Una escasa caminata a su lado por el puerto de Punta del Este permite experimentar, al menos por un rato, la dificultad de convivir con las miradas ajenas. Son casi las 12 del mediodía y los restaurantes de la zona están repletos. Al pasar, por lo bajo se escuchan comentarios. Otros, disimulados, se vuelven previsibles al esconder sus teléfonos celulares para sacar una foto y captar el momento.
Detrás de sus lentes de sol, los observa a todos. “Con los cambios que he hecho en estos últimos ni les presto atención”. Abigail Pereira, uruguaya, 31 años, se vuelve la atracción de la escena. “Algunos se animan a pedirme fotos. El uruguayo quizás es más respetuoso y no quiere molestar. Sin embargo, cuando uno toma la iniciativa los demás también quieren”, agrega.
Actriz, vedette y cantante. Encabeza en Punta del Este una de las obras más vistas del verano: Stravaganza, dirigida por Flavio Mendoza, en el Enjoy Hotel, la cual superó los 10 mil espectadores en su primera semana en cartel. “Siempre tomé clases de canto y baile. Cuando vi a Flor de la V, que la rompía en el Bailando, pensé: ‘si hago lo mismo que ella, ¿cómo no voy a poder estar?’. En 2007 quedé y, a partir de ahí, comenzaron a pasarme cosas maravillosas”, dice a Infobae.
—¿Tuviste una linda infancia?
—Rara. Fui feliz hasta los 5 años. Después, todo se volvió difícil. Me daba cuenta de que era diferente a todo lo que el mundo me decía. O los juguetes que se utilizaban me hacían sentir incómoda, porque no eran los que me gustaban y me llamaban la atención. Eso no me hizo disfrutar de una niñez plena.
—¿Y qué hizo tu familia?
—Mi familia me desertó, me hizo a un lado. Mi mamá rechazaba todo lo que podía llegar a pasar. Yo tenía todo eso pero también debía soportar un constante llamado de atención para que vaya por el camino que ellos querían. Para mí el cambio fue progresivo, fue liberándome, soltando una cadena a medida que iba creciendo. Lo primero que modifiqué fueron las cejas. “¿Qué es lo que estás haciendo?”, me decían.
—¿Vos qué sentías?
—Que estaba equivocada en todo. Que le erraba al contexto. Ahora lo puedo expresar en palabras: por ejemplo las niñas tenían un delantal rosado y yo quería ponérmelo. No lo decía, pero lo asimilaba. Esas circunstancias que pasaron en mi desarrollo me hicieron ver que algo era diferente.– ¿Por qué decidiste ser enfermera? – De chica quería ser médica. Tengo esa vocación por ayudar, de sentir empatía por el prójimo. De enfermera trabajé dos años, lo disfruté mucho. También lidié con la discriminación: llegaron a decirme que confundía a los pacientes. El licenciado que me tocaba a mí era homófobico, quería hacer sentí su autoridad y me decía que no me pinte la cara, que no me deje crecer las uñas, quería que use la ropa más holgada porque creía que estaba confundiendo a los pacientes.
A los 11 años intentó suicidarse. A los 15 también. En ambas oportunidades por un cóctel de pastillas. “Mi familia eligió decirme: ‘si sos gay, todo bien. Pero no te vistas de mujer’. Yo no les hice caso. A los 12 ó 13 años comencé a usar remeras o jeans más ajustados. Ahí me pidieron que me vaya de mi casa. Por suerte ahora somos todos amigos. Ellos me explicaron que tenían temor a cómo podían reaccionar los demás o ver que yo estuviese sufriendo”, explica.
Abigail entendió que los cimientos de su nueva vida eran sus padres. Si ellos no la aceptaban, ¿qué podía esperar de los demás? “Mi primera vez con un hombre fue a los 16 años. Era un vecino de casa. Yo quería hacerlo con alguien conocido porque tenía miedo. Así que debuté con él… Y después nunca estuve con ninguna mujer, ni un beso siquiera. Nada de nada”, cuenta la vedette, quien se convirtió en la primer residente permanente por habilidad extraordinaria y primera uruguaya transgénero en tener documentos como mujer en Estados Unidos.
En 2007, Abigail consiguió cambiar su nombre en la cédula y pasaporte uruguayo. En 2013, se realizó la rectificación de partida de nacimiento en el Registro Civil.
—¿Disfrutás el ambiente artístico?
—Hace seis años que vivo en Miami y allá suceden cosas a diferentes a lo que ocurre aquí o en Argentina. Lo que no me gusta es la inseguridad de las otras personas; ese temor que solo despierta malas energías. No me gusta que no haya empatía. Lo contrario a lo que me ocurría en la enfermería.
—¿Tuviste romances o aventuras con famosos?
—Tuve romances y encuentros con algunos famosos, sí. Sucede que nos movemos todos en el mismo ambiente. He tenido romances que quizá no fueron tan expuestos y quizá sería un escándalo si se supiera. Con uno en particular estuvimos un tiempo y cuando íbamos a blanquearlo, se terminó.
—¿Te costó irte de Uruguay?
—Cuesta siempre irse a trabajar afuera, dejar tus cosas acá. Pero ahora me cuesta más volver, y eso que la gente es amorosa y brinda un cariño único, pero quizá te acostumbrás a la farándula de otro lugar y aquí existen otras limitaciones, por el simple hecho de ser un país mucho más chico.
—¿Qué es lo que más te gusta del público argentino?
—Lo que amo es el amor que el público argentino le tiene a todo lo que los artistas pueden hacer arriba del escenario. Generosos y críticos al producto que le pongas. Es el público que más demuestra el interés. Ellos saben muy bien a quién pueden aplaudir para dejarlos contentos.
—¿Con qué soñás a futuro?
—Con grabar mi próximo disco y que realmente sea consagratorio.
—¿Qué fue lo más difícil que te pasó?
—Que mi familia no entendería que yo no elegí ser, sino que me tocó ser.
—¿Llorás?
—Todas las noches. Es una cuestión personal. Dicen que las lágrimas limpian el alma y yo decido acostarme con el alma limpia.
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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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