Hay una ilusión enorme que late fuerte en la porción celeste de Córdoba. Belgrano está en el umbral de volver a la máxima categoría para sentarse a la mesa de los grandes y hacer realidad el sentimiento de cada uno de sus hinchas: ser de primera.
En febrero de 2021, cuando todavía la pandemia estaba presente en cada charla, hubo elecciones en la institución y resultó elegido como nuevo presidente el ídolo más grande de su historia: Luis Fabián Artime. Para él no fue fácil dar el paso e involucrarse de lleno en la política partidaria, sorteando algunas reticencias de sus personas más cercanas, pero el sentimiento pudo más y allí fue, bajándose del pedestal para poner el hombro en un momento complejo.
Un mes más tarde se inició el torneo, con una victoria sobre Tigre, pero pronto los resultados comenzaron a ser adversos y hubo cambio de entrenador, dejando el cargo Alejandro Orfila. Los medios mencionaban a diversos candidatos para ocupar su lugar, entre quienes estaban Néstor Gorosito, Gustavo Álvarez y la dupla Orsi – Gómez.
La dirigencia tuvo tiempo para madurar la idea, porque el torneo se suspendió un par de semanas por los rebrotes de Covid en todo el país. Y cuando llegó el anuncio, muchos fueron los sorprendidos, ya que el elegido era Guillermo Farré, quien llevaba pocos meses de retirado de la actividad como futbolista y se desempeñaba como ayudante de campo de Ricardo Zielisnki en Estudiantes.
El mensaje estaba claro: apelar a un hombre identificado con los colores, que siempre se había brindado por entero y, fundamentalmente, protagonista decisivo de la mayor gesta en la historia de Belgrano, convirtiendo el gol inmortal contra River en el estadio Monumental, que le permitió ascender a primera en una promoción para el infarto.
Farré es un hombre que sabe de reconstrucciones celestes, tal como nos comentó tiempo atrás acerca de lo vivido como jugador en aquellos días: “La realidad es que no habíamos comenzado bien el torneo del Nacional B 2010/11, a tal punto que en las primeras fechas se tuvo que ir un cuerpo técnico con Jorge Guyón a la cabeza y el que lo reemplazó, con Luis Sosa como entrenador, también dejó el cargo al finalizar el año porque la cosa no arrancaba. La llegada del Ruso Zielinski fue fundamental, porque hizo un análisis exacto de lo que necesitábamos. Desde un primer momento trató de hacernos sentir importantes como estructura de equipo y los resultados positivos llegaron enseguida, hecho que te ayuda a creer y a ser fiel a lo que técnico pide. Por estos elementos es que llegamos muy bien y consolidados a la promoción”.
Con el recuerdo latente de ser alguien querido y reconocido en el club, sabía todo lo que arriesgaba al calzarse el buzo. Pero desde el mismo momento en que fue presentado, dejó en claro sus prioridades: “Lo primero que pregono en mi estilo es que se identifique con la esencia del club, más allá del sistema. La historia de esta institución necesita equipos dinámicos y aguerridos, con el deseo de ganar cada pelota como si fuera la última”.
El destino le hizo un guiño desde el arranque, porque el debut oficial, el 10 de junio de 2021, parecía derrota inexorable con Deportivo Riestra, pero alcanzó el empate en uno con gol de Adrián Balboa en tiempo de descuento. Fue una temporada de aprendizaje, donde el equipo se quedó por poco fuera de los 4 clasificados en su zona, pero los conceptos y el modo de trabajo de Guillermo ya estaban instalados en el Barrio Alberdi, tomando como faro lo aprendido del Ruso Zielinski: “El me demostró que en muchos casos el fútbol es simpleza y que desde allí se puede leer correctamente un partido o las situaciones que se dan. También sacar la mayor cantidad de beneficios a los recursos que tenés. Pero por sobre todas las cosas, la calidad humana, porque fueron muchos años de relación con él, con una convivencia muy buena, donde nos potenció a todos los integrantes de ese plantel”.
Justamente, Farré y Zielinski son algunos de los símbolos de las mejores postales de Belgrano en la era contemporánea. Ese club habituado a la lucha por permanecer en primera, había mandado al olvido la tabla de los promedios, asentándose en la máxima categoría y disfrutando de la disputa de torneos internacionales, lo que tiempo atrás hubiese parecido una quimera.
