Por Marianela Insua Escalante
A las 20.41 del miércoles, se escuchó el piano de “De mí” y no pasaron 10 segundos hasta que las mujeres y los hombres -todavía sentados en sus butacas del Teatro Gran Rex- empezaron a cantar. Los protagonistas eran ellos y Charly García lo sabía. Así que los dejó hacer un ratito y después sí, se levantó el telón, se apagaron las luces blancas y se encendieron las del escenario. El contacto estaba hecho.
Tres minutos después, Charly estaba cantando, una vez más, “Cuando estés mal cuando estés mal, cuando estés sola…”. Con “La máquina de ser feliz” se sumó a la banda Rosario Ortega, de punta en blanco. Otra vez, el contrapunto en teclados fue el Zorrito Fabián Von Quintiero al otro lado del escenario. Geométricamente opuesto y perfectamente complementario, como en los shows del año pasado.
“El día que murió Gustavo Cerati, estaba en casa y puse un disco de Génesis al mango. Tenía mucha bronca. Una vecina me tocó el timbre y vino con la policía. Entonces yo saqué una bombita que mide los decibeles y como soy ciudadano ilustre… se tuvo que ir”, contó Charly desatando el aplauso y la risa generalizada justo antes de que arranque “Rivalidad”.
“Las cosas que pasan en este país… no puteen al presidente”, comentó Charly de la nada. Bastó que diga eso para que la mayoría de los presentes comenzaran con el clásico cantito “Mauricio Macri la puta que te parió”. Psicología inversa para anticipar “Otro” y una frase a prueba de balas: “Yo quería ser fascista pero no lo logré”. Enseguida sonó “Cerca de la revolución”. La línea estaba clara.
Al “ole, olé, olé, Charly, Charly” se sumó hasta Rosario Ortega. A Charly lo quieren todos. “Bien que no dijeron nada político. Say No More no habla”. Las risas se repitieron. Charly estaba afilado como siempre, amoroso como nunca. Como el comensal inteligente que incomoda cualquier mesa que es, García coqueteó con la política y la religión, con la puntería que lo caracteriza y el desparpajo de quien ya no tiene que rendirle cuentas a nadie.
Luego vinieron “King Kong” y “Lluvia”, la única canción de la noche con videoclip propio de fondo. Asombrado, el músico del bigote bicolor exclamó: “Ay, me pusieron whisky acá. Si Keith Richards no murió, yo tampoco”. Arrancó “No importa” y de fondo imágenes suyas flaquísimo, con las manos pintadas de aerosol, revoleando piñas entre policías y fanáticos, una postal suya de los noventas. “Escándalo” se leyó en alguno de los videograph. Después de tanto ajetreo en su otra vida, ¿qué le hace a esta altura un traguito más de scotch?
“Ahora va a venir Luis Miguel ¿Por qué no? Es un chico bueno”. Las risas y los “te amo” fueron la antesala de “Rock and roll yo”. Más clásicos se sumaron con “Parte de la religión”, “No llores por mí, Argentina” y “Cuchillos”. Esta última canción ilustrada en pantalla con viejas fotos de García junto a Mercedes Sosa y un auditorio conmovido por el recuerdo.
Entonces, Charly dijo chau y se levantó despacito, con ayuda de Rosario que lo acompañó cuidadosa y cariñosamente. Hizo mutis por el foro y dio lugar a un intervalo. Las emociones eran muchas. “Vamos a volver”, el canto emblema de los simpatizantes kirchneristas se hizo escuchar. Acto seguido, nuevamente “Mauricio Macri, la puta que te parió” retumbó en la sala llena.
Si este es el termómetro que anticipa las elecciones de octubre, podría decirse que el boca de urna (al menos en el Gran Rex) ya tiene ganadora.
Volvió con “El día que apagaron la luz” y siguió con un comentario polémico: “¿Cómo es cuando un hombre mata una chica?”. “¡No!” le dijo Rosario y quedaron en loop repitiendo “no es no”. Al toque, García agarró la guitarra y se quejó “¿Quién la afinó?”, para rematar con un simpático “tengo el oído obsoleto” en referencia a su fama de prodigio con “oído absoluto”.
“Asesíname” fue el corolario del ida y vuelta entre los músicos, en una versión muy arriba. Pocos sospechaban que “Canción de dos por tres” era el final. El telón se bajó y los incrédulos se mantuvieron en sus asientos hasta que terminaron de prenderse las luces. Y no, Charly no volvió más. Para las 10 de la noche, la mayoría de los que hacía un rato agitaban dentro del Rex, ahora circulaban por Corrientes con cara de gusto a poco. La Torre de Tesla había dejado de transmitir, pero las vibraciones continuaban haciendo efecto. Hasta el próximo contacto.
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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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