Con frecuencia se ignora el dolor en los niños y en el caso de los niños negros es aún peor

Especial para Infobae de The New York Times.

(Science Times)

Judith McClellan, trabajadora social que vive en Salisbury, Carolina del Norte, sabe lo que es ver a su hija sufrir. Su hija Kyarra, de 15 años, padece anemia falciforme, un trastorno hereditario de los glóbulos rojos que afecta sobre todo a la población negra y que suele provocar un dolor tan insoportable que se vuelve necesario recurrir a los opiáceos de urgencia. Cuando era más chica, narró McClellan, Kyarra describía el dolor (ocasionado por la obstrucción de los vasos sanguíneos) “como si un cuchillo de carnicero me apuñalara mil veces en el mismo lugar”.

Durante momentos de angustia, afirmó McClellan, “el protocolo es que vayamos al hospital más cercano” para recibir medicamentos potentes que mitiguen el dolor de Kyarra hasta que pase la crisis, pero como la familia McClellan, de raza negra, vive a 90 minutos del hematólogo de cabecera de Kyarra, a menudo se encuentran en los servicios de urgencias con personal médico que no los conoce y que suele dudar del dolor de Kyarra.

“Si dice que tiene un nivel de dolor de ocho, como no está gritando y chillando, le preguntan: ‘¿Estás segura de que es un ocho? ¿O lo estás convirtiendo en un ocho para que te demos más analgésicos?”, comentó “McClellan. “A veces creo que piensan que quiere drogas”.

Andrew Campbell, director del Programa Integral de Anemia Falciforme del Hospital Nacional Infantil de Washington D. C., aseveró que los proveedores de atención médica que no entienden una enfermedad como la anemia falciforme, en la que el dolor es el rasgo distintivo, con frecuencia etiquetan erróneamente a los niños negros, en especial a los adolescentes, como “gente que busca drogas” o “consumidores de opiáceos”. También hay un “posible tinte de racismo” que puede llevar a esa identificación, añadió.

Una escena que se repite una y otra vez

Emily Hartford, profesora adjunta de medicina de urgencias pediátricas en la Universidad de Washington, quien estudia cómo las diferencias en la atención pueden afectar a los niños, dijo que la experiencia de Kyarra es parte de “un asunto que estamos empezando a ver continuamente en la literatura médica”.

Por ejemplo, en junio Hartford y sus colegas publicaron un estudio en la revista Academic Emergency Medicine que analizó los registros médicos de 833 niños de 12 a 16 años que visitaron el departamento de urgencias del hospital infantil de Seattle para tratarse la migraña entre 2016 y 2020. Descubrieron que los niños que eran negros, asiáticos, hispanos o que preferían hablar en un idioma distinto al inglés tenían menos probabilidades que los niños blancos de recibir analgésicos intravenosos potentes, a pesar de informar tener niveles de dolor similares.

Esto coincide con investigaciones anteriores, señaló Hartford, que han revelado que cuando los niños de color visitan la sala de urgencias por problemas como fracturas óseas o apendicitis son menos propensos que los niños blancos a recibir medicamentos apropiados para el dolor, como los opioides. Muchos estudios también han encontrado variaciones similares en el tratamiento del dolor en los adultos de raza negra.

“Nos gustaría que no hubiera diferencias por grupo étnico o idioma,” añadió Hartford, pero “lo primero que debemos hacer es revelar su existencia para solucionarlas”.

¿Por qué hay diferencias raciales en la atención al dolor de los niños?.

El dolor es subjetivo, difícil de medir y en ocasiones invisible. En los niños (incluso más que en los adultos) suele ser malinterpretado, infratratado y desestimado, como han demostrado las investigaciones.

No obstante, en los niños negros, el tratamiento puede ser peor. Ron Wyatt, investigador con trayectoria del Institute for Healthcare Improvement, con sede en Madison, Alabama, aseveró que las falsas creencias sobre las diferencias biológicas entre las personas negras y las blancas (que se remontan a la época de la esclavitud) han tenido efectos duraderos en el trato que reciben las personas negras en los centros médicos.

