“En dos años quiero ser fondista de las mejores carteleras, peleando contra los mejores de mi categoría para unificar. Quiero ser el mejor libra por libra”, aseguraba Brian Castaño en 2018 durante una entrevista con Infobae. Unas declaraciones un tanto premonitorias después de que se hiciera oficial su enfrentamiento ante el estadounidense Jermell Charlo, correspondiente a la pelea estelar que se desarrollará éste sábado en el AT&T Center de San Antonio, Texas, en Estados Unidos.
Fueron 18 presentaciones las que lo llevaron hasta éste momento. Sin embargo, el boxeador de 31 años fue un peleador durante toda su vida. Desde sus inicios en Isidro Casanova, el Boxi tuvo que enfrentarse cara a cara contra los peores enemigos, que no estaban en los cuadriláteros, sino en las calles.
Con su padre Carlos como guía, esa fue su primera victoria: entender que si quería ser uno de los mejores del mundo, debía enfocarse solo en los guantes y el bucal, y resignar algunas cosas que no lo ayudarían en su camino como deportista de élite.
“Si no fuese por mi papá yo no sería lo que soy hoy en día”, le contó a este medio sobre la incidencia que tuvo su padre (ex boxeador) durante su infancia. “Yo me enojaba con él porque no me dejaba ir a los bailes, a las jodas del barrio. Capaz me escapaba y me venía a buscar. Salía en la bicicleta y preguntaba: “¿Dónde está Brian?”. Y arrancaba con ‘vamos a casa’. Cuando me lo decía tres veces, me iba porque sino me cagaba a trompadas. A mí en ese momento me daba vergüenza, pero los pibes ya sabían: ‘Te viene a buscar tu viejo, andá tranquilo Boxi’. Me iba rezongando, pero después me puse a pensar y si él no venía a hacer eso, yo no hubiese llegado a donde estoy”, recordaba.
Un viejo dicho dice que las noches más largas son las de Buenos Aires, y otro más urbano remarca que las del Oeste son las mejores. El oriundo de La Matanza lo sabía de primera mano y siempre trató de mantenerse alejado de ese ambiente: “La calle y la noche te llevan a un montón de cosas. Es jodido. Es difícil. Si no tenés una contención o alguien que te guíe, uno se va descarrilando”.
No fue su caso. Carlos siempre estuvo ahí para recordarle que tenía un futuro prometedor. Con tan solo 11 años Brian se subió al ring por primera vez con su padre apuntalándolo desde la esquina y tres más tarde sacó su licencia de boxeador amateur, etapa en la que se mantuvo hasta su debut en el pugilismo profesional en 2012 dejando una marca de 186 combates en su historial: ganó 181.
Cualquier aficionado al mundo del boxeo sabe que, salvo excepciones, alcanzar la estabilidad económica realizando este deporte en Argentina es prácticamente imposible. Brian también, y es por eso que en paralelo a sus primeros pasos dentro del cuadrilátero, Carlos también le enseñó a valorar el trabajo.
“Yo era barrendero con mi viejo. Él aparte de laburar con el boxeo se dedicó a barrer las calles. Se la rebuscaba. Yo salí a barrer con él como tres o cuatro años y después se sumó mi hermano Alan. Con eso changueábamos. Ahí aprendí a darle valor a la plata, a cuidar mis pesitos, comprar mis cositas”, recordó. El proceso deportivo se afianzó cuando se instaló en el Cenard (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo) y se enfocó de lleno en su preparación deportiva.
Finalmente, Brian dio su primer paso en el boxeo y alcanzó a convertirse en profesional al debutar en el Luna Park en 2012 con una victoria por TKO frente a su compatriota Alejandro Domínguez. Posteriormente superó por la misma vía a José Carlos Paz para cerrar el año. Al siguiente se impuso en otras tres hasta que llegó el 2014, un año de turbulencias tanto físicas como mentales. Ataques de pánico, ansiedad y el miedo a dejar el boxeo para siempre.
