En las montañas de Bolivia, el chamán aymara Roberto Usida Huanca lanza chorros de cerveza alrededor de una fogata, en la que arden frutas, dulces, incienso y raíces, para que la Pachamama (madre tierra) retribuya con salud y prosperidad a sus devotos.
A las 06H30 de la mañana, el termómetro está por debajo de los 0 grados Celsius y bajo la gélida brisa sólo se escuchan los rezos en aymara y castellano de Roberto y las conversaciones en voz baja de decenas de personas que llegaron este jueves, como cada 1 de agosto, para celebrar el inicio del “mes de la Pachamama”.
De 82 años, Roberto, atiende a sus clientes en la montaña La Cumbre, a unos 20 km al norte de la ciudad de La Paz y en la Cordillera Oriental de Los Andes. Es un punto de paso obligado entre la ciudad de La Paz y los valles subandinos agrícolas de Yungas y Caranavi y se encuentra a 4.670 metros sobre el nivel del mar.
– Para la época de siembra –
La festividad coincide con el inicio de los preparativo para la época de la siembra. Los peregrinos le pagan al chamán para que interceda ante la Pachamama para que les traiga una fructífera producción, bienestar familiar y buena salud.
Como parte de una ceremonia, los devotos de la “madre-tierra” llegan a La Cumbre con “wajtas” o “mesas” que consisten en una mezcla de productos, que serán el tributo para la deidad aymara y quechua.
Hay fetos del auquénido llama, canela, clavo de olor, fruta, dulces e incienso para que todo se consuma en fuego.
Roberto coloca trozos de leña en forma cuadrada, introduce todos esos productos en su interior, luego enciende el fuego y genera llamaradas lanzándole alcohol.
Luego agita una botella de cerveza para regar con espuma los bordes de la fogata. Es una forma de pedir que los ruegos sean escuchados.
Germán Usida, de 40 años e hijo de Roberto, explica que la tradición en Bolivia es acudir a los picos de los cerros, donde se cree que anidan con fuerza y poder los “apus” (dioses indígenas) y los “achachilas” (espíritus de los antepasados).
– Dólares y euros –
“Esta ‘wajta’ es para que nos vaya bien este 2022-2023, que haya paz, tranquilidad, que haya trabajo, negocio, viajes, hasta la enfermedad sea curada”, dice Roberto, que mezcla su aymara con castellano.
“Que dólares y euros nos dé la Pachamama”, agrega.
Alejandro Tito, comerciante de 45 años, recibe con agrado el trabajo del anciano sabio aymara.
“Pedimos salud, estudio para mis hijos, para que a la familia nos vaya bien en la salud y también para el trabajo, para el negocio”, dice él a la AFP.
A poca distancia del lugar está el músico Hermógenes Ricalde, de 33 años y quien integra su grupo musical de cumbia chichera “Sorpresa de Amor”. Pide “que me vaya bien, que prospere, que siempre vaya para adelante y también por la salud de toda la familia”.
Juan Carlos Huanca, empresario constructor de 35 años, se declara un convencido de la efectividad del ritual, pues explica que ya lo hizo en dos oportunidades anteriores y sus deseos fueron cumplidos.
“Hace dos años pedí familia y tengo familia, hace un año pedí trabajo y tengo trabajo […] ¿Ahora qué pido? Ayudar a las personas”, agrega.
La fiesta religiosa tiene tal fuerza en el mundo andino que la vicepresidenta electa de Colombia, Francia Márquez, de visita en Bolivia, fue invitada a celebrar en otra ceremonia similar en la plaza de Armas de La Paz, junto al vicepresidente boliviano, el aymara David Choquehuanca.
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