Así fue como sus antepasados reavivaron su regreso al teatro

Especial para Infobae de The New York Times.

NUEVA YORK — En 2018, la dramaturga Quiara Alegría Hudes anunció que se daría una pausa del teatro. La forma de arte que tanto amaba se había convertido en una fuente de desconsuelo: estaba cansada de la falta de diversidad cultural de la industria, del desinterés de los gobernantes por cambiar el statu quo y de la ansiedad que sentía antes de la noche del estreno (los contratiempos inesperados, la incertidumbre de cómo la crítica y el público recibirían la obra).

Tratándose de producir obras de dramaturgos de color, comenzó a sentir como si su obra ganadora del Pulitzer, “Water by the Spoonful”, sobre un veterano de guerra puertorriqueño que acaba de regresar de Irak, así como “In the Heights”, el musical ganador del Tony que hizo con Lin-Manuel Miranda, fueran más las excepciones que la regla. Por ejemplo, durante la temporada de 2018-2019, solo tres escritores de color lograron que su obra se produjera en Broadway.

Para sanar, Hudes hizo un retiro interior. Recurriendo a sus recuerdos, buscó a las personas que le enseñaron a cuidar su cuerpo y su espíritu. Este viaje conmovedor dio lugar a “My Broken Language”, una biografía impresionista sobre la llegada a la edad adulta, publicada en 2021, que detalla la vergüenza que sentía por dominar el inglés nativo de su padre judío, pero no el español de su madre puertorriqueña. Fue esa misma sensación de estar incompleta la que la llevó a tomarse un descanso del teatro.

Mientras grababa el audiolibro, Hudes observó que su prosa tenía por momentos el ritmo de un monólogo. “Era un monólogo para una actriz”, dijo. Esa constatación, combinada con su deseo de dar un paso adelante como lideresa de la comunidad, encendió su deseo de volver al teatro, a pesar del desconsuelo. Durante nuestra videollamada, recordó que pensó: “Voy a poner el cuerpo y el espíritu en esto”. Ahora, la adaptación teatral de Hudes de su libro, también llamado “My Broken Language”, se presenta fuera de Broadway en el Signature Theater hasta el 27 de noviembre.

En el escenario, la encarnan cinco personas, incluida una de sus colaboradoras frecuentes, Daphne Rubin-Vega, que interpretan diferentes matices de la autora. Hudes, ahora de 45 años, tuvo momentos en los que no reconocía a la persona que aparecía en las páginas. Hizo las paces con ello al darse cuenta de que “eran todas las identidades mías, pero también eran todas las identidades de todas las mujeres que me criaron y a las que quiero”.

“My Broken Language”, en todas sus formas, también es, en parte, una celebración de sus antepasados y de cómo, a menudo sin querer, la inspiraron para convertirse en escritora. “Nuestra historia está en nosotras y es nuestra”, escribió en el guion de la obra. A nivel práctico, en sintonía con el cambio de lo que una vez la hizo alejarse del teatro, Hudes quería asegurarse de que la producción contribuyera a hacer avanzar la industria en términos de representación en el reparto. En el guion, insiste, “se trata de papeles para filarriqueños”, para actrices latinas.

Hudes, quien nació y creció en Filadelfia, procede de una larga estirpe de mujeres puertorriqueñas que destacaron en la construcción de comunidades y en el desarrollo de fuertes valores espirituales. Su madre, Virginia Sánchez, que ocupa un lugar destacado en el libro y la obra, es una reconocida santera, que inculcó el amor y el respeto por su legado taíno, lucumí y boricua, así como la fascinación por las palabras. Una de las posesiones favoritas de la dramaturga es un diccionario del siglo XIX que utiliza para buscar palabras ya olvidadas.

“El libro huele a nuestros mayores, tiene su propia alma”, dijo en una videollamada y “contiene una de nuestras identidades”.

A pesar del “lenguaje entrecortado” de su hija, Sánchez cree que “Quiara siempre tuvo el don para las palabras y sabe transformar sus experiencias en una forma de enseñanza”.

De hecho, la dramaturga extrae sabiduría de las experiencias que tuvo al crecer, como ver a su madre poseída por un espíritu. “Llevar eso al escenario sería vulgar”, explicó Hudes. Así que transformó sus recuerdos en palabras y luego en movimientos físicos que tuvieran sentido en el escenario con la ayuda de la coreógrafa Ebony Williams. El objetivo era crear acciones que evocaran la sensación de estar entre universos.

La obra también constituye el debut de Hudes como directora. Describe el trabajo de un director como uno de “cuidado de la comunidad” y lo compara con un jardinero que elige las semillas, las planta y las cultiva para que alcancen la excelencia. “Dirigir es el proceso”, dijo.

“Su sala de ensayos se siente como en casa”, dijo Samora la Perdida, que interpreta a uno de los alter ego de Hudes, que describe como “paredes decoradas con altares a nuestros antepasados, mesas con empanadas de guayaba y queso de su lugar favorito en Washington Heights, un estéreo a todo volumen con la música de Frankie Ruiz”.

Rubin-Vega agregó sobre Hudes: “Ella dirige con profesionalismo desde el corazón”.

Repensar el significado de la comunidad y cómo influir en ella es lo que llevó a Hudes a retomar su trabajo teatral. Tras publicar su biografía, descubrió una nueva comunidad en un mundo de lectores que reaccionaron emocionalmente a sus historias y le recordaron su propósito.

“Quiara está dando a nuestra comunidad la oportunidad de hablar del crudo dolor que hemos heredado, no solo como mujeres o inmigrantes, sino como personas”, dijo Sánchez. “Mi hija es una guardiana de nuestro linaje, una testigo de nuestra experiencia”.


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