Ansilta Grizas: “No escribí un libro sobre el Alzheimer y la muerte sino sobre el dolor”

Ansilta Grizas - tapa de su libro "Un temporal" 1920
Ansilta Grizas, escritora y fotógrafa sanjuanina, presenta su novela “Un temporal” (entropía), sobre la enfermedad de su padre

Ansilta Grizas lleva con orgullo el nombre de una cultura aborigen que habitó la cordillera de su San Juan natal y recurre a imágenes de la naturaleza y el paisaje cuyano para narrar en su primera novela Un temporal una historia hondamente autobiográfica: la del paulatino deterioro cognitivo de su padre.

“Vos estás ahí más que abatido, con el cuerpo en la más absoluta contrariedad: inútil. Una caja enorme de huesos, músculos, nervios, líquidos y bacterias que ya no sirven para mucho, pero que subsisten subordinados a un único latir”, describe con dosis exactas de crudeza y ternura la autora, fotógrafa y publicista de profesión que transitó los talleres de Cynthia Edul y Romina Paula. “Ya es difícil encontrarte aunque estés enfrente mío. Aunque parezca que nos escuchás, a veces siento que andás por cualquier otro lado”, insiste mientras acompaña a ese ser querido por el camino hacia el olvido.

Ansilta Grizas escribe para conjurar recuerdos, como si temiese que en los olvidos de su padre pudiese desvanecerse ella también. Escribe como si las palabras pudiesen contener el mundo”, apunta en la contratapa del libro editado por Entropía Romina Paula.

Sobre las razones que la llevaron a registrar la enfermedad de su padre y las operaciones que permiten convertir la propia autobiografía en literatura conversó la autora. A continuación los fragmentos centrales de la entrevista.

—El lector intuye que lo que contás en el texto sobre la relación entre la hija y un padre que se va deteriorando tiene un gran componente autobiográfico. ¿qué expectativas tenías de esta escritura?¿es un modo de buscar una sanación o una liberación a través de la catarsis?

—No sé si la escritura sana. En realidad, no pude hacer otra cosa que escribir. No me salía otra cosa. Escribía en una libreta mientras acompañaba a mi papá a buscar geriátricos para cuando no pudiese valerse por sí mismo. De ese material surgió el libro. Alguien me dijo que esto podía ayudar a mucha gente, y me alegraría que así fuese pero no tuve esa intención. A mí me parece que fue como una manera de transitar ese tiempo.

Hay una foto que me gusta mucho de Adriana Lestido, que es del día que se murió su papá y ella le sacó una foto al cielo porque es lo que le salió hacer. Bueno, yo empecé a escribir para transitar la enfermedad pero creo que, en definitiva terminó siendo un modo de hacer el duelo.

—Pero tu padre está vivo, según das cuenta en la dedicatoria…

—Sí. Pero siempre se habla de duelo después de que una persona murió. Pero a mí me interesa el proceso anterior que ocurre cada vez que alguien se está muriendo, porque este también es otro duelo, Creo que no escribí un libro sobre el Alzheimer y la muerte, sino sobre el dolor, sobre la maduración de ese dolor de la protagonista, que primero está enojada y luego encuentra otra resignación y otra manera de mirar las cosas.

Un temporal - Ansilta Grizas
“Un temporal” (Entropia), de Ansilta Grizas

—En ese sentido tomaste la decisión de transparentar el componente autobiográfico…

—Sí, pero hay algo que es importante y es que mi papá no murió. Por eso la dedicatoria es “para mi papá que todavía está”. Para mí fue el gran quiebre que hice desde la escritura autobiográfica para despegarme de la historia real y fue buscarle otro final y avanzar un paso hacia la ficción. Fue una liberación para mí decir: “Hasta acá llegó la historia”, y también fue mucha más libertad para seguir escribiendo. Avancé muchísimo cuando dije que tenía que matar a mi papá, porque si no, no iba a poder seguir escribiendo.

—Elegiste un narrador en segunda persona, como si le hablases a tu padre, como si quisieses ayudarlo a recordar.

—Sucede que el libro empezó con una carta para mi padre. Esa segunda persona salió de ahí, de que en un momento necesitaba decirle algunas cosas. Hay partes de esa carta que quedaron en la novela. Lo rescaté de ahí, de la actitud de hablarle al otro.

—Trabajaste el texto en un taller literario, ¿cuál fue el aporte de esas otras miradas en la historia?

