El domingo 19 de noviembre los argentinos volveremos a las urnas para elegir a nuestro próximo Presidente; y no podemos eludir la pregunta, qué elegimos y cómo elegimos.
Elijamos a alguien con el temple necesario para no perder el timón en medio de las aguas turbulentas pero, que, a la vez, transmita la confianza de transitar por la dirección correcta.
Elijamos a alguien que convoque a un equipo conocedor de las asignaturas sobre las cuales deberán responder con capacidad, diligencia y moralidad.
Debemos pensar en cómo elegimos y cuáles son los parámetros que definirán hacia dónde inclinaremos la balanza a la hora del sufragio. Consideremos en este contexto evaluar o tener:
Una mente clara y libre de ruidos internos, producto de las chicanas, pautas mediáticas, fake news, es decir que en lugar de oír dichas interferencias que nos distraen de la verdadera propuesta electoral, debemos enfocar nuestra atención en lo que cada candidato propone, qué equipos técnicos cuenta para materializar las ideas que propone, y no tanto en su capacidad de oratoria o viveza criolla.
El conocimiento por encima del saber. El saber no ocupa lugar, de hecho, podemos encontrar información de lo que se nos ocurra, a un clic de un buscador en internet. Pero lo que realmente necesitamos es el conocimiento. Dice la Biblia en el libro de Oseas en el Antiguo Testamento, que un pueblo es destruido cuando le falta conocimiento.
El conocimiento de un candidato a la Presidencia de la Nación debe estar basado en la coherencia entre su discurso y el hacer, en las promesas cumplidas, en su capacidad de escucha, en los valores que profesa y encarna. Ya lo dijo Jesús: “Por los frutos los conocerán”. Es el mejor test para comprobar si el candidato presidencial es el adecuado en nuestra evaluación de cara al cuarto oscuro.
La confianza y aceptación indudablemente son eslabones que sostienen la credibilidad del candidato.
La confianza es directamente proporcional con la “identidad pública” en la medida “en que nuestras promesas y ofrecimientos se orientan a los intereses de otras personas. Es decir, que en el espacio público somos lo que son nuestras promesas y ofertas” (Siete competencias del Coaching ontológico). Por lo tanto, en la medida que nos acercamos al acto electoral, la exposición pública de los potenciales mandatarios aumenta y es vital tener presente que no es lo mismo que estos hablen de la confianza, a crear la misma cuando son consecuentes sus palabras con sus acciones. Un proverbio bíblico traza una palabra rectora como indicador de la confianza,”Cumple lo que prometes”.
Lo que sembraron por el país, dará como resultado la cosecha que nos dejarán. La fidelidad que encontramos en el orden biológico y natural, guarda relación con nuestros actos humanos. Si se siembra el robo se cosechará corrupción; si se siembra la mentira se cosecharán índices estadísticos distanciados de la realidad; si se siembra egoísmo se cosechará el sálvase quien pueda; si se siembra la desvalorización por el otro, se cosechará el odio y la grieta; si se siembra el clientelismo, se cosechará el desamor por el trabajo.
Este domingo 19 de noviembre, obremos con sabiduría, que no nos falte conocimiento, votemos no solo con el corazón sino también con nuestra razón, emitamos nuestro voto con responsabilidad y compromiso cívico, ejerzamos nuestra ciudadanía creyendo que contribuiremos al bienestar general de nuestra nación. Y aquellos hombres y mujeres de fe, no dejemos de invocar a Dios, porque queremos un país mejor. Independientemente de quien gane la presidencia, Argentina crecerá si sembramos entre todos, solo así cosecharemos la casa que todos queremos habitar.
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