¿Armas para qué? ¿Derecho o regulación estricta?

“Yo les voy a hacer una pregunta: ¿Armas para qué?, ¿para luchar contra quién?, ¿contra el Gobierno Revolucionario, que tiene el apoyo de todo el pueblo?”. ¡, 1/8/1959.

Esa fue una de las primeras consignas de la dictadura castrista, después vinieron otras, cada una más divisiva y criminal. Lamentablemente todas encontraron eco en un sector importante de la población cubana que parecía sumida en una histeria colectiva, como lo calificó hace varios años el escritor Enrique Encinosa.

El discurso de Castro no estaba directamente asociado a la tenencia de armas por la población, aunque muy posiblemente ese fuera parte de su objetivo final. La arenga estaba supuestamente motivada porque el Directorio Revolucionario 13 de Marzo había confiscado aproximadamente 500 fusiles, 5 ametralladoras y 80 mil tiros de la base militar de San Antonio, y el caudillo, en su recurrido papel de víctima, montó unos de los primeros espectáculos de su larga dictadura.

Los Castro buscaban tener el monopolio de la fuerza y ser los poseedores de los recursos bélicos del país, no había intenciones pacifistas en los hacedores por antonomasia de la violencia. La isla en muy poco tiempo se convirtió en un arsenal. La hipócrita frase de “¿Armas para qué?” fue borrada en muy poco tiempo. La Unión Soviética montó uno de sus arsenales más grande, Cuba fue transformada en su base militar más importante en extranjero, con armas atómicas que Castro siempre estuvo dispuesto a utilizar.

En la actualidad, el residente en la isla se encuentra entre los menos armados del mundo; no así el Gobierno, que desarrolló una industria bélica venida a menos por la ineficiencia del sistema. El cubano no tiene posibilidades de adquirir armas legalmente, como tampoco es posible que satisfagan todas sus necesidades, incluidas las esenciales.

Las armas siempre han sido objeto de debate, la mayoría de los gobiernos no gustan de ciudadanos armados y en la población no faltan quienes las aborrecen y temen como si fueran a dispararse por sí mismas, por lo que procuran que sean abolidas por completo. Al igual que hay otros que bregan por el derecho a la tenencia de armas, poder adquirirlas y conservarlas sin restricciones.

Personalmente, creo en el derecho a tener armas, tener la posibilidad legal de ir a un show o una armería para adquirir la que permita la ley, lo que no invalida un control más estricto, incluida una evaluación del estado mental del individuo que quiere adquirir el arma.

El tema de las armas, a favor o en contra, es más popular en las conversaciones que el recurrido clima. Pocas personas son indiferentes a este asunto, unos porque lo consideran un derecho y otros porque son partidarios de regulaciones más estrictas, sin que falten los que buscan su abolición completa. Además, la política partidaria, bien presente en la discusión, favorece la crispación y el aumento de la temperatura en la disputa.

Las prohibiciones extremas solo generan mercados negros manejados por individuos sin escrúpulos que, por obtener beneficios, son capaces de incentivar una ola de crímenes que generen caos en la sociedad. Al respecto comentaba Irma, esposa del ex prisionero político René Sotolongo, los daños causados al país por la ley seca, aludiendo a la violencia que generó el comercio ilegal de bebidas, un alto índice de criminalidad que afectó seriamente a la nación, junto a la formación de grupos gansteriles que el Estado tuvo que enfrentar con gran firmeza.

Por otra parte, favorecer regulaciones consensuadas, sin llegar a los extremos que proclaman algunos tirios y troyanos, puede conducir a mayor seguridad sin afectar el derecho de quienes gustan de las armas.

Hay un precedente relativamente reciente, la ley de restricciones al consumo del tabaco, en la que se aumentó la edad legal para adquirirlo y se limitó el consumo a determinadas áreas, al igual que la publicidad. Es básico encontrar una solución justa y equilibrada, importante debatir racionalmente sin descalificaciones innecesarias, en el futuro pueden surgir otros diferendos mucho más trascendentales. Buscar un denominador común es procurar una solución que haga a un mejor país, ese es nuestro deber como ciudadanos.



FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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