“Empezó mientras bajaba mucho de peso en poco tiempo para una pelea. Me deshidraté. Fui al hospital de acá. Me agarró miedo. Ese episodio me despertó ansiedad. Me hicieron análisis. Estaba todo bien. A los días me dicen que tenía un problema en el corazón y que no podía seguir boxeando. Miocardiopatía e hipertrofia de ventrículo izquierdo. Pero al final me dijeron que estaba todo bien y podía seguir. Me empecé a preocupar. Esa ansiedad se transformó en pánico. Subía al coche y me dolían las manos, se me torcía la boca. Mi papá llegó a hacerme respiración boca a boca”, relató en una entrevista con El Gráfico.
Fue casi un año el que Brian estuvo parado y con tratamientos psicológicos: “Contacté un psicólogo, Marcelo Bivort, quien me sacó adelante. Volví a entrenar. Aprendí a trabajar la respiración: respiraba, controlaba. Gracias a Dios, el miedo se fue. También me dijeron que aprenda a decir que no. Porque si te aguantás muchas cosas, llega un momento que explotás. Para evitar eso, aprendí a decir que no. ¡Qué hija de puta es la mente! De un día para el otro te fusila”, advirtió.
El 2016 se convirtió en un año inolvidable para El Boxi. Con un envidiable historial de 12 victorias consecutivas iba a transformarse en campeón mundial al vencer por nocaut al puertorriqueño Emmanuel de Jesús en el Estadio Polideportivo Presidente Perón (Gonzalez Catan) en la categoría superwelter de la AMB. Título que defendió con éxito en otras tres presentaciones, incluida la que terminó en empate ante el cubano Erislandy Lara.
“No es un peso ser el único campeón argentino de la actualidad. Me hubiese gustado que esté lleno de campeones argentinos. Cada campeón nuevo me pone contento porque nutre al boxeo argentino y nos posiciona mejor a nivel internacional”, aseguraba en la previa al combate contra Lara, que marcó un antes y un después en su carrera, a pesar de no haber podido llevarse una victoria del Barclays Center de Brooklyn, la meca del box.
A pesar de alcanzar la gloria en el mundo deportivo y mantenerse, Brian nunca ignoró sus orígenes e incluso tras defender el título en Estados Unidos en marzo del 2019, regresó a Buenos Aires para seguir dedicándole parte parte de su tiempo, y darle una mano, a su segundo hogar el club Villa Alida de San Justo, formando a los chicos que llegaban de los merenderos para entrenar. Sin ir más lejos, es habitual viéndolo haciendo distintas acciones solidarias en su zona y hasta el evento en el que se consagró campeón del mundo en 2016 por primera vez también tuvo un marco de ayuda social.
Tres meses después de esa pelea, el argentino iba a sufrir otro golpe en su carrera deportiva. En una sorpresiva decisión, Castaño quedó forzado a dejar vacante su corona superwelter de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) a raíz de un desacuerdo con los promotores que debían arreglar su próxima defensa del cetro. Dolorosamente, Argentina se quedaba sin campeones del mundo.
Según el comunicado que publicó el propio organismo, el título superwelter quedaba vacante debido a que Castaño no quiso firmar el contrato para pelear con el retador mandatorio Michel Soro, a quien ya había vencido en 2017 en una de sus tres defensas.
En ese momento, el boxeador explicó que considerando todo lo ocurrido en la previa a ese combate, en el que hubo una serie de irregularidades con el contrato, no se iba a presentar en Francia para disputar la revancha.
Finalmente, los problemas burocráticos fuera del ring iban a quedar a un costado. Brian volvió a subirse al cuadrilátero en Estados Unidos para demoler al nigeriano Wate Omotoso en el MGM National Harbor (Washington) en noviembre del 2019 pero con la mente puesta en volver a convertirse en campeón del mundo, condición que se vio aplazado por la pandemia de coronavirus y que llegó a concretar en febrero de este año al imponerse en las tarjetas al brasileño Patrick Texeira en el Fantasy Springs Casino.
Con ese triunfo, que significó el decimoséptimo en su historial (17-0-1), el matancero se quedó con el cinturón de los super welter de la OMB. Título que pondrá en juego éste próximo sábado en lo que será la pelea más importante de su vida frente al estadounidense Jermell Charlo, que subirá exponiendo los suyos (el de CMB, AMB y FIB) en lo que será un duelo histórico por la unificación.
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