Las elecciones generales están a la vuelta de la esquina. En unas horas, casi 40 millones de personas están llamadas a depositar su voto en las urnas y elegir al próximo Gobierno de España. Con las encuestas cada vez más ajustadas entre el bloque de la derecha y el de la izquierda junto a los partidos periféricos, los partidos llaman a la movilización con especial interés en activar la idea del “voto útil”.
Con este escenario tan apretado, tanto el PSOE como el Partido Popular apelan a jugar con el sistema en beneficio propio para que los votos a sus respectivos bloques no caigan en saco roto. Esta maniobra de los partidos políticos más grandes responde a la forma en la que está diseñada la fórmula electoral en la que se asignan escaños a cada candidatura.
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España se divide en 50 provincias, que es la unidad en la que se divide el territorio. A cada una de ellas se le asignan un número determinado de escaños a repartir en función de la población que vive en el territorio. Tal y como especifica la ley, en todas las provincias se reparten, como mínimo, dos asientos en el Congreso de los Diputados. A partir de ahí, se añaden un número mayor de diputados. En este punto, es imprescindible recordar que España también cuenta con dos ciudades autónomas, Ceuta y Melilla, donde solo se reparte un diputado.
Las circunscripciones en las que mayor número de diputados se elige son Madrid, Barcelona y Valencia. En la capital, las formaciones se juegan 37 representantes, en Barcelona 32 y en Valencia 16. Por la contra, en los lugares de España donde menos escaños se deciden, además de Ceuta y Melilla, está Soria, que es la única provincia de toda España que reparte el número mínimo de representantes establecido por la ley: dos
Un asiento en las Cortes más –tres– se reparten en la mayoría de provincias de Castilla y León: Ávila, Palencia, Segovia y Zamora. Un número que se repite en Guadalajara, Huesca, Cuenca y Teruel. Las llamadas provincias pequeñas son aquellas que reparten entre tres y cinco escaños. Además de las ya mencionadas, faltarían León, Lleida, Lugo, Rioja, Salamanca, Burgos, Cáceres, Albacete, Ourense y Álava, que juegan la partida por cuatro representantes, y Cantabria, Castellón, Ciudad Real, Badajoz:, Huelva, Navarra, Valladolid, Jaén, donde los partidos pelean por cinco asientos.
En la categoría de provincias medianas están aquellos territorios que envían al Congreso de los Diputados entre seis y diez diputados. Córdoba, Gipuzkoa, Girona, Tarragona, Almería y Toledo reparten seis representantes. Por otro lado, en Asturias, Zaragoza, Granada, Pontevedra, Santa Cruz de Tenerife, Zaragoza se pelean siete, uno menos que en Baleares, Bizkaia, A Coruña, Las Palmas de Gran Canaria, donde hay ocho en juego. En Cádiz son nueve y en Murcia, diez.
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Por último, las circunscripciones más grandes son las que sobrepasan la decena de escaños a repartir. A Madrid, Barcelona y Valencia, se unen a este grupo las provincias de Alicante y Sevilla, que reparte 12 escaños, y Málaga, que hace lo propio con 11.
La ley D’Hondt
Este método en ocasiones ha sido tachado de beneficiar a los grandes partidos. En las elecciones autonómicas, la ley establece la mencionada barrera del 3% –las candidaturas que estén por debajo se descartan– por lo que, lo primero para poder calcular los escaños, es conocer los votos totales. A partir del total de papeletas, se puede calcular qué porcentaje de votos ha tenido cada formación política.
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Una vez establecido el porcentaje de voto, se toma en consideración el número de votos totales válidos y se hacen divisiones. Es decir, se dividen los votos obtenidos por cada formación en 2,3,4… Después, se seleccionan los cocientes más altos para seleccionar el total de los escaños a repartir. Por ejemplo, con los resultados expuestos en el gráfico, el Partido C conseguiría un representante y los partidos A y B lograrían dos representantes.
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