Daniel Orsanic, a un año de la histórica Davis: cómo fue que el joven que durmió en un auto se transformó en el capitán campeón

Una batería de disparos proveniente de los rifles de los practicantes de tiro es la banda de sonido incesante de la calurosa tarde en el Cenard. Daniel Orsanic se refugia de las altas temperaturas que anticipan el verano bajo el aire ficticio del restaurante del lugar. Las sillas coloridas no logran captar tanto la atención como las diversas capturas triunfales del deporte argentino que devoran las paredes laterales. El ex tenista y capitán de Copa Davis debió abandonar los courts, su cómoda selva, para saltar a una que siente más distante. Ya hace un año Argentina obtuvo el título en la fría Croacia y él tiene que atender a los medios.

Descifrar a ese hombre de rasgos bien marcados, hijo de padres que debieron escapar de Europa por la Segunda Guerra Mundial, infranqueable ante las preguntas, es uno de los desafíos de Infobae. El camino para conseguir ese código es, también, la ruta para entender cómo fue que Argentina rompió el maleficio y el 27 de noviembre del 2016 levantó la ensaladera en Zagreb por primera vez en la historia.

Orsanic se sienta, acomoda sus lentes, la botella de agua y lentamente se va desestructurando. “Cuando ganamos sentí que íbamos a recibir un premio a una manera de trabajar, a una manera de pensar”, refleja sobre lo acontecido ante Croacia hace un año. Allí se ubica para argumentar tamaña hazaña: ser consecuente entre los actos y las palabras es el verdadero objetivo, lo otro es un simple premio.

“Lograr el mayor éxito deportivo no depende únicamente de hacer las cosas bien. Si tuviese que elegir entre ganar la Copa o el mensaje, sin dudas elijo generar un buen ambiente, un buen grupo. No me llenaría el corazón“, sentencia.

Orsanic tomó un equipo del Far West, entre los tiros de los protagonistas anteriores y las plantas rodadoras de un presente semi desierto. La única figura, Juan Martín del Potro, acumulaba cuatro años sin ser parte del equipo –entre lesiones y negativas– y los tenistas que se encontraban disponibles en ese momento no eran un reflejo fiel de La Legión ni animaban el Top Ten. ¿Ser campeón de la Davis? El simple eco de un objetivo imposible.

El primer paso para alcanzar la la final fue desbloquear el candado sobre Delpo: “La primera reunión que tuve con Juan Martín fue muy simple. Él me expresó su deseo de representar al país. Que hacía mucho tiempo que estaba inactivo y que las últimas veces que había representado al país no lo había podido disfrutar. Entonces, a partir de ahí, fue acompañarlo, contenerlo, colaborar a nivel deportivo para lo que necesitara”. El de Tandil se sumó en la segunda serie, contra Italia, y terminó siendo el pistón del triunfo.

No es un error de redacción evadir la palabra líder para hacer referencia a Juan Martín. La clave del éxito, a medida que se va desenmarañando el enigma Orsanic para este medio, parece radicar en la conformación de un motor que actúa al unísono. Que cada pieza cumpla a la perfección con su cometido para que el vehículo se movilice. El capitán de Copa Davis resopla antes de responder, reflexiona en su interior y explica: “En nuestro grupo, hablar de líder choca. Los jugadores le escaparon a esa parte”.

En 2015 a Leo Mayer lo tildaban de líder del equipo porque era el que mejor ranking tenía y ganaba todos los partidos. Y a Leo no le hacía bien. Nadie se hacía cargo, nadie era líder del equipo. Cada uno sabía la responsabilidad que tenía. Cada uno le daba el lugar al otro que correspondía. Y se generó toda una convivencia perfecta en cuanto a que éramos un montón en la mesa y nunca nadie se desubicó. Nunca nadie quiso sobresalir por sobre otro. Ese, tal vez, es el mayor mérito a nivel cuerpo técnico: que ninguno se haya creído más que el otro. Cada uno tiene su rol, su función. No soy mejor que vos, que Juan Martín, y no soy peor que el encordador, que el médico”, resume.