A mediados de 2016, tras un lustro exitoso, el Ruso dijo adiós y un año más tarde, Farré siguió sus pasos. Coincidencia o no, a partir de allí comenzó el declive de los Piratas, con campañas mediocres, sin vuelo y con los consecuentes flojos resultados, que desembocaron en el descenso al concluir la temporada 2018/19. La situación institucional fue de la mano de la deportiva y florecieron antiguos problemas. La pandemia detuvo todo, pero el socio sentía que era el momento de un cambio al comenzar 2021 y allí depositó su confianza en Artime, que se metió de lleno, dejando de lado la tranquilidad en la que estaba con su empresa de seguros. Había que arriesgar y lo hizo, como cuando encaraba a los más duros defensores y a fuerza de gritos, logró convertirse en un ídolo inmenso, al punto que, con justicia, la tribuna del estadio Mario Kempes asignada a Belgrano, lleva su nombre.
Este 2022 era el año para intentar hacer realidad el deseo de todo el pueblo de Alberdi de regresar a primera. Se acertó con los refuerzos, que se complementaron muy bien con los jugadores que ya estaban. Y el arranque fue demoledor: 12 triunfos en las primeras 15 fechas lo distanciaron rápidamente de sus perseguidores. Luego supo mantener la ventaja, casi sin baches y hasta dándose el lujo de eliminar, por la Copa Argentina, a dos equipos de primera: Platense y el Estudiantes del Ruso Zielinski…
En el interior de Guillermo Farré, en estas horas cruciales, habitan los mismos sentimientos de lo atravesado 11 años atrás, cuando fue protagonista del ascenso ante River: “El gran dilema de un momento así es tratar de no perder lo que habías conseguido, tratar de conservar aquella ventaja conseguida en Córdoba. Eso nos llevó a no estar lo concentrado que debíamos en el comienzo, donde nos hicieron el gol. Debo reconocer que en el primer tiempo no la pasamos para nada bien, porque éramos conscientes que la diferencia se achicaba y que River estaba en partido, con chances concretas de poder ganarnos. Nos ayudó irnos al entretiempo solo un gol abajo, ya que allí pudimos mentalizarnos para afrontar de mejor manera los 45 minutos finales”.
Guillermo está a un paso de repetir la gloria de devolver a su querido Belgrano a primera, ahora desde el banco de suplentes y con la ropa de entrenador. El agradecimiento de los Piratas volverá sobre él, como en la tarde de Monumental, donde hizo el gol que debe evocar a cada paso: “De la jugada del gol recuerdo todo. Desde el momento en que presioné en mitad de cancha, luego pasé por detrás del Mudo Vázquez, que se la dio al Picante Pereyra. Él mandó el centro y hubo una duda entre dos defensores de River que produjo un rebote alto. Siempre me mantuve concentrado en la pelota y de reojo veía la figura de Juan Pablo Carrizo, el arquero de River, que suponía que iba a salir. Lo único en que pensaba era tratar que no picara, porque ahí él iba a tener mayores posibilidades. Esa figura del arquero no se me acercaba y eso hizo que me pudiera focalizar más en poder pegarle de lleno. Cuando vi que cruzaba la línea del arco, sentí una plenitud tremenda, algo indescriptible que me salía de adentro. Cuando subimos al micro para regresar, me avisaron que alguien quería hablar conmigo por teléfono. Atendí y del otro lado escuché la voz de Maradona y no lo podía creer. Me quedé impactado. Enseguida me felicitó, al estilo Diego. Me dijo que estaba solo en un hotel, y que se puso a saltar en la cama (risas). Son palabras imposibles de olvidar y es algo que me va a quedar de por vida. Primero que me felicitara por el gol, saber que de cierta forma lo hice feliz, que le pude sacar una sonrisa, me va a quedar en el recuerdo. Y que me agradeciera a mí, con todo lo que él nos hizo felices. Yo estaba atravesando un momento único, lleno de liviandad, alegría y felicidad. Era como una mochila repleta de ladrillos que me descolgué totalmente”.
Una definición muy gráfica del pasado que ahora es presente. Quizás no lo diga, pero Farré supo al asumir que la mochila de ladrillos podría estar otra vez en su espalda, porque la responsabilidad de poner a Belgrano nuevamente en primera era un peso inmenso, tras algunas temporadas de naufragios por la mitad de la tabla. Pero el barco se enderezó y está a punto de lograr el ascenso, como en 1991, 1998, 2006 y 2011 para hacer Una de Piratas, como diría Serrat.
El máximo ídolo como cabeza de la institución. Un jugador símbolo de los mejores tiempos, como entrenador. Se llama sentido de pertenencia. Y pocos clubes lo tienen tan arraigado pasionalmente como Belgrano. Se empiezan a ir los nubarrones. El cielo está a un pasito de ser más celeste que nunca…
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