Por ejemplo, como parte de un estudio al que se cita con frecuencia y que fue publicado en 2016 en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias, los investigadores de la Universidad de Virginia encuestaron a 222 residentes y estudiantes de medicina de raza blanca y descubrieron que más de una tercera parte de ellos creían que las personas negras tenían una piel más gruesa que la de las blancas, y cerca del 7 por ciento creía que las terminaciones nerviosas de las personas negras eran menos sensibles que las de las blancas. Los participantes con estas creencias erróneas también hacían recomendaciones menos acertadas en cuanto al tratamiento para el dolor, según los autores del estudio.

Lisa Cooper, profesora de medicina de la Universidad Johns Hopkins y directora de su Centro para la Equidad en la Salud, descubrió en sus propias investigaciones que cuantos más prejuicios implícitos (o inconscientes) tienen los médicos blancos, peor se comunican con los pacientes negros.

Uno de sus estudios reveló que los médicos blancos dominan las conversaciones con los pacientes negros en más ocasiones que con los blancos, por lo que es mucho más probable que no escuchen las inquietudes de los pacientes negros y que no se traten sus enfermedades y dolores. “En definitiva, se trata de un problema de seguridad”, dijo Cooper.

¿Qué puedes hacer para mejorar el tratamiento para el dolor de tu hijo?

Los expertos recalcaron que la responsabilidad de mejorar la atención que reciben no debe recaer en los pacientes. En los últimos años, los investigadores, los hospitales y los legisladores han presionado para ayudar a los profesionales de la salud a ser más conscientes de sus prejuicios (que tenemos todos) y a cambiar su comportamiento en consecuencia, pero “son cosas que llevan tiempo”, comentó Wyatt. Mientras tanto, las estrategias que presentamos a continuación pueden ayudar a los padres en el hospital:

— Lleva un registro. Anota los medicamentos de tu hijo, los síntomas y la información de contacto del pediatra. Luego, facilítale al personal esta información, lo cual les ayudará a evaluar con más rapidez el tipo de atención que necesita tu hijo. Esto es más útil si tu hijo padece una enfermedad crónica y toma medicamentos con regularidad.

— Conoce al personal del hospital. Vanessa Finch, de Fort Lauderdale, Florida, cuyo hijo Kahleeb Beckett falleció a los 24 años durante una crisis de anemia falciforme en el hospital, asegura que cuando Kahleeb era pequeño, ella encontró formas de conectar con los trabajadores del hospital. “Me ofrecí como voluntaria. Me la pasé muy bien con los trabajadores sociales. Hice que los médicos recordaran mi cara”, dijo. “Eso cambia las cosas”. Finch descubrió que cuando el personal médico sentía una conexión más personal con su hijo, que era negro, eran más empáticos con su dolor.

— Intenta aliviar la ansiedad de tu hijo. Los estudios demuestran que la ansiedad y el dolor están muy relacionados, y algunas tácticas sorprendentemente sencillas pueden ayudar a reducir la ansiedad y disminuir la percepción del dolor. Por ejemplo, puedes hacer que tu hijo se imagine un lugar favorito, que escuche un ejercicio de imaginación guiada o distraerlo con música o un video. Puedes utilizar estas estrategias mientras esperan el tratamiento.

— Respira profundo. “Sabemos que la angustia de los padres por el dolor de sus hijos en la sala de urgencias influye mucho en la forma en que sus hijos experimentan el dolor y en cómo responden al tratamiento”, afirmó Emily Law, autora del estudio reciente sobre el tratamiento de la migraña en adolescentes y profesora adjunta de anestesiología y medicina del dolor en la Universidad de Washington. Así que haz lo posible para mantener la calma, ya sea que respires profundo o salgas de la sala de exploración para llamar a un amigo en busca de apoyo.

— De ser necesario, presenta una queja. Si crees que tu hijo no recibió el trato adecuado, pide hablar con un trabajador social del hospital o presenta una queja al hospital para que se hagan responsables.


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