De Henryk Górecki a Portishead: la historia de la sinfonía "de las canciones tristes"

(El “trailer” del nuevo disco de Beth Gibbons)

En la primavera de 1977, hace exactamente 42 años, el compositor polaco Henryk Górecki estrenó su tercera sinfonía para soprano y orquesta en el Festival Internacional de Arte Contemporáneo de Royan, Francia, uno de los encuentros de música vanguardista más importantes de su tiempo.

Górecki tenía entonces 43 años y una solvente carrera como compositor vanguardista, partiendo de la tradición de Webern, Boulez, Messiaen y Stockhausen, pero aquel 4 de abril desconcertó a todos los asistentes con su última obra. Lejos de los fuertes contrastes, las disonancias, la compresión y la rapidez de sus primeras obras, más abstractas, estrenó una sinfonía lenta escrita en un lenguaje sencillo, incluso amable, y basada en textos con una carga emocional casi insoportable.

Durante 55 minutos la symfonia pieśni żałosnych, o “sinfonía de las canciones tristes”, avanzaba con pies lentos hasta construir un ambiente sombrío de una enorme belleza en base a tres textos sobre la pérdida de un hijo desde la perspectiva de una madre.

Henryk Górecki, compositor polaco nacido en 1933 y fallecido en 2010 (Wikimedia Commons)
Henryk Górecki, compositor polaco nacido en 1933 y fallecido en 2010 (Wikimedia Commons)

Los críticos la odiaron. Hablaron de una sinfonía que “se prolongaba como un lastre sobre tres melodías folclóricas, y nada más, por 55 minutos”, como recuerda el historiador de la música Luke B. Howard en su ensayo El otoño de Górecki. La consideraron “basura decadente”, y la “no-composición” que desviaba el camino hacia una “nueva simplicidad infantil”, lejos la “real musicalidad” que representaba el camino ya establecido de las vanguardias de la segunda mitad del siglo XX.

Aunque la opinión especializada se puso mayoritariamente en contra, algo más pasó entre los asistentes al concierto en Royan. Silenciosamente, la sinfonía generó una atracción magnética primero en Polonia, donde las ejecuciones se multiplicaron, y luego del otro lado de la Cortina de Hierro a través de un primer disco grabado en Alemania en 1982.

Pero la explosión, porque difícil encontrar otra metáfora para lo sucedido considerando los números acotados en el ambiente de la música clásica, llegó en 1991 cuando la orquesta de cámara británica London Sinfonietta dirigida por David Zinman grabó una versión junto a la soprano Dawn Upshaw. El disco fue lanzado en 1992 y llegó en poco tiempo al 6° puesto entre los los más vendidos en el Reino Unido y luego se hizo enormemente popular también en Estados Unidos.

En total, se vendieron más de un millón de copias de esta versión de la tercera sinfonía de un compositor contemporáneo polaco completamente desconocido para el gran público. Y luego del éxito, llegó la rehabilitación de la crítica hasta que la obra se convirtió en una de las más importantes del siglo XX, para algunos pionera del movimiento “minimalista” y conmovedora representación del Holocausto en base al texto de su segundo movimiento.

En el mismo año en el que Dawn Upshaw grababa su versión, probablemente la más etérea de la tercera de Górecki, Geoff Barrow y Beth Gibbons crearon la banda Portishead, que comparte el nombre con un pequeño y deslucido pueblo británico en el condado de Somerset.

Adrian Utley se sumaría poco después para formar uno de los grupos más influyentes, con apenas tres discos, en el surgimiento del trip hop, un género difícil de describir que mezcla la rítmica del hip hop, la música electrónica y ambient, voces sombrías y un extenso uso de samples.

Beth Gibbons, cantante de Portishead
Beth Gibbons, cantante de Portishead

Dummy, el primer disco lanzado por Portishead en 1994, alcanzó un éxito y una aclamación de la crítica muy distintos a lo obtenido por la 3ra sinfonía en su estreno de 1977. El trabajo de Barrow y Utley con diferentes samples y la creación de atmósferas influenciadas por la música de películas de los 70s, sumado a la voz áspera y constantemente trágica de contralto de Gibbons, la hija de un granjero de Somerset que soñaba con cantar como Janis Joplin, se convirtió en un estilo inequívoco.

Un disco con el mismo nombre de la banda y el pueblo del que los tres parecían querer escapar con tanta fuerza llegó en 1997, y luego una larga pausa de diez años hasta la salida de Third en 2008. Y después, otra pausa en la que Barrow, Utley y Gibbons se ocuparon de sus propios proyectos.

Gibbons, de 54 años, muy rara vez ofrece entrevistas a la prensa y los giros en su carrera son difíciles de predecir. Por ejemplo, el lanzamiento a finales de marzo de su interpretación de la 3ra sinfonía de Gorecki, bajo la dirección de Krzysztof Penderecki, uno de los compositores polacos más importantes de los últimos tiempos que mantiene vínculos con el mundo de la música popular y ha trabajado con Johnny Greenwood, guitarrista de Radiohead.

La cantante británica no tiene formación clásica, no sabe leer partituras y su registro de contralto se encuentra por debajo de las necesidades de la parte de soprano escrita por Górecki. Tampoco habla polaco, claro.

Pero cuando en 2013 Portishead se presentó en el festival Sacrum Profanum en Cracovia, el promotor Filip Berkowicz pensó que la voz trágica y casi suspirada de Gibbons era ideal para intentar una reinterpretación de la obra de 1977, y le sugirió que lo intentara, como recuerda el periódico británico The First News.

Para lograrlo Gibbons recibió clases de dos profesoras de canto y fonética, y le entregaron traducciones de los tres textos sobre la pérdida que son cantados en cada movimiento y que forman el núcleo de la obra.

