Todas las miradas están puestas sobre la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). Tanto dentro como fuera de Venezuela, los actores interesados en que la crisis se resuelva en una u otra dirección están pendientes de cada uno de sus movimientos.
Desde que la Asamblea Nacional resolvió desconocer el segundo mandato presidencial de Nicolás Maduro por su origen fraudulento, y proclamó a Juan Guaidó como presidente encargado, quedó claro que los militares iban a tener un rol central en el desenlace del conflicto. Sin respaldo popular, con una economía destruida y desconocido por casi todo el mundo democrático, lo único que sostiene al chavismo en el poder es el respaldo militar.
Por eso, Maduro se muestra todos los días con uniformados en ceremonias, desfiles y ejercicios, y Guaidó ofrece una amnistía a quienes se animen a romper. El ministro de Defensa Vladimir Padrino López y el Alto Mando de la FANB juran fidelidad al sucesor de Hugo Chávez y denuncian un golpe de Estado, pero cada semana se conocen nuevas deserciones y militares de distinto rango que repudian a Maduro y se ponen a las órdenes de Guaidó.
El último caso fue uno de los más resonantes. El general Hugo Carvajal, que fue jefe de inteligencia y contrainteligencia de Venezuela por más de una década, se alejó este jueves de sus viejos correligionarios y reconoció al presidente encargado.
El momento elegido no es casual. Este sábado podría marcar un punto de inflexión en esta historia. Miles de venezolanos acudirán a la frontera con Colombia para recibir los cargamentos de ayuda humanitaria enviados por Estados Unidos y otros países.
Las Fuerzas Armadas (FFAA) en Venezuela tuvieron por décadas un papel netamente institucional, apolítico y profundamente democrático en sus acciones
Maduro cerró los pasos binacionales y ordenó a los militares impedir cualquier ingreso. La apuesta de la oposición es que haya una desobediencia generalizada, que haga caer al régimen. Ahora todo depende de lo que decidan las tropas.
Pero lo cierto que no siempre el poder militar tuvo la centralidad que se ve en estos días. Durante muchos años fue apartidario y se mantuvo lejos de la arena política. Para entender lo que está sucediendo es necesario ver cómo fue evolucionando su papel desde el ascenso del chavismo hasta hoy.
Los militares en Venezuela antes de Chávez
Hasta la primera mitad del siglo XX, la política venezolana estuvo dominada casi exclusivamente por militares. En el siglo XIX, eran caudillos que estaban al frente de montoneras. A partir de la toma del poder por parte de Cipriano Castro en 1899, y sobre todo durante la era del general Juan Vicente Gómez, entre 1908 y 1935, el Ejército fue adoptando una estructura más institucionalizada y los regímenes empezaron a parecerse más a las dictaduras modernas.
“Se fundó una academia militar con enviados de las Fuerzas Armadas chilenas, y se promovió la formación de un Ejército profesional. Tras la muerte de Gómez, que ejercía el poder de manera patrimonial, se abrió el período de Eleazar López Contreras (1935 — 1941), que acentuó la modernización institucional del Estado. Venezuela ya era un país petrolero, así que la capacidad del fisco era mayor y acabó con el caudillismo”, contó a Infobae Margarita López Maya, una de las historiadoras más reconocidas de Venezuela, profesora, ahora jubilada, del Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela.
Rómulo Gallegos se convirtió en 1948 en el primer presidente democrático de la historia venezolana, pero duró sólo nueve meses en el cargo. Carlos Delgado Chalbaud lideró un golpe de Estado que inauguró una nueva etapa de gobiernos militares, que culminó en 1958, con el derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez, el último dictador del siglo XX. Al año siguiente, con la asunción de Rómulo Betancourt, se estableció definitivamente la democracia en Venezuela, que no volvería a sufrir interrupciones.
“Entre 1958 y 1998 el lugar de las FFAA fue cambiando. Tuvieron un papel en el derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez y constituyeron la Junta de Gobierno que llevaría a las elecciones. En el marco de la estabilidad que buscaron generar los primeros dos gobiernos de la década del 60, jugaron un rol importante en la lucha antiguerrillera. Aunque se produjeron algunos alzamientos fallidos, se logró en gran medida la institucionalización y la profesionalización, pese a que se criticaba la interferencia de los partidos políticos, especialmente en los procesos de ascenso”, explicó a Infobae la antropóloga Francine Jácome, directora ejecutiva del Instituto Venezolano de Estudios Sociales y Políticos, y estudiosa de la participación militar en la política venezolana.
Temerosos del poder castrense y de que surgieran oficiales ambiciosos que buscaran volver a la época anterior, la dirigencia política que fundó la democracia entre los 50 y los 60 tomó una serie de medidas para asegurarse de que los uniformados permanecieran en los cuarteles. Entre otras cosas, les mejoró el salario y les otorgó beneficios sociales, para garantizarles condiciones de vida dignas, y les dio recursos para que estuvieran bien equipados y pudieran formarse. Así consiguió que defiendan el orden republicano.
