
“Frondizi había logrado modernizar a la Argentina. Una vez mas, la sinrazón se impuso con su fuerza y la Argentina se auto-infligió una derrota”. Con esta sencilla y contundente frase, Mariano Caucino concluye su crónica de los 4 años de la gestión del presidente Arturo Frondizi (1958-1962).
En sólo 200 páginas, Mariano Caucino logra describir y explicar un tiempo histórico complejo que se proyecta hasta la actualidad, y muestra lo poco que hemos aprendido en los últimos 60 años en “Frondizi. El estadista incomprendido”.
Fue en esa década -la de los 60- la última en la cual pudimos ejercer la supremacía que Argentina tenía en el subcontinente sudamericano.
En la “transición democrática” de Raúl Alfonsín y Carlos Menem (1983-1999) intentamos recrear las instituciones republicanas y volver al desarrollo, pero, finalmente, fracasamos.
Mariano es generoso con las virtudes del Dr. Frondizi y benevolente con sus debilidades. Sus virtudes, la solvencia intelectual, su capacidad para manejar las contradicciones propias de los intereses contrapuestos y el carisma para seducir a propios y ajenos.
Sus debilidades, el haber aceptado una democracia vigilada por las Fuerzas Armadas y la permanente actitud de ir cediendo ante los reiterados planteos que lo forzaban a corregir el rumbo elegido.
Por el otro lado, los condicionamientos de Juan Domingo Perón en el exilio y sus ex correligionarios -los radicales- que persistían en mantener “lealtades” con el anti-peronismo extremo.
Frondizi logró el autoabastecimiento petrolero, la consolidación de la siderurgia y la creación de la industria automotriz. Entendió las reglas de la nueva geo-política planteada luego de la Segunda Guerra Mundial e intentó fortalecer la identidad sudamericana -sin desconocer el rol hegemónico de los EEUU- para poder negociar en mejores condiciones con los poderes centrales.

Pasan por el relato, figuras extraordinarias que presidieron a países de la región en esa época -Jucelino Kubishek, en Brasil; Víctor Haedo, en Uruguay; Rómulo Betancourt, en Venezuela; Víctor Paz Estenssoro, en Bolivia-; más los presidentes Eisenhower y Kennedy, en USA; Fidel Castro, en Cuba; Charles de Gaulle, en Francia; Mao Tse Dong, en China; y Nikita Kruschov, en la URRSS; y los líderes europeos que estaban en la primera línea del enfrentamiento este-oeste y que vivían con todo rigor el continente dividido en dos por la “Cortina de Hierro” (y, literalmente por el “Muro de Berlín” en 1962).
Frondizi intentó navegar en el medio de las turbulentas aguas de su época y naufragó, finalmente, el 29 de marzo de 1962 cuando fue desalojado por la fuerza de la Casa Rosada.
Los que lean el libro se encontrarán con nombres y apellidos vigentes en la Argentina del 2022 –Rogelio Frigerio (abuelo del actual), Federico Pinedo (abuelo del actual), Horacio Rodríguez Larreta (padre del actual). Pero no serán esas anécdotas personales los ínicos vínculos entre el pasado y el presente.
Lo más notable es la recurrencia en un debate de ideas que opone la industria con el agro, la soberanía nacional con la apertura al mundo, la estabilidad y la inflación, la religión y el laicismo, el proyecto de integracion regional y los conflictos con los vecinos.
Hay una gran diferencia entre el pasado y el presente: no existe más el partido militar que ejerciera su predominio entre 1930 y 1983.
Hoy, sin embargo, perduran los factores de inestabilidad institucional, debilidad económica-financiera, condicionantes externos relevantes y, lo peor de todo, la supervivencia de un instinto “golpista” (un importante vocero del oficialismo, ha reconocido que hay sectores del gobierno que proponen recurrir a una “instancia revolucionaria” para intervenir (por fuera de las normas legales) al Poder judicial.
En un país de tan frágil memoria histórica, el libro de Caucino es imprescindible para las nuevas generaciones. Tenemos que saber de donde venimos y como nos equivocamos, para, si podemos, no repetir los mismos errores.
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