Especial para Infobae de The New York Times.
Marilyn Reece, la encargada principal de la panadería de un Kroger en Batesville, Misisipi, empezó a notar este mes que más clientes se pasean por la tienda sin cubrebocas después de que se derogara el mandato estatal de llevar la cara cubierta. Kroger sigue exigiéndolos, pero eso no parece importarle a la gente.
Reece, una sobreviviente de cáncer de mama de 56 años, reza cuando ve a esos compradores. “Por favor, por favor, no dejes que tenga que atenderlos, porque en mi corazón no quiero ignorarlos, no quiero rechazarlos”, dice. “Pero luego pienso que tampoco me quiero enfermar y morir. No es que la gente sea mala, pero no sabes con quién ha estado en contacto”.
La mayor ansiedad de Reece es compartida por los trabajadores de los comercios minoristas y de la comida rápida en estados como Misisipi y Texas, donde los gobiernos han eliminado las órdenes de usar cubrebocas antes de que la mayoría de la gente se haya vacunado y mientras aparecen variantes nuevas y preocupantes del coronavirus. Parece un retorno a los primeros días de la pandemia, cuando los negocios decían que los clientes debían llevar cubrebocas, pero no había ningún requisito legal y numerosos compradores simplemente se negaban. Muchos trabajadores dicen que sus tiendas no hacen cumplir el requisito y que, si se acercan a los clientes, se arriesgan a sufrir altercados verbales o físicos.
“Ha dado una gran sensación de falsa seguridad y no es diferente ahora de lo que era hace un año”, dijo Reece, que aún no puede vacunarse debido a las alergias. “La única diferencia que tenemos ahora es que la gente se está vacunando, pero hay suficientes personas que no se han vacunado y deberían haber levantado el mandato”.
Para muchas personas que trabajan en comercios minoristas, especialmente en las tiendas de abarrotes y en las cadenas de grandes superficies, la derogación del cubrebocas es otro ejemplo de la escasa protección y aprecio que han recibido durante la pandemia. Aunque se les elogió como trabajadores esenciales, eso rara vez se tradujo en un pago adicional de sus bajos salarios. En un inicio, los empleados de los supermercados no tuvieron prioridad para la vacunación en la mayoría de los estados, incluso cuando los expertos en salud advirtieron al público que limitara el tiempo en los supermercados debido al riesgo que representan las nuevas variantes del coronavirus. (Texas abrió la disponibilidad a todos los mayores de 16 años el lunes).
El sindicato United Food and Commercial Workers, que representa a casi 900.000 trabajadores de tiendas de abarrotes, dijo este mes que al menos 34.700 trabajadores de tiendas de abarrotes en todo el país habían sido infectados o estado expuestos a la COVID-19 y que al menos 155 trabajadores habían muerto a causa del virus. El reciente tiroteo masivo en un supermercado en Boulder, Colorado, no ha hecho más que agitar a los trabajadores y aumentar la preocupación por su propia seguridad.
Diane Cambre, supervisora de planta de 50 años en un Kroger de Midlothian, Texas, dijo que había pasado gran parte del año pasado preocupada por llevar el virus a casa, donde vive con su hijo de 9 años, y con el temor a las interacciones con los clientes que se mostraban indiferentes ante la posibilidad de enfermarse. Usa cubrebocas doble en la tienda aunque le irrite la piel, que ya le pica por la psoriasis, y se cambia de ropa en cuanto llega a casa.
Después de que el gobernador de Texas, Greg Abbott, dijera el 2 de marzo que pondría fin a la orden de uso de cubrebocas en todo el estado la semana siguiente, Cambre dijo que los clientes de inmediato “empezaron a entrar sin cubrebocas y ha sido bastante difícil hacer que los usen”. La dirección debe ofrecer cubrebocas a las personas que no los llevan, pero, si no se los ponen, no se hace nada más, comentó.
Pedir a los clientes que se pongan cubrebocas puede dar lugar a tensos intercambios e incluso a rabietas por parte de los adultos que van empujando los carritos de supermercado.
Un representante de Kroger dijo que la cadena “seguirá exigiendo a todos en nuestras tiendas de todo el país que usen cubrebocas hasta que todos nuestros colaboradores de primera línea de la tienda de abarrotes puedan recibir la vacuna contra la COVID-19” y que estaba ofreciendo pagos únicos de 100 dólares a los trabajadores que recibieran la vacuna.
Los diferentes mandatos estatales y empresariales tienen a algunos trabajadores preocupados por más enfrentamientos. El sector minorista ya estaba tratando de abordar el problema el otoño pasado, cuando un importante grupo comercial ayudó a organizar una formación para entrenar a los trabajadores en la gestión y reducción de los conflictos con los clientes que se resistían a usar los cubrebocas, al distanciamiento social y a los límites de capacidad de las tiendas. Negar el servicio a las personas que no tienen cubrebocas, o pedirles que se marchen, ha provocado el año pasado incidentes como el puñetazo en la cara a una cajera, la rotura del brazo a un empleado de Target y el disparo mortal a un guardia de seguridad de Family Dollar.
MaryAnn Kaylor, propietaria de dos tiendas de antigüedades en Dallas, incluyendo Lula B’s Design District, dijo que la derogación del mandato de usar cubrebocas importaba mucho para las tiendas y el comportamiento de la gente.
“Debería haberse centrado más en vacunar a la gente en lugar de intentar abrirlo todo”, dijo sobre Abbott y señaló que Texas tiene una de las tasas de vacunación más lentas del país.
“Todavía hay casos todos los días en Texas y aún hay personas que mueren de COVID-19”, agregó. “Este levantamiento total de los mandatos es una estupidez. La decisión no debió haberse basado en la política, sino en la ciencia”.
Algunos texanos han empezado a buscar establecimientos que respeten el uso de cubrebocas. Kaylor dijo que las listas de los negocios de Dallas que requieren cubrebocas han estado circulando en Facebook y que la gente las estaba consultando para saber dónde adquirir alimentos y hacer otras compras.
Emily Francois, vendedora en un Walmart de Port Arthur, Texas, dijo que los clientes habían ignorado los carteles que piden usar cubrebocas y que Walmart no había hecho cumplir la política. Por ello, Francois se mantiene a 2 metros de distancia de los compradores que no llevan cubrebocas, aunque eso moleste a algunos de ellos. “Mi vida es más importante”, señala.
“Veo a los clientes que entran sin cubrebocas y tosen, estornudan y no se cubren la boca”, dijo Francois, que lleva catorce años trabajando en Walmart y es miembro de United for Respect, un grupo de defensa de los derechos humanos. “Los clientes que entran en la tienda sin cubrebocas nos hacen sentir que no valemos nada, que no estamos seguros”.
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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