“Las Fuerzas Armadas (FFAA) en Venezuela tuvieron por décadas un papel netamente institucional, apolítico y profundamente democrático en sus acciones, apegadas a la Constitución de 1961. Mostraban una conducta profesional y meritoria en su composición y desenvolvimiento, y no tenían apellido: nunca fueron betancouristas o calderistas, entendiendo que servían a la Nación venezolana, no a una parcialidad política, a un partido o facción, como ocurre en el presente”, dijo a Infobae el politólogo José Antonio Rivas Leone, profesor de la Universidad de Los Andes en Mérida, y autor de numerosos libros sobre la relación entre militares y política en Venezuela.
El teniente coronel Hugo Chávez rompió esa doctrina en 1992. Junto a un grupo de oficiales de rango medio reacios a aceptar la no intervención en asuntos políticos y los límites constitucionales, lideró un intento de golpe de Estado contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez. Fue derrotado y encarcelado, pero, en el contexto de una profunda crisis política y económica, dejó una huella que cambiaría la historia.
“El levantamiento de Chávez fue una excepción en el sentido de que el cuerpo militar era obediente, pero se nutrió de una tradición muy fuerte de militarismo, de la idea de que ellos son los que saben mandar. Con el argumento de que la democracia no estaba sirviendo al pueblo. Fracasó, pero por la tradición venezolana de perdonar a los insubordinados, no se lo juzgó y se le permitió entrar a la vida civil”, dijo López Maya.
La construcción de la Fuerza Armada chavista
“Las FFAA comenzaron a ser ideologizadas y politizadas desde 1999, cuando Chávez asumió la presidencia —dijo Rivas Leone—. Hubo un proceso de penetración y de modificación de sus diversos componentes, que comenzó con el Plan Bolívar 2000. Los militares pasaron a copar todos los cargos de responsabilidad, y a desarrollar una diversidad de roles no tradicionales, desde cortar el pelo hasta intervenir en operativos de venta de comida”.
La Constitución Bolivariana de 1999 eliminó el artículo de la ley suprema anterior que decía que las FFAA eran una institución “apolítica, obediente y no deliberante”, y les concedió a los uniformados derecho a votar, algo que tenían vedado.
No obstante, la norma vigente establece que es un cuerpo “sin militancia política (…) al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna”. Es decir que Chávez ni siquiera estaba dispuesto a cumplir su propia Constitución. Una tendencia que se acentuó tras la derrota al golpe de Estado que lo sacó de la presidencia durante 48 horas en abril de 2002.
“Ante la creciente polarización política del país, el frustrado golpe le permitió depurar a las FFAA de dos grupos: los que estaban identificados con el creciente movimiento opositor, y los ‘institucionalistas’, que no se alinearon con el discurso bolivariano. Fue un proceso paralelo al que se efectuó en la petrolera PDVSA con la huelga de finales de 2002 y comienzos de 2003. El mismo Chávez confesó que utilizó esta coyuntura para despedir a aproximadamente 20.000 funcionarios profesionales, criticando fuertemente lo que llamó la meritocracia”, dijo Jácome.
A partir de 2002 se aceleró el proceso de adoctrinamiento de los militares. Se empezaron a repartir ascensos y cargos en los ámbitos más variados de la administración pública como premios. Además, creció el presupuesto militar a niveles incomprensibles para un país que no tenía ninguna hipótesis de guerra demasiado creíble.
“Las FFAA evolucionaron del discurso nacionalista a uno centrado en lo bolivariano —continuó Jácome—. De ahí el cambio de su nombre a Fuerza Armada Nacional Bolivariana, que era una clara declaración de su posición política. Esto se profundizaría con el giro hacia el socialismo, cuando el lema militar pasó a ser ‘Patria, socialismo o muerte’, copiado del modelo cubano”.
Nicolás Maduro y el poder militar
El crecimiento de la FANB desde la llegada de Maduro a la presidencia en 2013 fue impresionante, aunque esperable para un civil que tenía que hacer mucho más que Chávez para ganarse su respaldo. De todos modos, sería más correcto hablar de engorde: no hubo fortalecimiento institucional, sino una transferencia desenfrenada de recursos y competencias, en busca de apoyo político.
Una dato que llama la atención es el aumento del personal. En 2009, diez años después de la asunción de Chávez, había crecido de 79.000 efectivos a 115.000, según estadísticas del Banco Mundial, elaboradas en base a información oficial. Pero a partir de 2013 hubo un salto inédito: en tres años escaló a 273.000, más del doble.
