder la comunicación con las víctimas. El último contacto fue una llamada.

Las personas desaparecidas fueron identificadas como Mabeth Díaz Vázquez, de 36 años; Gustavo Erives Vega, de 33; Maylen Isbeth Díaz, de 41; Yuliana Torres Díaz, de 18, Gael Torres Díaz, de 4 y Keila Erives Díaz, de 5.
La Comisión de Búsqueda de Chihuahua ha solicitado la colaboración de la ciudadanía para aportar información que ayude a localizar a los cuatro adultos y dos infantes miembros de la familia.

El nombre de Chihuahua es de mal recuerdo para la sociedad mexicana. En el 2000, sus calles fueron escenarios de cientos de miles de desapariciones de mujeres y del asesinato de muchas personas que quedaron atrapadas en la batalla entre cárteles de la droga.
Es una de las entidades más importantes de la llamada frontera norte, la franja de tierra que separa a México de Estados Unidos.
Con miles de casos en todos el país, el problema de los desaparecidos se ha convertido en una cuestión de estado en México. El diario estadounidense The New York Times realizó un reportaje donde investiga a fondo la situación que viven quienes buscan a sus desaparecidos. “Enterrados sin un nombre, a menudo todo lo que queda una vez que sus cuerpos se han ido son las tripas vacías de una persona: una sudadera ensangrentada, una blusa con volantes, un vestido hecho jirones”, comienza el artículo.
Durante un viaje por Chihuahua, un fotógrafo del medio capturó ropa y pistas que algunas madres desesperadas hallaron en su búsqueda de pistas. Entre los testimonios recopilados, Noemy Padilla Aldáz, quien lleva dos años buscando a su hijo, Juan Carlos, que tenía 20 años cuando desapareció luego de terminar su turno de noche en una taquería local, dijo que:
“Si supiera que está muerto, sabría que no está sufriendo”, dijo. “Pero no lo sabemos, y es como una tortura no saber”.
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