Casa Blanca condena uso de lazo similar a látigo contra migrantes haitianos

Migrantes hacen fila para salir en un autobús desde un campamento improvisado de migrantes a lo largo del Puente Internacional en Del Río, Texas, Estados Unidos 20 de septiembre de 2021. Imagen tomada con un dron. REUTERS/Adrees Latif
Migrantes hacen fila para salir en un autobús desde un campamento improvisado de migrantes a lo largo del Puente Internacional en Del Río, Texas, Estados Unidos 20 de septiembre de 2021. Imagen tomada con un dron. REUTERS/Adrees Latif (ADREES LATIF/)

Por Daina Beth Solomon

CIUDAD ACUÑA, México, 20 sep (Reuters) -La Casa Blanca condenó el lunes el uso de riendas para amenazar a migrantes haitianos, luego de que circularon imágenes de un guardia fronterizo estadounidense a caballo cargando contra varios de ellos cerca de un campamento junto al río en Texas.

En los últimos días, los migrantes, en su mayoría provenientes de Haití, han estado cruzando de un lado a otro entre Ciudad Acuña en México y el extenso campamento al otro lado de la frontera en Del Río para comprar alimentos y agua que escaseaban en el lado estadounidense.

Testigos de Reuters vieron oficiales montados a caballo con sombreros de vaquero que bloqueaban el paso a los migrantes, y a un oficial desenrollando un cordón similar a un lazo, que puso cerca de la cara de uno de los viajeros.

Un video, que muestra a un guardia fronterizo aparentemente amenazando a los migrantes con las sogas, fue compartido en redes sociales.

“No creo que nadie que vea esas imágenes pensaría que es aceptable o apropiado”, dijo a la prensa la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki. “No tengo el contexto completo. No puedo imaginar qué contexto lo haría apropiado”, agregó.

Algunos usuarios de redes sociales comentaron que la imagen de personas negras huyendo perseguidos por oficiales blancos a caballo tenía ecos de las injusticias históricas sufridas por los afrodescendientes en Estados Unidos.

El jefe de la Patrulla Fronteriza estadounidense, Raúl Ortiz, dijo que el incidente estaba siendo investigado para asegurarse de que no hubiera una respuesta “inaceptable” por parte de la policía.

Agregó que los agentes estaban operando en un entorno difícil, tratando de garantizar la seguridad de los migrantes mientras buscaban contrabandistas potenciales.

El secretario del Departamento de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, dijo que los oficiales montados usan las riendas largas para “asegurar el control del caballo” pero agregó que se investigarían los hechos.

Más tarde, el secretario de Estado, Antony Blinken, habló en una llamada con el primer ministro haitiano, Ariel Henry, sobre la cooperación para repatriar a los migrantes de esta nación caribeña en la frontera sur de Estados Unidos, discutieron los peligros que afrontan y le agradeció el apoyo, dijo el portavoz, Ned Price.

Agregó que Blinken también conversó con el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, sobre la coordinación para gestionar los flujos de migrantes irregulares y abordaron la necesidad de un esfuerzo regional organizado para detenerlos.

El campamento debajo de un puente que cruza el río que divide la frontera es el último foco rojo para las autoridades estadounidenses que buscan detener el flujo de miles de migrantes que huyen de la violencia de las pandillas, la pobreza extrema y los desastres naturales en sus países de origen.

Para el lunes, cientos de migrantes habían regresado al lado mexicano en medio de la incertidumbre sobre si serían deportados a Haití en vuelos organizados por autoridades estadounidenses.

Los primeros vuelos de haitianos expulsados ​​de ahí aterrizaron en Puerto Príncipe el domingo y al menos tres más estaban programados para aterrizar el lunes, según el sitio en Internet de seguimiento de trayectos aéreos Flightaware.

“NO PUEDEN ENVIARNOS DE REGRESO”

Autoridades estadounidenses cerraron el paso fronterizo de Del Río el viernes debido a la aglomeración de migrantes. El lunes dijeron que seguía cerrado y que la mayor parte del tráfico se había desviado al paso fronterizo de Eagle Pass, también en Texas, a unos 90 kilómetros al sur.

La perspectiva de ser deportados movilizó a los residentes del campamento, algunos de los cuales atravesaron continentes durante meses para llegar a la frontera.

“No pueden enviarnos de regreso a Haití porque todo el mundo sabe cómo es Haití en este momento”, afirmó el migrante haitiano Wildly Jeanmary, vestido sólo con calzoncillos y parado en el lado mexicano del río después de cruzarlo.

Empapado, citó el asesinato presidencial de julio como una razón para no regresar con su esposa y su hija de dos años al país más pobre de América. Haití también fue golpeado por un gran terremoto el mes pasado.

“El gobierno de Estados Unidos no tiene conciencia”, denunció el migrante haitiano Nerlin Clerge, quien también estaba cerca de la orilla del río y había viajado al campamento con su esposa y sus dos hijos pequeños. Explicó que ahora está considerando tramitar el derecho a quedarse en México.

Mayorkas dijo que espera entre uno y tres vuelos diarios de repatriación de regreso a Haití, y agregó que se han desplegado una oleada de 600 agentes fronterizos.

“Si viene a Estados Unidos ilegalmente, será devuelto… Su viaje no tendrá éxito”, dijo en una conferencia de prensa.

Si bien Joe Biden reculó en muchas de las acciones de inmigración de su predecesor Donald Trump al iniciar su presidencia, dejó en marcha una política de expulsión generalizada de la era de la pandemia de COVID-19 por la que la mayoría de los migrantes atrapados cruzando la frontera entre Estados Unidos y México son rápidamente devueltos.

El campamento en Del Río, Texas, ha sido el hogar temporal de 12,000 migrantes en algún momento. Muchos partieron desde tan al sur como Chile para llegar allí, con la esperanza de solicitar asilo en Estados Unidos.

Del Río se encuentra al otro lado de la frontera con Ciudad Acuña, ubicada en el lado mexicano del Río Grande.

(Reporte de Daina Beth Solomon en Ciudad Acuna; reporte adicional de Alexandra Ulmer en Del Río; Lizbeth Díaz en Ciudad de México; Kristina Cooke en San Francisco y Steve Holland y Jeff Mason en Washington; escrito por David Alire Garcia; editado en inglés por Alistair Bell; traducido por Raúl Cortés Fernández y Sharay Angulo; editado por Adriana Barrera y Ana Isabel Martínez)

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