Muchos de esos soldados son miembros de la Milicia Nacional Bolivariana, un cuerpo de civiles con uniforme y armas viejas, creado en 2007 por Chávez como una manera de armar a sus seguidores para “defender a la Revolución”. De cualquier modo, por la devastadora crisis que atraviesa el país, se calcula que varios miles desertaron, y muchos se sumaron al masivo éxodo venezolano, estimado en al menos 2,6 millones de personas desde 2015.
Mucho más impactante es el dato que reveló años atrás el diario Tal Cual: Maduro premió a tantos mandos medios en busca de ganarse su lealtad que la FANB superó los 2.000 generales. Según el almirante Craig Faller, jefe del Comando Sur de los Estados Unidos, es “más de lo que tiene toda la OTAN combinada”.
“La FANB comenzó a manejar áreas clave de la economía. Ya tienen como 20 empresas, incluyendo bancos y canales de televisión. Maduro les entregó primero el control de PDVSA, a la que quebraron por utilizarla como un botín, y después les dio la administración de la minería. Además, funcionan con total autonomía y han entrado en negocios de corrupción. Ya estamos prácticamente ante un gobierno militar”, sostuvo López Maya.
Da la impresión de que las FFAA se están desmoronando, producto de la reestructuración que se hizo y de la penuria socioeconómica de los cuadros medios y bajos
Por la caída sostenida de la producción petrolera, y sobre todo después del bloqueo a las cuentas de PDVSA impuesto por Estados Unidos, la minería se volvió la principal fuente de ingresos de la FANB. A través de la Compañía Anónima Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas (Camimpeg), creada en 2016, manejan una industria que se apoya en la explotación de miles de trabajadores informales, que están expuestos a condiciones laborales infrahumanas para conseguir un poco de oro.
“Convertir a los militares en actores económicos ha conducido a su creciente desprofesionalización —dijo Jácome—. Son múltiples las denuncias sobre la participación de funcionarios en el contrabando de combustible y de alimentos, especialmente en la frontera colombovenezolana. También sobre su involucramiento, incluso en las altas jerarquías, en actividades de narcotráfico y crimen organizado transnacional”.
El dilema militar ante la crisis del chavismo
Padrino López dijo esta semana que la oposición y sus aliados internacionales tendrían que “pasar sobre los cadáveres” de los militares venezolanos para imponer un “gobierno títere”. Es la voz de la cúpula de la fuerza, que al menos públicamente muestra un compromiso total con Maduro.
Sin embargo, decenas de oficiales de distinto rango han abandonado las filas del chavismo en el último mes. Junto con Carvajal, una de las defecciones más importantes fue la del general de división Francisco Esteban Yánez Rodríguez, director de Planificación Estratégica del Alto Mando Militar de la Aviación.
“Con orgullo patriótico y democrático les informo que desconozco la autoridad írrita y dictatorial del señor Nicolás Maduro y reconozco al diputado Juan Guaidó como presidente encargado de la República Bolivariana de Venezuela”, dijo Yánez en un video difundido por redes sociales el 2 de febrero. “El 90% de la Fuerza Armada no está con Maduro”, aseguró.
Lo mismo dijo días más tarde el coronel del Ejército Rubén Paz Jiménez. “Estamos siendo utilizados para mantenerlos a ellos en el poder”, afirmó.
Maduro apuesta a que estos casos queden como expresiones aisladas. Por ahora lo son, ya que no se trata de divisiones o de regimientos enteros que se rebelan. Pero la expectativa de la oposición es que formen parte de un efecto dominó, que termine con una ruptura total entre la fuerza y el gobierno.
“El Alto Mando se ha mostrado en estos años de gobierno exageradamente sumiso a las ejecutorias de Miraflores. Se han producido excesos, violaciones y demás cuestiones que han pasado debajo de la mesa y no han sido condenadas, algo nunca antes visto en el pasado. Veremos en estos días y horas de febrero cuán leales se mantienen las FFAA a un gobierno que ha violentado el orden democrático y constitucional, y ha cometido violaciones flagrantes de los derechos humanos a niveles tales que llegamos a una crisis humanitaria”, afirmó Rivas Leone.
Puede ser crucial lo que suceda este sábado, cuando Guaidó y la resistencia venezolana intenten recibir los cargamentos de ayuda internacional a través de la frontera con Colombia. Quizás sea una prueba definitiva del papel que quieren desempeñar los militares en esta coyuntura crítica.
“Ha habido un goteo: cada tanto, algún militar diciendo que reconoce a Guaidó. El Alto Mando se mantiene, pero hay mucha deserción en la base. Da la impresión de que las FFAA se están desmoronando, producto de la reestructuración que se hizo y de la penuria socioeconómica de los cuadros medios y bajos. No se alimentan bien y están desnutridos, no tienen buen armamento, ni uniformes. Me parece que no podrían coordinar ninguna acción, así que no creo que alineen detrás de una transición democrática. Pero pueden continuar derrumbándose a un ritmo lento, lo que haría entrar a Venezuela en una situación de caos”, concluyó López Maya.
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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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