(Una interpretación más tradicional del segundo movimiento de la sinfonía, a cargo de la soprano Zofia Kilanowicz y la orquesta Nacional de la Radio Polaca dirigida por Antoni Wit)

“Ya sea cantando una de sus propias letras, o uno de los textos de la sinfonía, ella apunta a realizar una inyección emocional de ejecutante a audiencia. En la voz de los textos de la sinfonía, como en la vida, ella es madre e hija”, explica el único comunicado oficial de la artista, citado por el sitio Consequence of Sound.

Anna Marchwinska, miembro de la Opera Nacional de Polonia y una de las personas que ayudó a la cantante de Portishead viajando regularmente a su casa en Bristol, explicó que “el polaco es muy difícil para cantar, inclusive para los polacos. Tenemos demasiadas consonantes”.

“Fue muy difícil para ella. Estaba frustrada gran parte del tiempo. Quería abandonarlo todo, ya que creía que no podía interpretar con justicia y emoción a la música“, explicó, en una entrevista reciente con The New York Times.

Algunos de los mensajes dejados por los prisioneros en la prisión de la Gestapo en Zakopane, uno de los cuales sirvió de texto para el segundo movimiento (Andrzej Samardak/Z-NE)
Algunos de los mensajes dejados por los prisioneros en la prisión de la Gestapo en Zakopane, uno de los cuales sirvió de texto para el segundo movimiento (Andrzej Samardak/Z-NE)

A pesar de los problemas, la obra se ensayó en Katowice y fue ejecutada finalmente en 2014 en el Gran Teatro de Varsovia por la Orquesta Nacional de la Radio Polaca, bajo la dirección de Penderecki y con la voz de Gibbons.

“Al final de la ejecución, había, como suele ocurrir con esta pieza, un silencio fantasmal y destrozado en toda la sala“, es una de las pocas descripciones que trascendieron de aquel concierto realizado con el más bajo perfil.

El lanzamiento de la grabación en vinilo, CD y streaming, en ediciones estándar o de lujo, se realizó con una mayor publicidad y la voz de Gibbons bajo la batuta de Penderecki ya está desde hace una semana recorriendo el mundo de la música.

La tapa del nuevo disco que contiene la versión de Beth Gibbons y Krzysztof Penderecki
La tapa del nuevo disco que contiene la versión de Beth Gibbons y Krzysztof Penderecki

Y el resultado es, quizás, tan desconcertante como aquella interpretación de 1977 en Royan. Sería injusto juzgar a la versión de Gibbons y Penderecki como si fuera otro intento más de ejecutar la pieza por parte de una soprano y una orquesta. En medio de las cuerdas, los vientos y el piano, sus dinámicas y los distintos registros, la voz de Gibbons suena como la de una principiante, sin potencia ni técnica.

Esto se hace, quizás, más evidente en el primer movimiento, cuando la soprano canta por primera vez después de casi 12 minutos de un canon introductorio por parte de una orquesta que se va desanudando lentamente y creciendo en intensidad. Aquí la voz de Gibbons y su vibrato luchan para destacarse cantando el texto, un lamento cristiano del siglo XV en el que la Virgen María habla de la pérdida de su hijo, y por momentos suena demasiado como una imitación del canto profesional.

Algo similar ocurre en el tercer movimiento, basado en un texto folclórico sobre los levantamientos polacos entre 1919 y 1921, donde Gibbons aporta un estilo casi hablado al que es difícil acostumbrarse, aunque después termina imponiéndose por su fragilidad.

Krzysztof Penderecki dirigió la orquesta en esta última versión. Se trata de uno de los compositores más importantes de las últimas décadas (AP)
Krzysztof Penderecki dirigió la orquesta en esta última versión. Se trata de uno de los compositores más importantes de las últimas décadas (AP)

En el segundo movimiento la británica encuentra su espacio, el registro le sienta mejor y su recitación del texto dejado por una joven polaca encerrada en la prisión de la Gestapo de Zakopane durante la Segunda Guerra Mundial cobra una fuerza enorme en su voz, mucho más cercana en este caso a la de su trabajo en Portishead.

Es, después de todo, el corto texto que Górecki halló en un libro en 1971 y que lo motivó a escribir la obra y encontrar un lenguaje correcto para el material. “Mamá, no llores/inmaculada Reina de los Cielos/apóyame siempre/Ave María, llena eres de gracia”, decía la inscripción realizada en la pared de la celda.

Pero más allá de cualquier crítica al hecho de que Gibbons no sea una cantante lírica profesional, su versión frágil, triste y humana, en contraposición al áurea con pretensiones divinas que por momentos envuelve al canto puro y preciso de las sopranos, es honestamente única y desgarradora en una forma muy distinta a la que acostumbre hacer la 3ra sinfonía, y sólo se puede especular con la reacción de Górecki, fallecido en 2010, frente a la ejecución.

Este diálogo entre música clásica y popular, entre profesionalismo y amateurismo, entre vanguardia y tradición, parece cumplir con la historia de la obra que pareció saltar de un mundo a otro con la misma naturalidad.

Tal es así que la apuesta de Gibbons no ha sido la única por intentar releer la sinfonía. En 2016 el saxofonista estadounidense Colin Stetson publicó su álbum “Sorrow” (Dolor), en el cual reinterpreta a la sinfonía con una base rítmica de batería, saxofones, samples, sin resignar tampoco a la orquesta ni el canto de la soprano, en un estilo más tradicional que el de Gibbons y, por tanto, contrastante con el resto de la instrumentación.

Un resultado cuestionable, con promotores y detractores, una nueva versión tan diferente y tan igual al original, otra muestra de que la obra sigue viva.

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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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