La victoria de electoral de Carlos Saul Menem no fue una sorpresa. La adelantaban las empresas encuestadoras desde hacía varias semanas, incluso hasta las que eran pagadas por el oficialismo radical. La elección presidencial fue el 14 de mayo de 1989 y al candidato del Frente Justicialista de Unidad Popular (FREJUPO) se lo veía sereno, lo mismo que a su compañero de fórmula, el bonaerense Eduardo Duhalde.
El sábado 13 de mayo, antes de partir a La Rioja, Menem hizo declaraciones a la RAI en sus oficinas de la avenida Callao. Al corresponsal italiano le dijo: “Necesitamos inversiones de riesgo, producción, para una distribución con justicia social”.
Luego, poco antes del vuelo, fue al estudio de la calle Venezuela del empresario Hugo Franco para mantener una cordial conversación con el cardenal Raúl Primatesta. “Usted va a salir electo el domingo”, le dijo el religioso. De ese encuentro salió la firme decisión de Menem de no viajar a la Capital Federal, el 14 a la noche, para festejar el triunfo. El prelado le aconsejó: “Quédese en la provincia y festeje con su gente”. Seguidamente, a manera de colaboración, Primatesta le dio una carpeta con tapas de plástico que contenían algunas sugerencias para el discurso a la ciudadanía. En otro momento, Menem le preguntó por la Educación y la relación con la Iglesia y recibió la siguiente respuesta: “Mire doctor, el Ministerio de Justicia es para los abogados y Educación para los educadores. Con la Iglesia juntos pero no pegados”.
A la salida, mientras bajaba una escalera de mármol que daba a la calle, Menem lo miró a Franco y le preguntó: “¿Qué quiso decir el cardenal?”. Y el dueño de casa solo respondió: “Nino”. Antonio Salonia, que pocos días más tarde, fue designado Ministro de Educación. Luego, el candidato partió al Aeroparque Metropolitano y a las 13.30 despegó en un Lear Jet Merlin hacia La Rioja, acompañado por su hermano el senador Eduardo Menem y el secretario Ramón Hernández con su hijo Norberto.
El domingo 14 amaneció nublado en La Rioja. Carlos Menem de traje gris claro y corbata concurrió a votar en la Escuela Normal de Maestros “Doctor Pedro Ignacio de Castro Barros” y tras depositar su sobre en la mesa masculina Nº 43 comentó: “Casi nunca gano en esta mesa”. A pesar de la solemnidad del momento nunca perdió el humor cuando los reporteros gráficos pugnaban por obtener una foto desde todos los costados. Con una leve sonrisa les dijo: “Espero que no sean para el prontuario”.
Luego volvió a la residencia y a las 10.46 pidió permiso para decolar un Piper monomotor. Parisi, el jefe de torre, le respondió: “Bueno tatita, posición y despegue, suerte, la próxima lo esperamos en el Tango 01″ (el avión presidencial). Iba a cumplir su cábala: almorzar en su pueblo, con su gente, como lo hizo en cada elección que debió enfrentar.
Tras 20 minutos de vuelo descendió en la ruta asfaltada donde los habitantes lo esperaban en la banquina. Tras los innumerables abrazos, se dirigió a la casa de Amado, su hermano mayor, y luego vino la fiesta popular en el patio de la casa de Juan Nieto, un anciano que no dejaba de contar “aquí se hizo Carlos, de chango, y aquí se refugió en una ocasión cuando lo perseguían”.
Era todo bastante tumultuoso pero con afecto y respeto. Al poco rato se sintieron los primeros sones del acordeón de Firpo Delgado, primero con una polka, después un chamamé que cantó en guaraní. “Tocate un tango”, le pidió Carlos Menem, mientras contaba que Delgado era su compañero de serenatas en su juventud. Tras el asado, volvió a la capital de La Rioja donde lo aguardaban diplomáticos, dirigentes políticos y sociales y el periodismo. Todavía no se habían cerrado los comicios cuando en la residencia se rodeó de sus amigos a la espera de los resultados. No se esperaba otra cosa que la victoria pero era cuestión de que se proclamara. Ya en esos momentos, frente a los datos que llegaban desde Buenos Aires, se hablaba de una proyección “por arriba del 50 por ciento”. Al poco rato, Menem hablaba de 57% pero el primer dato firme llegó a las 19.40 cuando la radio dio cuenta de una proyección nacional del 53, 8% y 32,14 para Eduardo Angeloz.