De éxitos y fracasos parece estar conformado el discurso del deporte en nuestro país. De héroes o villanos. De los elogios para el primero. Del olvido para el segundo. Orsanic resignifica esa batalla y la transforma en un simple debate de café sobre las bondades del dulce de batata o el de membrillo. La definición de “éxito” que sale de su boca habla de otra cosa: “Para mí el éxito es lograr lo que uno puede a través del trabajo, de una idea. Eso es el éxito. Si yo consigo eso, y después no gano a nivel deportivo, no gano la Copa, yo creo que tuve éxito. Para mí el éxito es poder llevar adelante la idea, generar lo que uno quiere generar. Creo que nosotros ya habíamos sido exitosos antes de ganar la Copa Davis“.

(Adrián Escandar)

Orsanic no fue un tenista fructífero. Una carrera discreta en single siempre debajo del Top 100 y una trayectoria más contundente en dobles –con dos semifinales de Roland Garros como mejor resultado– le alcanzan para imponer respeto en el vestuario. No es un líder por ostentación de coronas, que se basa en su cuello agotado por colgarse tantas medallas. Es el líder del sacrificio. Cada escalón lo trepó exprimiendo su energía. Esa es su fuente. Su combustible.

“Cuando empecé a jugar profesional era con el mango justo y eso me disciplinó mucho. No me podía comprar un alfajor fuera de la comida“, define su carrera. Orsanic realizó toda su etapa juvenil en Argentina, ante la imposibilidad económica de formarse en el exterior, y rompió con los prejuicios que rezan que el tenista debe competir en los torneos del mundo para alcanzar el nivel de profesional en su etapa de adulto.

A los 19 años llegó por primera vez a Europa a disputar un campeonato y vivió una de esas historias mínimas que lo marcó: “En un torneo en Francia, recuerdo que llegué tarde a una ciudad y jugaba temprano a la mañana. Realmente, los hoteles que tenían lugar eran muy caros para mí. Dormí en el auto que había alquilado y, al otro día, entré la cancha y no sabía jugar. No le pude pegar a la pelota”.

Orsanic escapa a catalogarse como un obsesivo, pero otra de las anécdotas de sus inicios marca su disciplina y compromiso con filosofías que exceden simplemente al deporte. “En otro torneo en Francia nos hospedaron con otro jugador en una casa de familia. Los dueños se había ido y nosotros necesitábamos lavar la ropa. La metimos al lavarropas y no sé qué apretamos pero no terminaba más de lavarse. En un momento nos miramos y dijimos ¿qué hacemos? Abrimos el lavarropas y le inundamos toda la cocina. Un papelón. Justo, a los 10 minutos, llegó el dueño y vio todo mojado. Y quedamos pésimo. Realmente dimos una imagen muy mala. Yo, en ese momento, sentí que ese dueño de esa iba a sentir que todos los argentinos eran un desastre. Porque había dos argentinos en su casa que le inundaron la cocina y se fueron. Y tenía razón: su experiencia le hablaba mal de un argentino“, argumenta.

(Reuters)

Entre millones, lujos y estrellas, el mundo del tenis omite el sacrificio. Orsanic sonríe y recuerda la primera vez que le sobró un poco de dinero durante una gira como jugador: “Cuando me sobró lo primero, fui al supermercado y me compré una coca y un paquete de galletitas. Y sentí que me había ido al shopping y me había comprado cuatro bolsas de ropa. Para mí fue como si me hubiese comprado un traje“.

A punto de que su documento exponga que ya se nutrió de experiencias durante cinco décadas, el capitán campeón hace de su sacrificada historia, su bandera. De la estructura que lo ayudó a sobrevivir, la fórmula secreta de la gaseosa. No pretende parecer, sino ser. No busca ganar, quiere que sus maneras lo hagan fluir al destino.

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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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