WASHINGTON (AP) — Cuando se trata de tranquilizar a la población estadounidense sobre una economía que se ha convertido en un desafío para su partido en un año electoral, el presidente Joe Biden le pide al país que resista.
Es un mensaje de paciencia en un momento en que los votantes se encuentran asediados por la persistente inflación, los temores de una recesión y la perspectiva de un aumento en los precios de la energía en las últimas semanas de la campaña rumbo a las elecciones, en las que determinarán el destino de los vulnerables demócratas y el control del Congreso.
La economía de más de 25 billones de dólares está virando en dos direcciones completamente distintas.
El crecimiento ha caído por dos trimestres consecutivos, lo que genera la posibilidad de una recesión. Pero los avances en el mercado laboral han persistido, incluyendo otras 263.000 vacantes cubiertas en septiembre, una muestra de la salud de la economía. De todas formas, el informe laboral más reciente provocó un desplome en Wall Street el viernes ante los renovados temores de que la Reserva Federal tendrá que continuar con sus enérgicos aumentos a las tasas de interés para frenar el incremento en los precios al consumidor.
Biden argumentó que las cifras más recientes son sólidas y se han desacelerado en los últimos meses en una forma que deja ver un descenso en la inflación. Los principales países productores de petróleo, encabezados por Arabia Saudí y Rusia, lo “decepcionaron” con su decisión de la semana pasada de reducir la producción, pero el gobierno estadounidense pronostica que la producción nacional debería aumentar en un promedio de aproximadamente 840.000 barriles diarios el próximo año.
Durante un discurso en una fábrica de transmisiones de Volvo en Hagerstown, Maryland, el mandatario intentó presentar nuevamente sus argumentos de que hay muchos más empleos de manufactura en el horizonte.
“Este es el progreso que necesitamos ver”, declaró el presidente. “A corto plazo, la transición hacia un crecimiento más estable que siga proporcionándole lo necesario a los trabajadores y a las familias al tiempo que reduce la inflación. A largo plazo, una economía construida sobre bases más sólidas. Aún tenemos mucho trabajo por delante. Estamos construyendo una economía distinta a la de antes, mejor, más fuerte”.
Sin embargo, los sondeos muestran sistemáticamente a Biden con baja aprobación por su manejo de la economía, y la población estadounidense percibe ampliamente que el país avanza en la dirección equivocada.
Un sondeo de The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research realizado en septiembre reveló que apenas el 38% de los encuestados aprueba el liderazgo de Biden en materia económica. El 29% de los adultos estadounidenses señaló que la economía se encuentra en buen estado, mientras que el 71% dijo que su rendimiento es malo. Fue un resultado mejor al de junio, cuando el 20% de los entrevistados veía con buenos ojos el estado de la economía y el 79% no.
Aunque Biden no aparece en las papeletas para los comicios del 8 de noviembre, los candidatos demócratas enfrentan incesantes críticas de los republicanos, que quieren convertir las elecciones en un referendo sobre el desempeño del presidente. Los anuncios del Partido Republicano mencionan la inflación y los elevados precios de la gasolina, por lo que existe una presión cada vez mayor para que la Casa Blanca atienda las preocupaciones de la población en torno al estado de la economía antes de los comicios.
Jason Furman, que encabezó el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca durante el gobierno del presidente Barack Obama, dijo que las cifras de empleos son un triunfo político para Biden, pero también una advertencia sobre las futuras adversidades económicas en un momento en que la Fed enfrenta la presión de elevar las tasas de interés para domar la inflación.
“El nivel de los precios sigue siendo elevado y la inflación general probablemente aumentó cada mes entre julio y octubre debido a las dinámicas de los precios de la gasolina”, dijo Furman. Frenar eso, añadió, “desafortunadamente tomará mucho tiempo, y posiblemente signifique infligir mucho dolor, para que ellos tengan éxito”.
La parte más difícil del desafío que enfrenta Biden para que el público acepte su mensaje está en lo relativo a los precios de la gasolina.
Durante 99 días consecutivos, la Casa Blanca destacó la caída en los precios después de que alcanzaron su punto más alto en junio. Pero comenzaron a subir nuevamente el mes pasado, y han subido aún más desde el miércoles, cuando la OPEP y sus aliados anunciaron recortes severos en su producción.
El precio nacional en Estados Unidos es de 1,03 dólares por litro (3,91 dólares por galón), según la Asociación Estadounidense del Automóvil (AAA, por sus siglas en inglés). El mes pasado el promedio fue de 98 centavos por litro (3,74 dólares por galón) y hace un año fue de 86 centavos por litro (3,27 dólares por galón).
Los precios de la gasolina alcanzaron su punto más elevado de junio, con 1,36 dólares por litro (5,02 dólares por galón).
A finales de marzo, Biden ordenó que la reserva estratégica del país liberara un millón de barriles de crudo al día durante seis meses para ayudar a reducir los precios. La Casa Blanca asegura ahora que su gobierno está sopesando nuevas liberaciones para compensar los recortes de la OPEP. También ha intentado aguijonear a las compañías petroleras para que aumenten la producción y reduzcan sus márgenes de ganancias.
“El presidente está en un estado de negación de que Estados Unidos está experimentando una peligrosa espiral salarios-precios que impulsará la inflación durante años, que estamos en una estanflación, y que ya estamos, o nos encontramos a punto de, una dura recesión, todo lo cual él lo creo al manejar torpemente la recuperación”, dijo el representante Kevin Brady, el republicano de mayor rango en la Comisión de Recursos y Arbitrios de la Cámara de Representantes.
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