“Estamos perdiendo, pero tenemos mucho para crecer, en cambio ellos no tienen para sumar un voto más”, aseguran cerca de Marcos Peña, el jefe de Gabinete que en estos tiempos está abocado a la tarea donde nadie le discute primacía, como jefe de campaña de Juntos por el Cambio. “Crecer” es el nuevo mantra en la coalición oficialista y a eso están abocados los candidatos, pero también el Gabinete, que aporta con nuevos temas para instalar en la agenda de debate en la discusión pública, acompañando al Presidente en su campaña por la reelección.
En los despachos del primer piso de la Casa Rosada aceptan que la base que tiene el peronismo unido es más alto que en el 2017, “pero no están unidos, sino rejuntados”. Por eso “no tienen campaña ordenada, ni candidatos con experiencia en campaña, ni mensajes unificados para transmitir”. “Nosotros, en cambio, tenemos un solo líder, una sola estrategia y una metodología de trabajo que llevamos adelante en todo el país sin esfuerzos, porque estamos acostumbrados a este despliegue, seguimos siendo los mismos y, en todo caso, sumamos más gente al espacio”, explican.
En efecto, es notable la destreza que desarrolló el Jefe de Gabinete para la puesta en marcha de una campaña exigente, como es una presidencial, donde el Presidente tiene que viajar a diario de Córdoba a Mendoza, de San Martín a Santa Fe, de la gestión nacional a la política exterior. Tranquilos, sin stress ni equivocaciones, siguen el diseño pautado sin mostrar cansancio, confiados en que el método les funciona, simplemente porque saben que ya les funcionó.
Y mientras en el Frente para Todos ya se reparten ministerios y embajadas, cantan eufóricos que “vamos a volver” y asustan al electorado independiente con amenazas al periodismo y al Poder Judicial, los asesores del jefe de Gabinete miran la película y sentencian: “para ellos es siempre mejor el primer semestre, para nosotros el segundo”.
Es que en el Gobierno también se confían en que “vamos a estar mejor que en el 2015, cuando Mauricio (Macri) sacó 34% en primera vuelta”. Hoy, aunque no quieren reconocerlo, tienen la estrategia de perder las PASO por el menor porcentaje posible (en el 2015 perdieron por 9 y creen que hoy tienen chances de que esa diferencia pueda reducirse a céntimos) y definir la elección el 27 de octubre, sin apelar a la segunda vuelta electoral.
Daniel Scioli también tenía como estrategia ganar en primera vuelta en el 2015, sin embargo, apenas sacó 37%. Ese resultado fue tan pobre que las primeras encuestas que se conocieron sobre la segunda vuelta auguraban una victoria 60/40 a favor de Macri. Sin embargo, el resultado fue bastante más magro, 51/49, quizás porque no se contabilizó que el electorado de Sergio Massa (que sacó 21% en la primera vuelta) iba a traccionar más hacia el peronismo que a Cambiemos.
Quizás por eso, el jefe de campaña de Juntos por el Cambio se niega a la euforia y suele decir “perdemos y vamos a seguir perdiendo hasta el último día”, porque reconoce la capacidad del aparato del Estado para facilitar un proceso electoral pero también el intangible emocional de la militancia propia (los voluntarios) que, en términos generales, son menos enérgicos en campaña que el kirchnerismo, que “tienen una intensidad de la que nosotros carecemos”.
Lo curioso de la elección del 2015, es que Scioli sacó más votos en las PASO (39%) que en la primera vuelta, en tanto Massa sacó menos en las PASO y más en la primera vuelta. Sumados ambos, llegaron a 50%. ¿Llegarán a ese porcentaje ahora, en el 2019? En el Gobierno apuestan que no, pero la verdad que no lo saben.
Macri y Fernández jugarán sus fichas a ganar en primera vuelta, para lo que necesitarán sacar 45% de votos o una diferencia con respecto al segundo de más de 10 puntos. La moneda está en el aire. Mientras tanto, en el Gobierno no quieren hacer pronósticos, solo están enfocados en posicionar “las tres boletas juntas” para ir acercándose al objetivo.
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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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