Cuando el resultado electoral era irreversible llamó a su contrincante radical y lo saludó con enorme estima al decirle “ahora gané un amigo”. El cordobés, tras felicitarlo, le prometió que iba a “poner el hombro” desde su provincia. Cerca de las 23 salió al balcón de la Casa de Gobierno de la provincia a saludar a la multitud que lo esperaba. Abrió los brazos y brindó un discurso con un mensaje amplio y generoso.
Convocó a todos. “Me siento uno más de mi pueblo, seguiré siendo el mismo y voy a poner toda mi fuerza al servicio de toda la patria argentina”. Más tarde se traslado a un canal de televisión para conceder un reportaje con alcance nacional. “Ganó la bronca. Perdió el miedo”, proclamó el influyente periodista Bernardo Neustadt.
Ahora venía lo más difícil. El hacerse cargo de un país en estado catastrófico. Solo algunos índices reflejan el estado de postración en que se encontraba la Argentina: El 8 de julio de 1989 (día de la asunción presidencial) el gobierno recibía un Banco Central con reservas inferiores a los 100 millones de dólares; una inflación acumulada de 664.801 % entre el 10 de diciembre de 1983 hasta el 8 de julio de 1989; en el mismo período la devaluación del peso, medida por la relación entre la misma moneda y el valor del dólar, implicó 1.627.429 %, una inflación solo en junio de 1989 de 114, 5%. “El pueblo argentino debería saber que el retraso de las tarifas de los servicios públicos equivalió a una política de tierra arrasada”, expresó un informe que fue dado a los medios de comunicación el 14 de julio de 1989.
El sábado 8 de julio Carlos Menem pronunció frente al Parlamento Nacional su discurso inaugural. Dio algunas señales de sus futuros pasos, cuando dijo:
* “Se terminó el país del ‘todos contra todos’. Comienza el país del ‘todos junto a todos’”.
* “No existe otra manera de decirlo: el país está quebrado, devastado, destruido, arrasado”.
* “Si la Argentina no está donde debe estar, no es por culpa del país sino por responsabilidad de los argentinos. De nuestras divisiones, de nuestros lastres históricos, de nuestros prejuicios ideológicos, de nuestros sectarismos.”
* “Yo quiero ser presidente de un reencuentro, en lugar de transformarme en el líder de una nueva división entre hermanos. Por eso no vamos a perder tiempo para concretar la reconciliación de todos los argentinos”.
* “Ha llegado la hora de que cada argentino tienda su mano al hermano, para hacer una cadena más fuerte que el rencor, que la discordia, que el resentimiento, que el dolor, que la muerte que el pasado. Ha llegado la hora de un gesto de pacificación; de amor, de patriotismo. Tras seis años, de vida democrática no hemos logrado superar los crueles enfrentamientos que nos dividieron hace más de una década. Vamos a decirle que jamás se alimentará un enfrentamiento entre civiles y militares, sencillamente porque ambos conforman y nutren la esencia del pueblo argentino”.
Sorprendió a muchos cuando designó a Miguel Roig, alto ejecutivo de la empresa Bunge y Born, en el Palacio de Hacienda. Los resultados que se esperaban del grupo no fueron satisfactorios y en esos tiempos dramáticos, en el que no faltaron presiones partidarias y militares, el riojano Erman González condujo la Economía a partir de diciembre.
Cumplido el duro período inicial de poner orden con un programa de shock, en abril de 1991, llegó Domingo Felipe Cavallo y se afianzo un período de crecimiento económico, inflación moderada y tranquilidad social. El denominado “Plan de Convertibilidad”, de recuperación de la moneda nacional, comenzó a dar sus frutos. Tras estos resultados comenzó un plan de privatizaciones y de inversiones externas directas. A decir verdad eran organismos del Estado en desuso y bancarrota que debían volver a funcionar. No todo fue prístino y en muchos casos hubo serias quejas.
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