—Tuve un acompañamiento. En 2017, hice un taller con Cynthia Edul. Le llevé las primeras cosas para ver qué hacía y ahí me alentaron a seguir escribiéndolo. Ese año yo estaba embarazada de mi segundo hijo, y Alfonso nació en agosto. Pero yo iba cada lunes con material nuevo porque quería avanzar en la novela como si fuera a suceder algo. Y nació él y dejé de ir. Pero allí surgió la propuesta de hacer un corte, de despegarme de la realidad para transformarla en una novela.

—Si bien Un temporal está centrada en tu padre, hay otras historias en espejo: otros casos de Alzheimer e incluso un caso de eutanasia, como si ese deterioro de un ser querido, y, a la vez, esa necesidad de tomar decisiones, de ahorarrle sufrimiento, no fuesen un caso particular sino una situación que se repite…

—Sí. No me enfoqué en el tema de la eutanasia en sí, sino que me interesó el tema de la dignidad del ser humano. Son dos casos de gente muy cercana: la mamá de una amiga y un amigo de la familia. Me interesaba incluir esas voces de gente que quiere vivir el último tiempo de la vida de la manera más digna posible.

—Elegiste una escritura cruda, impiadosa en algunas descripciones de ciertos estados de tu papá e incluso de cuestiones fisiológicas.

—No quise usar metáforas. Yo trabajo en publicidad y también escribí guiones, y decidí construir escenas que fuesen al hueso de las cosas. De algún modo tiene que ver con cómo sucedieron las cosas. Sin embargo, hay algo que sí me pasó y es que ciertas situaciones, cuando uno las mira en retrospectiva, terminan siendo graciosas, Incluso hubo momentos de insultos míos a los médicos, a la situación en sí, que luego se fueron en la edición.

Ansilta Grizas
Ansilta Grizas en “Un temporal” desarticula la enfermedad de su padre (Catalina Bartolomé)

—Quizás como reivindicación de tu origen sanjuanino, la naturaleza está muy presente en la novela. Incluso algunos fenómenos que suceden en la naturaleza como el temporal, luego se trasladan a la vida de los protagonistas…

—Claro. Quizás la naturaleza es una de mis obsesiones. Veo como dos equivalentes a la naturaleza y al hombre, y rastreo cómo también la naturaleza afecta al hombre y el hombre a la naturaleza. Estos paralelismos están muy presentes entre el adentro y el afuera, entre el cuerpo y la montaña.

—Incluso traes imágenes de la naturaleza de otros momentos de tu vida, como la residencia que hiciste como fotógrafa en la Antártida… La fragilidad del hielo, lo oscuro, en relación con la memoria de tu padre.

—Fue una residencia para artistas que hice en el 2011 y traté de recuperar esa sensación de estar en lugares en los que uno se siente ínfimo en la inmensidad. Creo que tiene que ver con esa idea del hombre frente a la montaña, a merced de la naturaleza , que no puede modificar nada. Me interesaba eso. Me interesa la naturaleza y me parece como hermoso estar ahí, en esa situación.

—De todos modos el recuerdo de tu viaje a la Antártida tiene cabida porque el tiempo no es lineal en la novela, sino que desde el diagnóstico al posterior deterioro surgen recuerdos, anécdotas de tu infancia, del exilio de tu padre.

—Tiene que ver con un intento de reconstruir la memoria de los dos. Hay un presente más lineal en relación con mi embarazo, el nacimiento de mis hijos y su crecimiento, que se mide incluso en el largo de sus piernas. Eso es presente puro. Pero también hay un movimiento de ir a buscar al pasado, es como si yo metiese los dedos en la arena de los recuerdos para ver por qué estamos acá.

—También en cuanto a la estructura, hay una estructura fragmentaria, como de papeles dispersos, de recuerdos aislados.

—Pensé la novela como una bitácora. Tiene que ver con que es un libro que lo escribí a mano en un cuaderno. Empezó en esas notitas en un cuaderno. Pero igual un tema se va hilando con otro y hay una continuidad.

—¿Mientras escribías leíste otros libros sobre el Alzheimer o sobre la despedida a un ser querido para dialogar con otros textos?

—Leí Desarticulaciones de Sylvia Molloy, en el que relata el Alzheimer de una amiga. También la poeta Tamara Kamenszain editó El eco de mi madre sobre la enfermedad de la suya. Ambos salieron mientras escribía. También releí lo que Philip Roth cuenta sobre su padre en Patrimonio.

Fuente: Télam.

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